lunes, 6 de marzo de 2023

SANTORAL - SAN JUAN DE DIOS

08 de Marzo


   Fundador (1495-1550) Juan Ciudad Duarte nació de padres humildes en Montemayor el Nuevo (Portugal), el año 1495. Eran años de efervescencia, al reclamo de los nuevos descubrimientos. Juan partió de su pueblo cuando sólo tenía ocho años. Entró en España y se quedó en Oropesa. Más tarde seguiría su aventura.

    Entra a servir en casa de un rico propietario. El dueño le propone un ventajoso matrimonio con su hija. Juan no quiere atarse y desaparece. Se alista en el ejército. Lucha como San Ignacio en Fuenterrabía. Sufre muchas peripecias. Por un descuido es expulsado y regresa a Oropesa. Vuelve al ejército contra los turcos y llega hasta Viena. A la vuelta pasa por su pueblo. Luego reside en Sevilla, Ceuta, Gibraltar y Algeciras, siempre con ocupaciones diversas.

    Su vida es una perpetua aventura. A los 42 años llega a Granada. Allí se realizó su conversión. «Granada será tu cruz», le dice el Señor. Desde ahora se llamará Juan de Dios. Predicaba en Granada San Juan de Ávila, y con tales colores y tonos predicó sobre la belleza de la virtud y sobre la fealdad del pecado, con tantos ardores habló sobre el amor de Dios, que Juan se sintió como herido por un rayo. Se tiraba por el suelo, mientras repetía: «Misericordia, Señor, misericordia». Quemó los libros que vendía de caballería, repartió los piadosos, lo dio todo, y corrió por las calles de la ciudad descalzo y gritando sus pecados y su arrepentimiento como uno que ha perdido el juicio.

    Sólo Juan de Ávila que le animó a encauzar aquellos arrebatos en alguna obra permanente de caridad. Y Juan concentró ahora todo su entusiasmo en una nueva Orden: La Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios. «Haceos el bien, hermanos», repetía sin cesar. Sus primeros compañeros los reclutó el fundador entre la gente más desarrapada: un alcahuete, un asesino, un espía y un usurero. Esa es la fuerza del amor. Un converso que saca del fango a cuatro truhanes y los hace héroes cristianos. Sobre estas cuatro columnas apoyará su obra. Peregrina a Guadalupe. Vuelve a Granada y recoge los primeros enfermos.

    Es el precursor de la beneficencia moderna. Acoge a los enfermos, los cura, los limpia, los consuela, les da de comer. Todo es limpieza, orden y paz en la casa. Por la noche mendiga por la ciudad para los enfermos. Todos se le abren. Todos le ayudan. Es muy expresivo el cuadro de Murillo: va el Santo con el cesto lleno por la ciudad, carga con un enfermo ulceroso que representa a Jesucristo y un ángel le sostiene y le guía. Un día se declaró un incendio en el Hospital.

    Había peligro de que todos los enfermos quedaran abrasados. Juan de Dios, desoyendo a los prudentes, se metió en el fuego, dispuesto a dar la vida, cogió uno a uno sobre sus espaldas y los salvó a todos. A él únicamente se le chamuscaron los vestidos. Las llamas de su amor fueron más fuertes que el fuego. Murió en Granada el año 1550.

Oremos

    ¡Glorioso San Juan de Dios, caritativo protector de los enfermos y desvalidos! Mientras vivisteis en la tierra no hubo quien se apartase de vos desconsolado: el pobre halló amparo y refugio; los afligidos consuelo y alegría; confianza los desesperados y alivio en sus penas y dolores todos los enfermos. Si tan copiosos fueron los frutos de vuestra caridad estando aún en el mundo, ¿qué no podremos esperar de vos ahora que vivís íntimamente unido a Dios en el Cielo? Animados con este pensamiento, esperamos nos alcancéis del Señor la gracia de… si es para mayor gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.

-FRASE DEL DÍA-



 

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



EVANGELIO - 07 de Marzo - San Mateo 23,1-12


    Libro de Isaías 1,10.16-20.

    ¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra!
    ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!
    Vengan, y discutamos -dice el Señor-: Aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana.
    Si están dispuestos a escuchar, comerán los bienes del país; pero si rehúsan hacerlo y se rebelan, serán devorados por la espada, porque ha hablado la boca del Señor.


Salmo 50(49),8-9.16bc-17.21.23.

No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa
ni los cabritos de tus corrales.

"¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras?

Haces esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios."


    Evangelio según San Mateo 23,1-12.

    Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.
    Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
    Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente.
    En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.
    A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
    No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
    Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros,
porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 07 de Marzo - “No tienen más que un maestro y todos ustedes son hermanos”


     San Carlos de Foucauld (1858-1916) ermitaño y misionero en el Sahara Salmo 40 (Méditations sur les psaumes, Nouvelle Cité, 2002)


“No tienen más que un maestro y todos ustedes son hermanos” 
           
    “A nadie llamen “padre” porque no tienen sino uno, el Padre celestial” y “todos ustedes son hermanos” (cf. Mt 23,8-9). Lo dice claramente mi Señor Jesús: todos los hombres forman una gran familia. Todos son hermanos, Dios es el Padre común. Todos deben tener unos por otros los pensamientos, las palabras, los actos que un buen padre desea que sus hijos tengan entre ellos. 

    El amor que el mejor de los padres desea ver reinar entre sus hijos, he aquí el amor que debemos tener a todos los hombres, sin excepción. Nuestro modelo, Jesús, nos da el ejemplo: Dios viene sobre la tierra para mostrarnos bajo forma humana cómo quiere que cada hombre ame a los otros hombres. ¿Qué hace Jesús? Vive treinta cuatro años y da su sangre en medio de los más terribles tormentos para la santificación y salvación de todos los hombres. No solamente de todos en general sino de cada uno en particular. Por eso, de cada uno podemos decir: por este hombre Jesús murió, para salvarlo y santificarlo. Luego de dar el precepto del amor, Jesús ha dado el ejemplo. Cómo dijo San Pablo, por Cristo “han sido comprados, ¡y a qué precio! (cf. 1 Cor 6,20).

    Cada hombre es nuestro verdadero hermano en Dios. Cada hombre fue amado tanto y estimado tan altamente por Jesús, que murió por él. Todo hombre debe aparecernos como hermano y un hermano que está como cubierto por un manto de Sangre de Jesús.

SANTORAL - BEATA MARÍA ANTONIA PAZ Y FIGUEROA

07 de Marzo


  Mamá Antula

    En Buenos Aires Argentina, venerable Sierva de Dios María Antonia de San José (en el siglo María Antonia de Paz y Figueroa), fundadora del Beaterio de los Ejercicios Espirituales de Buenos Aires en Argentina. 

    María Antonia de Paz y Figueroa o bien beata María Antonia de San José, más conocida como Mama Antula, fue una religiosa argentina que nació en Villa Silípica, Santiago del Estero, en 1730.

    Desde muy joven comenzó a trabajar con los jesuitas ayudando a organizar los ejercicios espirituales. Con un grupo de chicas jóvenes que vivían en común, rezaban, ejercían la caridad y colaboraban con los padres jesuitas.

     Cuando se produjo la expulsión de los jesuitas en 1767, María Antonia pidió al mercedario fray Diego Toro que asumiera las tareas propias de la predicación y la confesión, mientras que ella se ocuparía con sus compañeras del alojamiento y las provisiones para continuar con los ejercicios espirituales.

    Mama Tula organiza los ejercicios espirituales en Santiago del Estero, Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja. Los viajes los hacía caminando descalza y pidiendo limosnas. No quedan testimonios de cuántas veces preparó ejercicios en algunas ciudades, pero solo en Tucumán se hicieron sesenta.

    En 1795 fundó en Buenos Aires la Casa de Ejercicios Espirituales la cual sigue cumpliendo su misión. En menos de un año organizó en Córdoba ocho grupos entre 200 y 300 personas.

    La acusaron de loca y fanática. El obispo de Buenos Aires, que al inicio era reticente, acabó por estimarla y disponer que “ningún seminarista se ordenase sin que primero la beata certificase la conducta con que se hubiesen portado en esos ejercicios”, dándole a una mujer un papel significativo en la Iglesia de entonces.

    Murió el 7 de marzo de 1799 y el grupo de mujeres que la acompañaba se convirtió en 1878 en la congregación religiosa de las Hijas del Divino Salvador, que hoy desarrolla sus tareas apostólicas en varias provincias. 

Testimonio del milagro para la beatificación

    El testimonio de la hermana María Rosa Vanina fue clave para avanzar en el proceso de canonización de Mama Antula. Según figura en la causa, la religiosa declaró el 24 de septiembre de 1906, cuando tenía 31 años, y dijo lo siguiente: “Hará 14 años que soy religiosa de esta Casa y desde entonces oí decir que nuestra Madre María Antonia de Paz estaba considerada en opinión de santa, y así le había invocado alguna vez. Que hace 2 años, en agosto de 1904, me puse gravemente enferma de manera que llegué al último extremo y recibí los Santos Sacramentos hasta la Extremaunción.

    “La enfermedad que tuve fue al hígado y se conoce por cálculos biliares. Era necesario practicarme una operación quirúrgica, la cual fue imposible de llevar a cabo por el estado de consunción y debilidad extrema en que me hallaba. Así lo declararon los 2 facultativos que me asistían, el doctor Cayetano Sobrecasas, y el doctor Manuel Saubidet, quienes me desahuciaron y dijeron no haber más remedio que hacerme, pues moriría. En este intervalo se me formó un absceso en el hígado, a causa de un parche que me pusieron y se me unieron los tejidos con grave inconveniente. Quedé como muerta y no me daban sino 48 horas de vida a lo sumo.

    “Las hermanas que me rodeaban acudieron a Dios, y sé que la hermana María Montarsé, vicerrectora, durante mi gravedad hizo dos novenas pidiendo mi salud a la Madre María Antonia de Paz, nuestra fundadora, y la Madre Ramona Aguirrezabala, nuestra superiora general, me suministró el agua de Lourdes invocando a la Santísima Virgen. “Desde entonces sentí una reacción y volví en mi conocimiento, sentí necesidad y tomé algún alimento que me hizo bien, contra lo que todos esperaban, y así fui mejorando hasta poder levantarme. En esta situación los médicos determinaron hacerme la operación de extracción de los cálculos que era necesaria, y se realizó, pero seguí siempre sufriendo por haberme perforado los tejidos interiores. Así en estas alternativas pasé desde enero de 1905. En noviembre del mismo año me sobrevino un ataque, que se consideró era necesario darme otra vez los santos sacramentos.

    “Entonces invocamos nuevamente a la Madre Fundadora, María Antonia de Paz, tanto yo como la Madre Superiora, reverenda Madre Ramona Aguirrezabala y la hermana María Montarcé, vicerrectora, quien desde el principio fue la primera que la invocó al comenzar la gravedad de mi enfermedad. Entonces mejoré rápidamente de modo que se suspendió la administración de los sacramentos, y seguí restableciéndome y pude levantarme. “Me quedó un absceso en el hígado, el cual, dijo el médico, sería necesario curar durante ocho días. Ha resultado que el hígado se abrió solo y cuando fue necesario, con gran ventaja para mí y sin necesidad de la molestia consiguiente de tener que operarlo. Desde esa fecha me hallo tan restablecida que puedo seguir la comunidad en sus actos principales, andar por toda la casa, ir a la capilla, recibir la sagrada Comunión y estar en las visitas (es decir atender a la portería y suplir a veces a la portera)”. “Me hallo ahora bien, habiendo sido siempre antes de una salud débil y delicada. Así pues agradezco este beneficio de la Providencia Divina y creo fundamentalmente haber sanado por la intercesión de nuestra venerable Madre Fundadora.

    “Por lo cual que conste en su proceso canónico firmo esta acta, junto con los testigos reverenda Madre Ramona Aguirrezabala, superiora general de nuestra Congregación, y la hermana María Montarcé, vicerectora de esta Casa de Ejercicios; argentina la primera de 47 años de edad, religiosa; y la segunda argentina también de 57 años, religiosa; acompaño además los certificados médicos de los doctores antes nombrados doctor Cayetano Sobrecasas, y doctor Manuel Saubidet, quienes me asistieron en mi enfermedad”


    Fecha de beatificación: 27 de agosto de 2016, durante el pontificado de Su Santidad Francisco.

Oremos

   Padre, que el ejemplo de Mama Antula, peregrina y misionera del Evangelio, nos anime a vivir las bienaventuranzas y así, caminando juntos como Iglesia sirvamos con generosidad a todos especialmente a los hermanos más pobres y a aquellos que necesitan de tu infinita misericordia. Por la intercesión de Mama Antula concédenos las gracias necesarias que sanen las heridas de nuestro cuerpo y alma y nos anime en la fe, la esperanza y el amor.
Por Cristo Nuestro Señor Amén  Mama Antula, ruega por nosotros.

SANTORAL - SANTA PERPETUA Y FELICIDAD

07 de Marzo


    Estas dos santas murieron martirizadas en Cartago (África) el 7 de marzo del año 203.

    Perpetua era una joven madre, de 22 años, que tenía un niñito de pocos meses. Pertenecía a una familia rica y muy estimada por toda la población. Mientras estaba en prisión, por petición de sus compañeros mártires, fue escribiendo el diario de todo lo que le iba sucediendo.

    Felicidad era una esclava de Perpetua. Era también muy joven y en la prisión dio a luz una niña, que después los cristianos se encargaron de criar muy bien.

    Las acompañaron en su martirio unos esclavos que fueron apresados junto a ellas, y su catequista, el diácono Sáturo, que las había instruido en la religión y las había preparado para el bautismo. A Sáturo no lo habían apresado, pero él se presentó voluntariamente.

    Los antiguos documentos que narran el martirio de estas dos santas, eran inmensamente estimados en la antigüedad, y San Agustín dice que se leían en las iglesias con gran provecho para los oyentes. Esos documentos narran lo siguiente.

    El año 202 el emperador Severo mandó que los que siguieran siendo cristianos y no quisieran adorar a los falsos dioses tenían que morir.

    Perpetua estaba celebrando una reunión religiosa en su casa de Cartago cuando llegó la policía del emperador y la llevó prisionera, junto con su esclava Felicidad y los esclavos Revocato, Saturnino y Segundo.

    Dice Perpetua en su diario: "Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca había estado en un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos demasiadas personas en un subterráneo muy estrecho. Me parecía morir de calor y de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era tan de pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos concediera un gran valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa religión".

    Afortunadamente al día siguiente llegaron dos diáconos católicos y dieron dinero a los carceleros para que pasaran a los presos a otra habitación menos sofocante y oscura que la anterior, y fueron llevados a una sala a donde por lo menos entraba la luz del sol,y no quedaban tan apretujados e incómodos. Y permitieron que le llevaran al niño a Perpetua, el cual se estaba secando de pena y acabamiento. Ella dice en su diario: "Desde que tuve a mi pequeñín junto a mí, y a aquello no me parecía una cárcel sino un palacio, y me sentía llena de alegría. Y el niño también recobró su alegría y su vigor". Las tías y la abuelita se encargaron después de su crianza y de su educación.

    El jefe del gobierno de Cartago llamó a juicio a Perpetua y a sus servidores. La noche anterior Perpetua tuvo una visión en la cual le fue dicho que tendrían que subir por una escalera muy llena de sufrimientos, pero que al final de tan dolorosa pendiente, estaba un Paraíso Eterno que les esperaba. Ella narró a sus compañeros la visión que había tenido y todos se entusiasmaron y se propusieron permanecer fieles en la fe hasta el fin.

    Primero pasaron los esclavos y el díacono. Todos proclamaron ante las autoridades que ellos eran cristianos y que preferían morir antes que adorar a los falsos dioses.

    Luego llamaron a Perpetua. El juez le rogaba que dejara la religión de Cristo y que se pasara a la religión pagana y que así salvaría su vida. Y le recordaba que ella era una mujer muy joven y de familia rica. Pero Perpetua proclamó que estaba resuelta a ser fiel hasta la muerte, a la religión de Cristo Jesús. Entonces llegó su padre (el único de la familia que no era cristiano) y de rodillas le rogaba y le suplicaba que no persistiera en llamarse cristiana. Que aceptara la religión del emperador. Que lo hiciera por amor a su padre y a su hijito. Ella se conmovía intensamente pero terminó diciéndole: ¿Padre, cómo se llama esa vasija que hay ahí en frente? "Una bandeja", respondió él. Pues bien: "A esa vasija hay que llamarla bandeja, y no pocillo ni cuchara, porque es una bandeja. Y yo que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna otra religión, porque soy cristiana y lo quiero ser para siempre".

    Y añade el diario escrito por Perpetua: "Mi padre era el único de mi familia que no se alegraba porque nosotros íbamos a ser mártires por Cristo".

    El juez decretó que los tres hombres serían llevados al circo y allí delante de la muchedumbre serían destrozados por las fieras el día de la fiesta del emperador, y que las dos mujeres serían echadas amarradas ante una vaca furiosa para que las destrozara. Pero había un inconveniente: que Felicidad iba a ser madre, y la ley prohibía matar a la que ya iba a dar a luz. Y ella sí deseaba ser martirizada por amor a Cristo. Entonces los cristianos oraron con fe, y Felicidad dio a luz una linda niña, la cual le fue confiada a cristianas fervorosas, y así ella pudo sufrir el martirio. Un carcelero se burlaba diciéndole: "Ahora se queja por los dolores de dar a luz. ¿Y cuando le lleguen los dolores del martirio qué hará? Ella le respondió: "Ahora soy débil porque la que sufre es mi pobre naturaleza. Pero cuando llegue el martirio me acompañará la gracia de Dios, que me llenará de fortaleza".

    A los condenados a muerte se les permitía hacer una Cena de Despedida. Perpetua y sus compañeros convirtieron su cena final en una Cena Eucarística. Dos santos diáconos les llevaron la comunión, y después de orar y de animarse unos a otros se abrazaron y se despidieron con el beso de la paz. Todos estaban a cual de animosos, alegremente dispuestos a entregar la vida por proclamar su fe en Jesucristo. A los esclavos los echaron a las fieras que los destrozaron y ellos derramaron así valientemente su sangre por nuestra religión.

    Antes de llevarlos a la plaza los soldados querían que los hombres entraran vestidos de sacerdotes de los falsos dioses y las mujeres vestidas de sacerdotisas de las diosas de los paganos. Pero Perpetua se opuso fuertemente y ninguno quiso colocarse vestidos de religiones falsas.

   El diácono Sáturo había logrado convertir al cristianismo a uno de los carceleros, llamado Pudente, y le dijo: "Para que veas que Cristo sí es Dios, te anuncio que a mí me echarán a un oso feroz, y esa fiera no me hará ningún daño". Y así sucedió: lo amarraron y lo acercaron a la jaula de un oso muy agresivo. El feroz animal no le quiso hacer ningún daño, y en cambio sí le dio un tremendo mordisco al domador que trataba de hacer que se lanzara contra el santo diácono. Entonces soltaron a un leopardo y éste de una dentellada destrozó a Sáturo. Cuando el diácono estaba moribundo, untó con su sangre un anillo y lo colocó en el dedo de Pudente y este aceptó definitivamente volverse cristiano.

    A Perpetua y Felicidad las envolvieron dentro de una malla y las colocaron en la mitad de la plaza, y soltaron una vaca bravísima, la cual las corneó sin misericordia. Perpetua únicamente se preocupaba por irse arreglando los vestidos de manera que no diera escándalo a nadie por parecer poco cubierta. Y se arreglaba también los cabellos para no aparecer despeinada como una llorona pagana. La gente emocionada al ver la valentía de estas dos jóvenes madres, pidió que las sacaran por la puerta por donde llevaban a los gladiadores victoriosos. Perpetua, como volviendo de un éxtasis, preguntó: ¿Y dónde está esa tal vaca que nos iba a cornear?

    Pero luego ese pueblo cruel pidió que las volvieran a traer y que les cortaran la cabeza allí delante de todos. Al saber esta noticia, las dos jóvenes valientes se abrazaron emocionadas, y volvieron a la plaza. A Felicidad le cortaron la cabeza de un machetazo, pero el verdugo que tenía que matar a Perpetua estaba muy nervioso y equivocó el golpe. Ella dio un grito de dolor, pero extendió bien su cabeza sobre el cepo y le indicó al verdugo con la mano, el sitio preciso de su cuello donde debía darle el machetazo. Así esta mujer valerosa hasta el último momento demostró que si moría mártir era por su propia voluntad y con toda generosidad.


Oremos

    Dios y Padre nuestro, a tu sierva María Antonia de San José le diste el don de una fe viva, para convertir los corazones y el de una esperanza firme, para no desanimarse en las dificultades. Llenaste su corazón de una caridad materna con los que sufren, en particular con los indios y los negros, los gauchos y los pobres. A nosotros que veneramos su memoria conservada por uso hijas espirituales, concédenos la gracia de poder imitarla. Y que un día la veamos honrada por la iglesia como santa, junto a San Ignacio de Loyola, su padre y maestro. 
    Por Jesucristo nuestro Señor que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

-FRASE DEL DÍA-