sábado, 25 de marzo de 2023
EVANGELIO - 26 de Marzo - San Juan 11,1-45
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 26 de Marzo - «Marta le dijo: Sí, Señor, yo creo»
«Marta le dijo: Sí, Señor, yo creo»
Cristo vino para resucitar a Lázaro, pero el impacto de este milagro será la causa inmediata de su arresto y crucifixión (Jn 11, 46 s). Sintió que Lázaro estaba despertando a la vida a precio de su propio sacrificio, sintió que descendía a la tumba, de dónde había hecho salir a su amigo. Sentía que Lázaro debía vivir y él debía morir, la apariencia de las cosas se había invertido, la fiesta se iba a hacer en casa de Marta, pero para él era la última pascua de dolor. Y Jesús sabía que esta inversión había sido aceptada voluntariamente por él. Había venido desde el seno de su Padre para expiar con su sangre todos los pecados de los hombres, y así hacer salir de su tumba a todos los creyentes, como a su amigo Lázaro, devolviéndolos a la vida, no por un tiempo, sino para toda la eternidad.
Mientras contemplamos la magnitud de este acto de misericordia, Jesús le dijo a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.»
Hagamos nuestras estas palabras de consuelo, tanto en la contemplación de nuestra propia muerte, como en la de nuestros amigos. Dondequiera que haya fe en Cristo, allí está el mismo Cristo. Él le dijo a Marta: «¿Crees esto?». Donde hay un corazón para responder: «Señor, yo creo», ahí Cristo está presente. Allí, nuestro Señor se digna estar, aunque invisible, ya sea sobre la cama de la muerte o sobre la tumba, si nos estamos hundiendo, o en aquellos seres que nos son queridos. ¡Bendito sea su nombre! nada puede privarnos de este consuelo: vamos a estar tan seguros, a través de su gracia, de que Él está junto a nosotros en el amor, como si lo viéramos. Nosotros, después de nuestra experiencia de la historia de Lázaro, no dudamos un instante que él está pendiente de nosotros y permanece a nuestro lado.
SANTORAL - SAN LUDGERO
La historia de San Ludgero, primer obispo de Münster, nacido hacia el 745 en Suescnon, en Frisia, de noble familia, está unida a un hecho nuevo en el mundo cristiano: en ese tiempo el cristianismo pasó las fronteras del imperio romano, con la evangelización de la Germania transrenana. En esta obra misionera, que logró el máximo desarrollo con San Bonifacio, encontramos comprometido a San Ludgero, discípulo de San Gregorio y de Alcuino de York. Después de la ordenación sacerdotal, que recibió en Colonia en 777, Ludgero se dedicó a la evangelización de la región pagana de Frisia, en donde San Bonifacio había sufrido el martirio.
Los métodos usados por el emperador Carlomagno para someter esta región y cristianizarla no estaban muy de acuerdo con el espíritu evangélico. En el 776, durante la primera expedición, el monarca impuso el bautismo a todos los soldados vencidos; pero con la revuelta de Widukindo hubo una apostasía general. Ludgero tuvo que huir y, después de haber pasado por Roma, llegó a Montecassino, en donde vistió el hábito monacal sin haber emitido todavía los votos.
La rebelión de Widukindo fue aplastada en el 784, y la represión fue brutal. El rechazo del bautismo y el incumplimiento del ayuno cuaresmal se castigaban con la muerte; pero este régimen de terror, contra el que se levantó el gran maestro Alcuino, hacía odioso al mismo cristianismo, que, sin embargo, floreció maravillosamente, gracias a los auténticos predicadores del Evangelio, como San Ludgero, a quien el mismo emperador fue a buscar a Montecassino para que regresara a la patria y se dedicara a predicar en Frisia.
Poco después, para premiarlo por su celo, le ofreció el episcopado vacante de Tréveris, mas el santo lo rechazó. Pero sí aceptó su tarea de misionero y, entonces, tomó el puesto del abad Bernardo en el territorio de Sajonia.
En el 795 Ludgero erigió allí un monasterio, alrededor del cual surgió la ciudad actual de Münster (en alemán Münster quiere decir monasterio). El territorio pertenecía a la jurisdicción eclesiástica de Colonia, pues Ludgero aceptó solamente en el 804 ser consagrado obispo de la nueva diócesis. Antes de esta fecha el infatigable misionero no tenía residencia fija.
Construyó iglesias y escuelas y fundó nuevas parroquias que confió a los sacerdotes que él mismo había formado en su escuela cerca de la catedral de Mimigernaeford. También se debe a él la fundación del monasterio benedictino de Werden en donde después fue sepultado.
Murió el 26 de marzo del 809 e inmediatamente fue venerado como santo. Su tumba en Werden sigue siendo meta de peregrinaciones.