sábado, 12 de octubre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 13 de Octubre - San Marcos 10,17-30.


    Libro de la Sabiduría 7,7-11.

    Por eso oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría.
    La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella.
    No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro.
    La amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso.
    Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.

    Palabra de Dios.


Salmo 90(89),12-13.14-15.16-17.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores.

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Alégranos por los días en que nos afligiste,
por los años en que soportamos la desgracia.

Que tu obra se manifieste a tus servidores,
y que tu esplendor esté sobre tus hijos.
Que descienda hasta nosotros
la bondad del Señor;

que el Señor, nuestro Dios,
haga prosperar la obra de nuestras manos.


    Carta a los Hebreos 4,12-13.

    Hermanos: La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
    Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas.

    Palabra de Dios.


    Evangelio según San Marcos 10,17-30.

    Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".
    Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
    Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
    El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
    Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
    El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
    Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
    Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
    Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
    Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
    Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
    Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".
    Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.

    Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 13 de Octubre - «Jesús, poniendo sobre él su mirada, le amó»


 San John Henry Newman (1801-1890) teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra Sermón  - PPS III, n° 9


«Jesús, poniendo sobre él su mirada, le amó»
        
    Dios te mira, seas quien seas. Y «te llama por tu nombre» (Jn 10,3). Te ve y te comprende, él que te ha hecho. Todo lo que hay en ti, lo sabe: todos tus sentimientos, tus pensamientos, tus inclinaciones, tus gustos, tu fuerza y tu debilidad... No es solamente porque formas parte de su creación, él que se preocupa incluso de los gorriones (Mt 10,29), sino porqué tú eres un hombre rescatado y santificado, su hijo adoptivo, gozando en parte de esta gloria y de esta bendición que eternamente él derrama sobre el Hijo único.

    Tú has sido escogido para ser su propiedad... Tú eres uno de aquellos por quienes Cristo ha ofrecido al Padre su última plegaria y la ha sellado con su sangre preciosa. ¡Qué pensamiento tan sublime, un pensamiento casi demasiado grande para nuestra fe ! Cuando nos detenemos a reflexionarlo, ¿cómo no reaccionar como Sara que se ha reído de una tan gran maravilla y, al mismo tiempo, de confusión? (Gn 18,12). «¿Qué es el hombre», quienes somos nosostros, quien soy yo, para que el hijo de Dios «se acuerde tanto de nosotros?» (Sl 8,5) ¿Quién soy yo... para que me haya renovado totalmente..., y para que haga de mi corazón su morada?

SANTORAL - SAN EDUARDO, EL CONFESOR

13 de Octubre


    Después del abandono, las luchas y la opresión durante el reinado de los dos soberanos daneses, Harold Harefoot y Artacanuto, el pueblo inglés acogió con júbilo al representante de la antigua dinastía inglesa, San Eduardo el Confesor. Las cualidades que merecieron a Eduardo ser venerado como santo, se referían más bien a su persona que a su administración como soberano pues era un hombre piadoso, amable y amante de la paz. Eduardo era hijo de Eteredo y de la normanda Ema. Durante la época de la supremacía danesa, fue enviado a Normandía cuando tenía 10 años y regresó a su patria en 1042 cuando fue elegido rey. A la edad de 42 años contrajo matrimonio con Edith, la hija del Conde Godwino, la mayor amenaza para su reino. La tradición sostiene que San Eduardo y su esposa guardaron perpetua continencia por amor a Dios y como un medio para alcanzar la perfección.

    La administración justa y equitativa de San Eduardo le hizo muy popular entre sus súbitos. La perfecta armonía que reinaba entre él y sus consejeros se convirtió más tarde en el sueño dorado ya que durante el reinado de Eduardo, los barones normandos y los representantes del pueblo inglés ejercieron una profunda influencia en la legislación y el gobierno. Uno de los actos más populares del reinado de San Eduardo fue la supresión del impuesto para el ejército; los impuestos recaudados de casa en casa en la época del santo fueron repartidos entre los pobres.

    Durante el destierro en Normandía, San Eduardo había prometido ir en peregrinación al sepulcro de San Pedro en Roma, si Dios se dignaba poner término a las desventuras de su familia. Después de su ascenso al trono, convocó un concilio y manifestó públicamente la promesa con que se había ligado. Sin embargo, la Asamblea le manifestó que con su partida se abriría el camino a las disensiones en el interior del país y los ataques de las potencias extranjeras. El rey decidió someter el asunto a juicio del Papa San León IX, quien le sugirió repartir el dinero que habría gastado en el viaje entre los pobres, y construir un monasterio en honor a San Pedro.

    El último año de vida del santo se vio turbado por la tensión entre el Conde Tostig Godwinsson de Nortumbría y sus súbitos; finalmente el monarca tuvo que desterrar al conde. Falleció en 1065. La canonización de San Eduardo tuvo lugar en 1161, y dos años después de que su cuerpo se mantenía incorrupto, fue trasladado por Santo Tomás Becket a una capilla del coro de la abadía de Westminster, de la cual San Eduardo fue su promotor, el 13 de octubre, fecha en que se celebra actualmente su fiesta.

Oremos

    Glorioso San Eduardo, tú que nos mostraste tu devoción  a Dios con paciencia, gentileza y generosidad. Pide a Dios la Gracia para que podamos servirlo fortaleciendo el Reino de Dios a través de la oración paciente y ayuda a nuestros hermanos necesitados. Enséñanos a ver en el mundo presente la preparación  del otro que no tendrá fin, a juzgar los acontecimientos humanos con vistas a sus resultados eternos. Por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina. Amén

-FRASE DEL DÍA-