viernes, 22 de julio de 2016

ANGEL DE LA GUARDA


PROPÓSITO DEL DÍA


AMORIS LAETITIA



    105. Si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor que se añeja en el corazón. La frase logízetai to kakón significa «toma en cuenta el mal», «lo lleva anotado», es decir, es rencoroso. Lo contrario es el perdón, un perdón que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona, como Jesús cuando dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Pero la tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, la de suponer todo tipo de malas intenciones, y así el rencor va creciendo y se arraiga. De ese modo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vínculo amoroso y la estabilidad familiar. El problema es que a veces se le da a todo la misma gravedad, con el riesgo de volverse crueles ante cualquier error ajeno. La justa reivindicación de los propios derechos, se convierte en una persistente y constante sed de venganza más que en una sana defensa de la propia dignidad.


CATEQUESIS SOBRE LOS SACRAMENTOS

CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA


    1329 Banquete del Señor (cf 1 Co 11,20) porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de bodas del Cordero(cf Ap 19,9) en la Jerusalén celestial.

    Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf Mt 14,19; 15,36; Mc 8,6.19), sobre todo en la última Cena (cf Mt 26,26; 1 Co 11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección (Lc 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas (cf Hch 2,42.46; 20,7.11). Con él se quiere significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (cf 1 Co 10,16-17).

    Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia (cf 1 Co 11,17-34).

CAMINANDO HACIA EL DIRECTORIO CATEQUÍSTICO ARGENTINO

Una Iglesia comunión con un 
proyecto evangelizador



REFLEXIÓN

TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XVI
Del Común de santas mujeres. 
Salterio IV
22 de julio

SANTA MARÍA MAGDALENA. (MEMORIA).
    Formó parte de los discípulos de Cristo, estuvo presente en el momento de su muerte y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver al Redentor resucitado de entre los muertos (Mc 16, 9). Fue sobre todo durante el siglo XII cuando su culto se difundió en la Iglesia occidental.

    De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios
    (Homilía 25, 1-2. 4-5: PL 76, 1189-1193)


ARDÍA EN DESEOS DE CRISTO, A QUIEN PENSABA QUE SE LO HABÍAN LLEVADO

    María Magdalena, cuando llegó a al sepulcro y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo había llevado y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el Evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade, a continuación: María se había quedado fuera, llorando junto al sepulcro.

    Lo que hay que considerar en estos hechos es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado. Por esto ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que persevere hasta el fin se salvará.

    Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar de los cantares: Desfallezco de amor; y también: Mi alma se derrite.

    Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su amor.

    Jesús dijo: «¡María!» Después de haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera: «Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial.» María, al sentirse llamada por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama «rabbuní»,es decir: «maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que interiormente la instruía para que lo buscase.

LA FRASE DEL DÍA

Viernes 22 de julio



EVANGELIO - SAN JUAN 20,1-2.11-18

TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XVI
22 de julio

    Cantar de los Cantares 3,1-4a.

    Así habla la esposa: En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
    Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
    Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: "¿Han visto al amado de mi alma?".
Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma.



Salmo 63(62),2.3-4.5-6.8-9.

Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.

Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.

Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.

Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene.



    Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18.

    El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
    Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
    María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
    Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
    Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
    Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".
    Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".
    Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
    María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Fuente: ©Evangelizo.org


MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XVI
22 de julio

      San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia 
Homilía 25; PL 76, 1188
«Mujer ¿por qué lloras?»

    María se convierte en testigo de la compasión de Dios; sí, esta María... de quien un fariseo quería romper su aliento de ternura. «Si este hombre fuera un profeta, se decía, sabría quien es esta mujer que le toca y lo que es: una pecadora» (Lc 7,39). Pero las lágrimas de María han borrado la suciedad de su cuerpo y de su corazón; se lanzó a los pies de su Salvador, abandonando los caminos del mal. Estaba también sentada a los pies de Jesús y le escuchaba (Lc 10,39). Cuando estaba vivo lo estrechó entre sus brazos; cuando estuvo muerto, lo buscaba. Y encontró vivo a aquel que buscaba muerto. ¡Encontró tal cantidad de gracia en él que fue ella quien llevó la noticia a los apóstoles, a los mensajeros de Dios!

    ¿Qué es lo que debemos ver ahí, hermanos míos, sino es la infinita ternura de nuestro Creador, que para avivar nuestra conciencia, por todas partes nos propone el ejemplo de pecadores arrepentidos? Pongo la vista sobre Pedro, miro al ladrón, examino a Zaqueo, me fijo en María, y no veo otra cosa en ellos que llamadas a la esperanza y al arrepentimiento. ¿Tu fe se ve acechada por la duda? Mira a Pedro que llora amargamente su debilidad. ¿Estás inflamado de cólera contra tu prójimo? Piensa en el ladrón: en plena agonía se arrepiente y gana la recompensa eterna. ¿La avaricia te seca el corazón? ¿Has despojado a alguien? Mira a Zaqueo que devuelve cuatro veces más los bienes que había quitado a un hombre. ¿Preso de cualquier pasión, has perdido la pureza de la carne? Contempla a María que purifica el amor a la carne en el fuego del amor divino.

   Sí, el Dios todopoderoso nos ofrece por todas partes ejemplos y signos de su compasión. Tengamos horror a nuestros pecados, incluso los de hace más años. El Dios todopoderoso olvida gustosamente que hemos cometido el mal, y está siempre a punto de mirar nuestro arrepentimiento como si fuera la misma inocencia. Nosotros, que después de las aguas de la salvación, las hemos ensuciado, renazcamos por nuestras lágrimas... Nuestro Redentor consolará un día vuestras lágrimas en su gozo eterno.

Fuente: ©Evangelizo.org

HIMNO LAUDES

TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XVI
Del Común de santas mujeres. 
Salterio IV
22 de julio

SANTA MARÍA MAGDALENA. (MEMORIA).
    Formó parte de los discípulos de Cristo, estuvo presente en el momento de su muerte y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver al Redentor resucitado de entre los muertos (Mc 16, 9). Fue sobre todo durante el siglo XII cuando su culto se difundió en la Iglesia occidental.



SANTORAL - SANTA MARÍA MAGDALENA

TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XVI
22 de julio


    Memoria de santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios, se convirtió en su discípula, siguiéndole hasta el monte Calvario, y en la mañana de Pascua mereció ser la primera en ver al Salvador retornado de la muerte y llevar a los otros discípulos el anuncio de la resurrección.

    Catequesis, historia y leyenda se entremezclan en este personaje de María Magdalena, e incluso quien nunca ha oído hablar del Evangelio, ha escuchado su nombre. Aunque es un personaje relevante dentro de los evangelios, si alguien pretendiera trazar hoy una semblanza de la Magdalena, no podría dar la espalda a las muchas leyendas, porque son ellas las que más han configurado la lectura del personaje, comenzando por las dificultades para definir a quién estamos verdaderamente celebrando, o, dicho de otro modo: cuántas María Magdalena hay. Hay tres personajes a los que le caben rasgos de la que celebramos hoy como María Magdalena:

    En Lucas 7,37-50 se habla de una «pecadora pública» que unge a Jesús con perfume, lava sus pies con lágrimas y los seca con sus cabellos. Es, me atrevería a decir, una de las parábolas del perdón más conmovedoras de cuantas trae San Lucas, si es que es posible establecer un «ranking». De esta pecadora no se dice el nombre en ningún momento, y la escena no está localizada sino «en casa de un fariseo», sin que se especifique de ninguna manera dónde ocurre; es verdad que la última localización fue la ciudad de Naín, pero entre esa escena y la de la pecadora parece haber pasado tiempo, el suficiente para que Jesús utilice la resurrección de un muerto como signo del reino en la respuesta a los mensajeros de Juan.

    En el mismo Lucas, 8,2, se menciona por primera vez a María Magdalena -a la que se supone conocida- como una mujer de la que Jesús hizo salir siete demonios. «Magdalena» la identifica como del poblado de Magdala, actual Mejdal, una aldea en la costa del Mar de Galilea, no mencionada en otras partes de la Biblia. Forma parte también del grupo de mujeres (en número indeterminado, aunque identifica a tres) que anuncia a los apóstoles y discípulos la resurrección (Lc 24,10). Esta misma María Magdalena aparece mencionada en los otros tres evangelios: en Mateo 27-28 también como testigo de la muerte y resurrección, junto con otras mujeres; lo mismo en Marcos 15-16; también en Juan aparece asociada al anuncio de la resurrección, pero con la importante variación de que es la única que está allí, no entre otras mujeres, además de que sostiene el impactante diálogo con Jesús resucitado, a quien confunde con el jardinero (Jn 20,1-18).

    María (aunque nunca llamada Magdalena) es también el nombre de una de las hermanas de Lázaro, de quien la otra es Marta. Es la hermana «contemplativa», a tenor de la escena de Lucas 10,38-42 (si es que estas dos hermanas son las mismas Marta y María hermanas de Lázaro, que es lo que se considera habitualmente). Esta María, en Juan 12,3, unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos. Esta escena se considera normalmente la misma que la llamada «unción en Betania» (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9), aunque debe tenerse presente que en la escena tal como la cuentan los sinópticos la mujer que unge a Jesús no se supone conocida.

    Con estos tres referentes la tradición interpretativa ha hecho distintas combinaciones:en las iglesias orientales (incluyendo la católica), no se considera que las tres sean la misma, sino que en la fecha de hoy se celebra a María «la del jarrón de alabastro», es decir, la anónima primera de la lista, a la que eventualmente se identifica, pero no siempre, con María Magdalena, mientras que «María de Betania» (es decir, la hermana de Lázaro y Marta) se celebra en otras fechas (4 de octubre los ortodoxos, 22 de octubre los armenios); también el nuevo Martirologio Romano distingue a esta María de Betania de las otras dos (es decir, la Magdalena y la anónima) y la celebra el 29 de julio, junto con Lázaro y Marta, fecha en la que antes celebrábamos sólo a Marta.
    En Occidente, san Gregorio Magno identificó a las tres mujeres en una sola, y ésa es la tradición que ha primado durante siglos entre nosotros. Sin embargo no todos los Padres estuvieron de acuerdo con eso, san Agustín y san Jerónimo, por ejemplo, no indican que se trate de la misma mujer; sin embargo san Agustín opina (en «La concordancia de los Evangelios», cap 2) que María de Betania y la pecadora anónima de Lucas 7 sí son la misma mujer.

    En la actualidad es preferible admitir -desde el punto de vista del relato bíblico- que se trata de tres personas distintas: a dos de ellas las celebramos en el santoral, y una tercera queda sin celebración: a María de Betania, como ya he dicho, el 29 de julio, y a María de Magdala, hoy. Claramente el elogio del Martirologio Romano de hoy explicita no más que lo que puede atribuirse a María la de Magdala: de ella el Señor expulsó siete demonios, y fue la que anunció la resurrección a los apóstoles y discípulos. La anónima pecadora pública de Lucas 7 -que bien puede ser un personaje parabólico- ha quedado sin entrada en el Martirologio actual.

    Debe tenerse presente, de todos modos, que la iconografía y la leyenda no tienen distinguidos a los personajes, y por tanto presentarán a una con los rasgos de la otra. Así, lo primero que «sabemos» sobre la Magdalena es que era prostituta. La verdad es que de ninguna de todas estas mujeres mencionadas se dice que haya sido prostituta, pero si a alguna le cabe el mote es a la anónima «pecadora pública» de Lucas 7, más que a la Magdalena; siempre teniendo en cuenta que la prostitución no es el único pecado público posible, podría haber estado casada con un publicano, por ejemplo, o ser rea de cualquier otro pecado público...

    La «leyenda áurea» se hace eco de una tradición medieval completamente espuria, pero que sin embargo la encontraremos reflejada en la literatura y en el cine hasta la actualidad: María Magdalena habría sido la prometida de Juan; cuando éste sigue a Jesús, ella, «...despechada al verse abandonada por su prometido, se entregó a todos los vicios. Pero, como no convenía que la vocación de san Juan fuese la ocasión de la condenación de María Magdalena, Nuestro Señor la movió misericordiosamente a la penitencia. Y, dado que María Magdalena había hecho de la carne su mayor deleite, Cristo le concedió sobre todos los dones el don del amor a Dios, que es el mayor deleite espiritual» (Leyenda áurea, fragmento citado en Butler).

    La alegoría, prolífico método de interpretación bíblica que consigue armonizar todo con todo, fue ampliamente utilizada para poder compaginar los tres personajes en uno solo, así, para san Gregorio Magno (y para otros autores): «¿Qué se entiende por siete demonios, sino todos los vicios? Pues como en siete días se presenta todo el tiempo, así el número siete representa la universalidad. María tuvo siete demonios, porque había cometido toda clase de pecados.» (Homilía sobre los evangelios, 33, citada en Catena Áurea a Lc 8,3), con lo cual, como se ve, se termina pudiendo convertir una endemoniada en una pecadora pública...

    De María Magdalena sólo sabemos que había estado endemoniada y Jesús le practicó exorcismo, escena que no se nos cuenta; el hecho, claro, no tiene nada de especial: Jesús practicó, según leemos en los evangelios, muchos exorcismos, e incluso en algún caso echó muchos demonios al mismo tiempo (ver el caso de «Legión», en Mc 5, uno de los más curiosos exorcismos de Jesús); si preferimos una interpretación más «naturalista», hablar de que «expulsó de ella siete demonios» supone que era víctima de una enfermedad muy grave. En todo caso su papel en los evangelios no está centrado en su época anterior al discipulado -como en la tradición posterior, que desplaza el centro de interés hacia su estado de pecado o de prostitución, en la versión identificada tradicional, claro-, sino en el especial papel que cumple como discípula: anunciar la resurrección. Es verdad que en los tres sinópticos esa función no es exclusiva de ella, pero de ella puede decirse, al menos, que es identificada fehacientemente: -Mateo 28.1: «Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.» 
-Marcos 16,1: «Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle.» (bien es verdad que, como veremos, Marcos conoce una tradición ligada de manera exclusiva a la Magdalena -Lucas 24,1.10: «El primer día de la semana, muy de mañana, fueron [las mujeres] al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. [...] Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.».

    Juan, en cambio, se ciñe a una tradición que tiene a María Magdalena como centro de la escena: «El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.» (20,1). No es todavía ésta la escena en la que Jesús dialoga con ella, sino que ella anuncia a los discípulos la tumba vacía (no todavía la resurrección), Juan 20,2; luego Pedro y Juan verifican ese anuncio y comprenden que se trata de la resurrección (20,9), y recién después se produce la aparición de Jesús resucitado a María Magdalena (Jn 20,11ss). Como se ve, el orden de la información sigue un cuidadoso plan catequético: evidencia de la tumba vacía (signo); penetración espiritual en la resurrección (significado), de la mano de los apóstoles; búsqueda del Señor, revelación (por parte de Jesús), reconocimiento (por parte de María). Estas etapas no pueden mezclarse, ni están dispuestas al azar. San Marcos también conoce la tradición de la aparición exclusiva a María Magdalena, y la consigna en 16,9 («Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.») pero no elabora la escena con la profundidad catequística y el detalle con que lo hace Juan.

    Cabría preguntarse por qué María Magdalena tiene tanta importancia en el evangelio de San Juan. Quizás fue un personaje prominente de la comunidad que rodeó al surgimiento de ese evangelio. De hecho alguna tradición (pero hay que tomar esas tradiciones siempre con pinzas) asegura que fue a vivir a Éfeso con Juan y la Virgen, siempre dando por supuesto, como ocurre con todas las tradiciones de los siglos II y III, que el autor del evangelio de Juan es el mismo que el apóstol Juan y que el Discípulo Amado y que por lo tanto la Virgen fue a vivir como «madre donada en la cruz» del apóstol Juan. Aunque no puedan tomarse estas tradiciones como recuerdos exactos de hechos históricos, posiblemente la localización en Éfeso ayude a entender al especial vinculación de María Magdalena y el evangelio Joánico, una de cuyas etapas tuvo, según afirman los estudiosos, su centro en la ciudad de Éfeso. Según la tradición oriental, allí habría muerto la santa.

    La escena del reconocimiento del resucitado, protagonizada por María Magdalena y que sólo detalla extensamente Juan, es especialmente bella, difícil resistirse a leerla una vez más: «Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les respondió: "Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto." Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
    Le dice Jesús: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré."
    Jesús le dice: "María." Ella se vuelve y le dice en hebreo: "Rabbuní" - que quiere decir: "Maestro" -.
    Dícele Jesús: "No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios."
    Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.» (20,11-18).
    El «no me toques» es una de las frases que más tinta ha hecho correr en los comentarios, desde interpretaciones literarias, a alegóricas y moralizantes; el sentido literal más obvio parece que es el que expresa san Juan Crisóstomo: «Esta mujer quería tratar todavía al Señor como antes de su pasión, y preocupada con el gozo no comprendía el admirable cambio operado en la humanidad de Jesús resucitado»; sin embargo, algún otro sentido menos obvio debe esconder la escena, puesto que, ni siquiera en el contexto del evangelio de Juan, se niega a los discípulos que lo puedan tocar resucitado, e incluso Jesús invita a Tomás a que lo haga para verificar su identidad . He aventurado en algunas ocasiones la hipótesis de lectura (pero debe tomarse exclusivamente como eso, como una hipótesis de lectura que debe ser desarrollada con cuidado, para no imponerle a Juan sentidos que no haya pretendido), que el «no me toques» puede relacionarse tipológicamente con el «ni lo toquéis» que agrega la mujer del Génesis al mandato de Dios (Gn 3,3). Podría tratarse de una inversión irónica: así como con el «ni lo toquéis» la mujer se distancia de la captación profunda del mandato divino y convierte al fruto en un objeto tabú, así en esta escena es el propio Dios quien «agrega» el «no toques», hasta que se consume la totalidad del camino de salvación abierto en Génesis. Vuelvo a repetir que no hay en esto más que la indicación de una hipótesis de lectura, sugerida además por la ubicación de las dos escenas en un huerto. María Magdalena se constituiría así en una de las «contrafiguras» (antitypoi) de Eva.

    Para finalizar, aunque no merezca el más mínimo crédito, no puede dejar de mencionarse la tradición que hace a María Magdalena (junto con Marta y Lázaro, supuesta la identificación de la que hablaba al inicio) evangelizadora del sur de la Galia (Provenza), donde pasó los últimos treinta años de su vida, y donde habría finalmente muerto, no sin antes ser trasladada milagrosamente desde la caverna de Sainte Baume, donde vivía, a la capilla de San Maximino para recibir los últimos sacramentos.   En palabras del Butler: «La primera mención del viaje de María Magdalena a la Provenza data del siglo XI, a propósito de las pretendidas reliquias de la santa que se hallaban en la abadía de Vézelay, en Borgoña. Pero la leyenda no tomó su forma definitiva sino hasta el siglo XIII, en la Provenza. A partir de 1279, empezó a afirmarse que las reliquias de Santa María Magdalena se hallaban en Vézelay, en el convento dominicano de Saint-Maximin. Todavía en la actualidad es muy popular la peregrinación a dicho convento y a La Sainte Baume. Pero las investigaciones modernas, especialmente las que llevó a cabo Mons. Duchesne, han demostrado que no se pueden considerar como auténticos ni las reliquias, ni el viaje de los amigos del Señor a Marsella. Así pues, a pesar de los clamores de la tradición local francesa, hay que confesar que se trata de una fábula.» (Butler-Guinea, tomo III, pág. 170).

Fuente: ©Evangelizo.org