miércoles, 6 de enero de 2016

"Los Magos siguieron la estrella y llegaron hasta Jesús"








Queridos hermanos y hermanas

    "Para la Iglesia creyente y orante, los Magos de Oriente que, bajo la guía de la estrella, encontraron el camino hacia el pesebre de Belén, son el comienzo de una gran procesión que recorre la historia. Por eso, la liturgia lee el evangelio que habla del camino de los Magos junto con las espléndidas visiones proféticas de Isaías 60 y del Salmo 72, que ilustran con imágenes audaces la peregrinación de los pueblos hacia Jerusalén. Al igual que los pastores que, como primeros huéspedes del Niño recién nacido que yace en el pesebre, son la personificación de los pobres de Israel y, en general, de las almas humildes que viven interiormente muy cerca de Jesús, así también los hombres que vienen de Oriente personifican al mundo de los pueblos, la Iglesia de los gentiles -los hombres que a través de los siglos se dirigen al Niño de Belén, honran en él al Hijo de Dios y se postran ante él. La Iglesia llama a esta fiesta «Epifanía», la aparición del Divino. Si nos fijamos en el hecho de que, desde aquel comienzo, hombres de toda proveniencia, de todos los continentes, de todas las culturas y modos de pensar y de vivir, se han puesto y se ponen en camino hacia Cristo, podemos decir verdaderamente que esta peregrinación y este encuentro con Dios en la figura del Niño es una Epifanía de la bondad de Dios y de su amor por los hombres (cf. Tt 3,4)."
 "Los hombres que entonces partieron hacia lo desconocido eran, en cualquier caso, hombres de corazón inquieto. Hombres movidos por la búsqueda inquieta de Dios y de la salvación del mundo. Hombres que esperaban, que no se conformaban con sus rentas seguras y quizás una alta posición social. Buscaban la realidad más grande. Tal vez eran hombres doctos que tenían un gran conocimiento de los astros y probablemente disponían también de una formación filosófica. Pero no solo querían saber muchas cosas. Querían saber sobre todo lo que es esencial. Querían saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Y por esto querían saber si Dios existía, dónde está y cómo es. Si él se preocupa de nosotros y cómo podemos encontrarlo. No querían solamente saber. Querían reconocer la verdad sobre nosotros, y sobre Dios y el mundo. Su peregrinación exterior era expresión de su estar interiormente en camino, de la peregrinación interior de sus corazones. Eran hombres que buscaban a Dios y, en definitiva, estaban en camino hacia él. Eran buscadores de Dios."


     "Ellos eran también y sobre todo hombres que tenían valor, el valor y la humildad de la fe. Se necesitaba tener valentía para recibir el signo de la estrella como una orden de partir, para salir –hacia lo desconocido, lo incierto, por los caminos llenos de multitud de peligros al acecho. Podemos imaginarnos las burlas que suscitó la decisión de estos hombres: la irrisión de los realistas que no podían sino burlarse de las fantasías de estos hombres. El que partía apoyándose en promesas tan inciertas, arriesgándolo todo, solo podía aparecer como alguien ridículo. Pero, para estos hombres tocados interiormente por Dios, el camino acorde con las indicaciones divinas era más importante que la opinión de la gente. La búsqueda de la verdad era para ellos más importante que las burlas del mundo, aparentemente inteligente."

    "Los Magos siguieron la estrella, y así llegaron hasta Jesús, a la gran luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (cf. Jn 1,9). Como peregrinos de la fe, los Magos mismos se han convertido en estrellas que brillan en el cielo de la historia y nos muestran el camino. Los santos son las verdaderas constelaciones de Dios, que iluminan las noches de este mundo y nos guían. San Pablo, en la carta a los Filipenses, dijo a sus fieles que deben brillar como lumbreras del mundo (cf. 2,15)."


EXTRACTO HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
- Basílica Vaticana - Domingo 6 de enero de 2013



Fuente: vatican.va

El Papa explica en la Epifanía la misión de la Iglesia y el significado de los Reyes Magos







    VATICANO, 06 Ene. 16 / 04:48 am (ACI).- El Papa Francisco aseguró hoy que la misión de la Iglesia es la de anunciar el Evangelio e iluminar la vida de las personas y de los pueblos. Además, pidió seguir la luz que conduce a Jesús y habló de los Reyes Magos como “prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes”.

    Esta mañana, el Pontífice presidió la Misa 
con motivo de la Solemnidad de la Epifanía del Señor en la Basílica de San Pedro y dijo que “la Iglesia no puede pretender brillar con luz propia”, sino que debe brillar “con la luz de Cristo”.

    “Cristo es la luz verdadera que brilla; y, en la medida en que la Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina también la vida de las personas y de los pueblos”, añadió.

    El Papa aseguró que todos necesitan de esta luz puesto que “anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión”.



    “Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. No hay otro camino. La misión es su vocación. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre”.

    El Santo Padre también habló de los Reyes Magos y explicó que son “una prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes, porque son un don del Creador que llama a todos para que lo reconozcan como Padre bueno y fiel”.
    “Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del mundo que son acogidos en la casa de Dios. Delante de Jesús ya no hay distinción de raza, lengua y cultura: en ese Niño, toda la humanidad encuentra su unidad. Y la Iglesia tiene la tarea de que se reconozca y venga a la luz con más claridad el deseo de Dios que anida en cada uno”.

    Francisco señaló que al igual que sucedió con los Magos, “hoy muchas personas viven con el ‘corazón inquieto’, haciéndose preguntas que no encuentran respuestas seguras. También ellos están en busca de la estrella que muestre el camino hacia Belén”.

    La atención que prestaron “a la voz que dentro les empujaba a seguir aquella luz” y la travesía que realizaron “encierra una enseñanza para nosotros.

    “Hoy será bueno que nos repitamos la pregunta de los Magos: ‘¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo’. Nos sentimos urgidos, sobre todo en un momento como el actual, a escrutar los signos que Dios nos ofrece, sabiendo que debemos esforzarnos para descifrarlos y comprender así su voluntad”.

    Para concluir, el Papa afirmó que “estamos llamados a ir a Belén paraencontrar al Niño y a su Madre. Sigamos la luz que Dios nos da. La luz que proviene del rostro de Cristo, lleno de misericordia y fidelidad”.

    “Una vez que estemos ante él, adorémoslo con todo el corazón, y ofrezcámoslenuestros dones: nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestro amor” porque “aquí está la fuente de esa luz que atrae a sí a todas las personas y guía a los pueblos por el camino de la paz”, dijo al terminar.


Fuente: ACIPRENSA

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

La Persona Humana en el Designio

 de Amor de Dios



REFLEXIÓN

Reflexiones Espirituales

Miércoles 06 de Enero


La providencia misericordiosa de Dios, cuando dispuso socorrer en la plenitud de los tiempos al mundo que perecía, determinó salvar a todos los hombres en Cristo.

Ellos forman la incontable descendencia prometida en otro tiempo a Abraham, descendencia que había de ser engendrada no según la carne, sino por la fecundidad de la fe, y que por esto fue comparada a la multitud de las estrellas, para que la esperanza del padre de todas las gentes tuviera por objeto no una progenie terrena, sino celestial.

Entre, entre en la familia de los patriarcas la totalidad de los gentiles, y reciban los hijos de la promesa la bendición de la descendencia de Abraham, a la que han renunciado los hijos según la carne. En la persona de los tres magos adoren todos los pueblos al Autor del universo; y sea Dios conocido no sólo en Judea, sino en todo el orbe, a fin de que en todas partes su fama sea grande en Israel.

Adoctrinados, amadísimos hermanos, por estos misterios de la gracia divina, celebremos, llenos de gozo espiritual, el día de nuestras primicias y el comienzo de la vocación de los gentiles, dando gracias a Dios misericordioso que, como dice el Apóstol, nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido; porque, como había profetizado Isaías, el pueblo de los gentiles que caminaba en tinieblas vio una grande luz; sobre los que habitaban en tierra de sombras brilló un intenso resplandor. De ellos dice el mismo profeta, dirigiéndose al Señor: Tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti.

Éste es el día que Abraham contempló y saltó de gozo, al reconocer a los hijos de su fe que habían de ser bendecidos en su descendencia, que es Cristo; y, al contemplar de antemano que había de ser por su fe padre de todas las gentes, dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios, que lo había prometido, tenía también poder para cumplirlo.

Éste es el día que cantó el salmista, cuando dijo: Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor, bendecirán tu nombre; y también: El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia.

Sabemos que estas predicciones empezaron a cumplirse desde que la estrella hizo salir de su lejano país a los tres magos, para que conocieran y adoraran al Rey de cielo y tierra. Su docilidad es para nosotros un ejemplo que nos exhorta a todos a que sigamos, según nuestra capacidad, las invitaciones de la gracia, que nos lleva a Cristo.

Todos, amadísimos hermanos, debéis emularos en este empeño, a fin de que brilléis como hijos de la luz en el reino de Dios, al cual se llega por la integridad de la fe y por las buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con Dios Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

FUENTE: Liturgia de las Horas

LA FRASE DEL DÍA

La Frase del Día de Hoy

Miércoles 06 de Enero


EVANGELIO

Evangelio del Día. Tiempo de Navidad.

 Solemnidad de la Epifanía del Señor

Miércoles 06 de Enero


Libro de Isaías 60,1-6.

¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti!
Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti.
Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora.
Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos.
Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti.
Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor.



Salmo 72(71),2.7-8.10-11.12-13.

Para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud.
Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;

que domine de un mar hasta el otro,
y desde el Río hasta los confines de la tierra.
Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo.
Que los reyes de Arabia y de Sebá le traigan regalos;

que todos los reyes le rindan homenaje
y lo sirvan todas las naciones.
Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.

Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes.



Carta de San Pablo a los Efesios 3,2-3a.5-6.

Hermanos:
Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes.
Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras.
que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.
Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.


FUENTE: ©Evangelizo.org

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

Meditación del Evangelio . Solemnidad 

Miércoles 06 de Enero


HIMNO

Recemos con la Iglesia. Semana II

 De la Solemnidad

Miércoles 06 de Enero


SOLEMNIDAD

Solemnidad de la Epifanía del Señor

Miércoles 06 de Enero  

La Epifanía, que en griego significa «aparición» o «revelación», es una fiesta destinada a celebrar principalmente la revelación de Jesucristo a los Magos o Sabios de Oriente, los cuales, por inspiración particular del Todopoderoso, fueron a adorarle, poco después de su nacimiento. Sin embargo el carácter litúrgico del día conmemora igualmente -y así lo recoge el Martirologio Romano- otras dos manifestaciones del Señor: la primera es la de su bautismo, en el que el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma, al mismo tiempo que una voz del cielo decía: «Este es mi Hijo muy amado, en el que tengo mis complacencias»; la segunda es la revelación de su poder, en el primero de sus signos: la transformación del agua en vino, en Caná, donde manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él. Por todo esto la festividad merece respeto y reverencia, especialmente por parte de nosotros los gentiles, que en tal fecha fuimos llamados a la fe y adoración del verdadero Dios, en la persona de los Magos.

Sin decirnos cuántos eran, la Biblia llama «magos» o «sabios» a los gentiles que acudieron a Belén a rendir homenaje al Redentor del mundo, obedeciendo al divino llamado. La opinión común, apoyada por la autoridad de San León, Cesario, Beda y otros, sostiene que eran tres. En todo caso, el número era reducido en comparación con el de aquellos que vieron la estrella y no le prestaron atención; admiraron su brillo extraordinario y permanecieron sordos a su mensaje; esclavizados por su egoísmo y sus pasiones, endurecieron sus corazones al llamamiento del Señor. Decididos a seguir el divino llamamiento, a pesar de todos los peligros, los Magos se informaron en Jerusalén y fueron hasta la misma corte del rey Herodes preguntando: «¿Dónde ha nacido el Rey de los Judíos?» De acuerdo con las profecías de Jacob y David, toda la nación judía estaba en espera del Mesías. Como las profecías detallaban las circunstancias de su nacimiento, los Magos supieron pronto, por las informaciones del Sanhedrín o gran Consejo de los judíos, que el profeta Miqueas había predicho, muchos siglos antes, que el Mesías nacería en Belén.

Los Magos se pusieron inmediatamente en camino, a pesar del mal ejemplo que les daban los miembros del Sanhedrín, ya que ningún escriba, ni sacerdote se mostró dispuesto a acompañarles a buscar y rendir homenaje a su propio Rey. Para fortalecer su fe, Dios hizo brillar nuevamente la estrella en cuanto salieron de Jerusalén, y ésta los guió hasta el sitio en que se hallaba el Salvador que venían a adorar. Deteniéndose sobre la cueva, la estrella parecía decirles: «Aquí encontraréis al Rey que os ha nacido». Los Magos penetraron en el pobre albergue, más lleno de gloria que todos los palacios del mundo, donde encontraron al Niño con su Madre. Postrándose, le adoraron y le entregaron sus corazones. San León celebra la fe y devoción de los Magos con estas palabras: «La estrella los llevó a adorar a Jesús; pero no encontraron a éste venciendo a los demonios, o resucitando a los muertos, o dando vista a los ciegos y voz a los mudos. Jesús no hacía milagros. Estaba allí como un recién nacido, sin palabra y totalmente dependiente de su Madre. Su poder estaba oculto y su único milagro era la humildad». Los Magos ofrecieron a Jesús los más ricos productos de sus tierras: oro, incienso y mirra. El oro, para manifestar que reconocían su dignidad real; el incienso, como una confesión de su divinidad; la mirra, como símbolo de que se había hecho hombre para redimir al mundo. Pero sus más ricos regalos fueron las disposiciones en que se hallaban: su ardiente caridad, simbolizada en el oro; su devoción, figurada por el incienso, y la total entrega, representada por la mirra.

La más antigua mención de la celebración de una fiesta cristiana el 6 de enero, parece ser la de los «Stromata» (1:21) de Clemente de Alejandría, quien murió antes del año 216. Dicho autor afirma que la secta de los Basilianos celebraba la conmemoración del Bautismo del Señor con gran solemnidad, en fechas que parecen corresponder al 10 y al 6 de enero. Esto tendría en sí mismo poca importancia, si no existieran abundantes pruebas de que en los dos siglos siguientes, el 6 de enero se convirtió en una festividad principal en la Iglesia de Oriente, y que tal festividad estaba estrechamente relacionada con el Bautismo del Señor. En un documento conocido con el nombre de «Cánones de Atanasio», cuyo texto pertenece básicamente a la época de san Atanasio, digamos hacia el año 370, el autor nos dice que las tres fiestas más importantes del año eran Pascua, Pentecostés y Epifanía. El mismo documento prescribe a los obispos que reúnan a los pobres en las ocasiones solemnes, particularmente «en la gran fiesta del Señor» (Pascua), en Pentecostés, «cuando el Espíritu Santo descendió sobre su Iglesia», y en «la fiesta de la Epifanía del Señor en el mes de Tubi, es decir, la fiesta de su Bautismo» (canon 16). El canon 66 repite: «la fiesta de la Pascua, la fiesta de Pentecostés y la fiesta de la Epifanía, que es el decimoprimero día del mes de Tubi.»

Según las ideas del Oriente, la primera manifestación del Salvador a los gentiles coincide con las divinas palabras: «Este es mi Hijo muy amado, en el que tengo mis complacencias». Los Padres griegos opinan que la Epifanía, llamada también por ellos «Teofanía» («Manifestación de Dios») e «Iluminación», se identificaba originalmente con la escena del Jordán. En un sermón predicado en Antioquía, el año 386, san Juan Crisóstomo se pregunta: «¿Por qué se llama Epifanía, no al día del nacimiento del Señor sino al día de su Bautismo?» Y, después de discutir algunos detalles de la observancia litúrgica, especialmente el agua bendita que los fieles llevaban a sus casas y conservaban todo el año (el santo se inclina a pensar que el hecho de que el agua no se corrompa es un milagro), responde a su propia pregunta: «Llamamos Epifanía al día del Bautismo del Señor, porque al nacer no se manifestó a todos, como lo hizo en el Bautismo. Hasta ese momento había permanecido oculto al pueblo». También san Jerónimo, que vivía cerca de Jerusalén, testifica que la única fiesta que se celebraba entonces allí era la del 6 de enero, para conmemorar el nacimiento y el Bautismo de Jesús. A continuación explica que la idea de «manifestación» no se aplica propiamente al nacimiento, «porque Jesús permaneció entonces oculto y no se reveló», sino más bien al Bautismo en el Jordán, «cuando el cielo se abrió sobre Cristo».

Fuera de Jerusalén, donde, según nos dice Egeria (c. 395), cuyo testimonio concuerda con el de san Jerónimo, la fiesta de la Navidad y la Epifanía se celebraban el mismo día (6 de enero). La costumbre occidental de celebrar por separado la Navidad el 25 de diciembre se impuso en el siglo IV, y se difundió rápidamente, desde Roma a todo el Oriente cristiano. San Juan Crisóstomo nos informa que el 25 de diciembre fue celebrado por primera vez en Antioquía, hacia el año 376. Constantinopla adoptó dicha fiesta, dos o tres años más tarde, y san Gregorio de Nissa, en la oración fúnebre por su hermano san Basilio, explica que la Capadocia adoptó la costumbre hacia la misma época. Por otra parte, la festividad del 6 de enero, de origen oriental indudablemente, se convirtió en fiesta de la Iglesia de Occidente, como una especie de compensación, antes de la muerte de san Agustín. La encontramos registrada por primera vez en Vienne, en la Galia. El historiador pagano Amiano Marcelino, describiendo la visita del emperador Juliano a las iglesias, habla de «la fiesta de enero que los cristianos llaman Epifanía». San Agustín acusa a los donatistas de no haber adoptado, como los católicos, la nueva festividad de la Epifanía. Alrededor del año 380 se celebraba ya dicha festividad en Zaragoza, y en el año 400 era una de las fiestas en que estaban prohibidos los juegos del circo.

Sin embargo, aunque el día de la celebración era el mismo, el carácter de la fiesta de la Epifanía en Oriente y Occidente era distinto. En Oriente, el motivo principal de la fiesta sigue siendo hasta el día de hoy el Bautismo del Señor, y la gran bendición del agua es uno de los ritos principales. En Occidente, por el contrario, se hace hincapié en el viaje y la adoración de los magos. Así sucedía ya desde la antigüedad, como lo demuestran los sermones de san Agustín y san León. Cierto que el Bautismo del Señor y el milagro de Caná están incluidos también en la fiesta; pero, aunque encontramos en san Paulino de Nola (principios del siglo V), y un poco después en san Máximo de Turín, alusiones muy claras a estos dos hechos en su interpretación de las solemnidades del día, hay que reconocer que en la práctica la Iglesia de Occidente sólo celebra la revelación del Señor a los gentiles, representados por los Magos.

FUENTE: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI