jueves, 26 de diciembre de 2024
EVANGELIO - 27 de Diciembre - San Juan 20,2-8
Queridos hermanos: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos.
Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y les anunciamos la Vida eterna, que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado.
Lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos también a ustedes, para que vivan en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Les escribimos esto para que nuestra alegría sea completa.
Palabra de Dios.
Salmo 97(96),1-2.5-6.11-12.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son
la base de su trono.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Nace la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, en el Señor
y alaben su santo Nombre.
Nace la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, en el Señor
y alaben su santo Nombre.
Evangelio según San Juan 20,2-8.
El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 27 de Diciembre - "La luz de la inmutable Verdad"
Santo Tomás de Aquino (1225-1274) dominico, teólogo, doctor de la Iglesia Comentario sobre el Evangelio de San Juan. Prólogo de Santo Tomás. Tomo I, 11 página 67
"La luz de la inmutable Verdad"
El símbolo de Juan es el águila. He aquí porque: los demás evangelistas se concentraron en lo que Cristo cumplió en la carne, y son designados por seres vivientes que caminan sobre la tierra, es decir por el hombre, el buey y el león. Juan, por su parte, vuela como un águila por encima de las nubes de la debilidad humana, contempla la luz de la inmutable Verdad con los ojos del corazón, con la mirada más penetrante y firme posible para un hombre. Atento a la divinidad misma de Nuestro Señor Jesucristo, por la cual él es igual al Padre, Juan se esforzó principalmente en su Evangelio de manifestarla tanto como, hombre entre los hombres, lo creyó necesario. De ese vuelo de Juan, se ha dicho en el Libro de Job: «El águila-es decir Juan-se elevara hacia arriba» (Job 39:27) también se dice que «sus ojos de lejos lo divisan» (Job 39:29) pues, con la mirada del espíritu, contempla el Verbo de Dios en el seno del Padre.
El privilegio de Juan fue el de ser, entre todos los discípulos del Señor, el más amado por Cristo: Juan fue en efecto «el discípulo al que Jesús amaba» (Jn 21:20) como él mismo lo dice si mencionar su nombre. Es así que Cristo reveló sus secretos de manera muy especial a ese discípulo muy especialmente amado. Es él quien, viendo más perfectamente la luz del Verbo, nos la manifiesta diciendo: «Él era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre cuando viene a este mundo» (Jn 1:9).
FIESTA DE SAN JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA
27 de Diciembre
Fiesta de San Juan, apóstol y evangelista, hijo de Zebedeo, que junto con su hermano Santiago y con Pedro fue testigo de la transfiguración y de la pasión del Señor, y al pie de la cruz recibió de Él a María como madre. En su evangelio y en otros escritos se muestra como teólogo, habiendo contemplado la gloria del Verbo encarnado y anunciando lo que vio. San Juan tuvo la inmensa dicha de ser el discípulo más amado por Jesús. Nació en Galilea y fue hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el mayor.
San Juan era pescador, tal como su hermano y su padre, y según señalan los antiguos relatos, al parecer fue San Juan, que también fue discípulo de Juan el Bautista, uno de los dos primeros discípulos de Jesús junto con Andrés. La primera vez que Juan conoció a Jesús estaba con su hermano Santiago, y con sus amigos Simón y Andrés remendando las redes a la orilla del lago; el Señor pasó cerca y les dijo: "Vengan conmigo y los haré pescadores de almas".
Ante este subliminal llamado, el apóstol dejó inmediatamente sus redes, a su padre y lo siguió. Juan evangelista conformó junto con Pedro y Santiago, el pequeño grupo de preferidos que Jesús llevaba a todas partes y que presenciaron sus más grandes milagros. Los tres estuvieron presentes en la Transfiguración, y presenciaron la resurrección de la hija de Jairo. Los tres presenciaron la agonía de Cristo en el Huerto de los Olivos; y junto con Pedro se encargó de preparar la Última Cena. A Juan y su hermano Santiago les puso Jesús un sobrenombre: "Hijos del trueno", debido al carácter impetuoso que ambos tenían.
Estos dos hermanos vanidosos y malgeniados se volvieron humildes, amables y bondadosos cuando recibieron el Espíritu Santo. Juan, en la Última Cena, tuvo el honor de recostar su cabeza sobre el corazón de Cristo. Fue el único de los apóstoles que estuvo presente en el Calvario. Y recibió de Él en sus últimos momentos el más precioso de los regalos. Cristo le encomendó que se encargara de cuidar a la Madre Santísima María, como si fuera su propia madre, diciéndole: "He ahí a tu madre". Y diciendo a María: "He ahí a tu hijo". El domingo de la resurrección, fue el primero de los apóstoles en llegar al sepulcro vacío de Jesús. Después de la resurrección de Cristo, en la segunda pesca milagrosa, Juan fue el primero en reconocer a Jesús en la orilla.
Luego Pedro le preguntó al Señor señalando a Juan: "¿Y éste qué?". Jesús le respondió: "Y si yo quiero que se quede hasta que yo venga, a ti qué?". Con esto algunos creyeron que el Señor había anunciado que Juan no moriría. Pero lo que anunció fue que se quedaría vivo por bastante tiempo, hasta que el reinado de Cristo se hubiera extendido mucho. Y en efecto vivió hasta el año 100, y fue el único apóstol al cual no lograron matar los perseguidores. Juan se encargó de cuidar a María Santísima como el más cariñoso de los hijos. Con Ella se fue a evangelizar a Éfeso y la acompañó hasta la hora de su gloriosa muerte. El emperador Domiciano quiso matar al apóstol San Juan y lo hizo echar en una olla de aceite hirviente, pero él salió de allá más joven y más sano de lo que había entrado, siendo desterrado de la isla de Patmos, donde fue escrito el Apocalipsis. Después volvió otra vez a Éfeso donde escribió el Evangelio.
A San Juan Evangelista se le representa con un águila al lado, como símbolo de la elevada espiritualidad que transmite con sus escritos. Ningún otro libro tiene tan elevados pensamientos como su Evangelio. Según señala San Jerónimo cuando San Juan era ya muy anciano se hacía llevar a las reuniones de los cristianos y lo único que les decía siempre era esto: "hermanos, ámense los unos a otros". Una vez le preguntaron por qué repetía siempre lo mismo, y respondió: "es que ese es el mandato de Jesús, y si lo cumplimos, todo lo demás vendrá por añadidura". San Epifanio señaló que San Juan murió hacia el año 100 a los 94 años de edad.
Oremos
Oh glorioso Apóstol San Juan ,que por vuestra virginal pureza fuisteis de tal modo amado de Jesús, que os merecisteis el posar vuestra cabeza sobre su divino pecho, y el ser dejado en su lugar cual hijo a su Santísima Madre! Yo os suplico, me encendáis en el más vivo amor a Jesús y a María. Os ruego, me alcancéis del Señor, que también yo, con el corazón libre de afectos mundanos, sea hecho digno de estar siempre unido a Jesús cual fiel discípulo, y a María cual devoto hijo aquí en la tierra para seguir siéndolo después eternamente en el cielo. Amén.
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