sábado, 7 de noviembre de 2015

LITURGIA

Posturas y Gestos Corporales en la Misa

Liturgia en la Misa

Es un símbolo de unidad de aquellos que se han reunido para rendir culto.




La invocación del Espíritu Santo o Epíclesis, al poner el sacerdote las manos sobre el cáliz, es el momento para que los fieles se arrodillen. Narración de la institución de la Eucaristía: El canon puede variar, pero, las palabras no varían en la narración. Al terminar la narración, y antes de formular las palabras de la Consagración, el sacerdote se inclina sobre el altar con el fin de separar lo que era una narración y lo que ahí va a suceder.

El sacerdote eleva primero el pan diciendo las palabras de la Consagración, hace una genuflexión, eleva el vino diciendo las palabras correspondientes y vuelve a hacer una genuflexión. La Consagración es el punto central de la Misa, la parte más importante, porque se vuelve a celebrar el sacrificio incruento de la Cruz. Al terminar el sacerdote dice: “Este es el misterio de nuestra fe”, como invitación a los fieles a que se adhieran conscientemente al misterio de la Iglesia. En esta parte se pide por los vivos, por los santos, se conmemoran a los difuntos y el sacerdote hace su petición personal.

HIMNO

Recemos con la Iglesia

Sábado 07 de Noviembre


REFLEXIÓN

Reflexiones Espirituales

Sábado 07 de Noviembre


LA FRASE DEL DÍA

La Frase del Día de Hoy

Sábado 07 de Noviembre


EVANGELIO

Evangelio del Día de la Semana XXXI

 Del Común de la Santísima Virgen María. Salterio III

Sábado 07 de Noviembre



Carta de San Pablo a los Romanos 16,3-9.16.22-27.


Saluden a Prisca y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús.
Ellos arriesgaron su vida para salvarme, y no sólo yo, sino también todas las iglesias de origen pagano, tienen con ellos una deuda de gratitud.
Saluden, igualmente, a la Iglesia que se reúne en su casa. No se olviden de saludar a mi amigo Epéneto, el primero que se convirtió a Cristo en Asia Menor.
Saluden a María, que tanto ha trabajado por ustedes;
a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de cárcel, que son apóstoles insignes y creyeron en Cristo antes que yo.
Saluden a Ampliato, mi amigo querido en el Señor;
a Urbano, nuestro colaborador en Cristo, y también a Estaquis, mi querido amigo.
Salúdense mutuamente con el beso de paz. Todas las Iglesias de Cristo les envían saludos.
Yo, Tercio, que he servido de amanuense, los saludo en el Señor.
También los saluda Gayo, que me brinda hospedaje a mí y a toda la Iglesia. Finalmente, les envían saludos Erasto, el tesorero de la ciudad y nuestro hermano Cuarto.

¡Gloria a Dios, que tiene el poder de afianzarlos, según la Buena Noticia que yo anuncio, proclamando a Jesucristo, y revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad
y que ahora se ha manifestado! Este es el misterio que, por medio de los escritos proféticos y según el designio del Dios eterno, fue dado a conocer a todas las naciones para llevarlas a la obediencia de la fe.
¡A Dios, el único sabio, por Jesucristo, sea la gloria eternamente! Amén.



Salmo 145(144),2-3.4-5.10-11.

Señor, día tras día te bendeciré,
y alabaré tu Nombre sin cesar.
¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza:
su grandeza es insondable!

Cada generación celebra tus acciones
y le anuncia a las otras tus portentos:
ellas hablan del esplendor de tu gloria,
y yo también cantaré tus maravillas.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

Meditación del Evangelio del Día de la Semana XXXI Del Común de la Santísima Virgen María. Salterio III

Sábado 07 de Noviembre


SANTORAL

Santoral del Día de la Semana XXXI

Sábado 07 de Noviembre





San Wilibrordo nació en Nortumbría en el 658. Antes de cumplir los siete años, sus padres le enviaron al monasterio de Ripon, gobernado entonces por san Wilfrido. A los veinte años, Wilibrordo emigró a Irlanda, donde se reunió con san Egberto ysan Wigberto, quienes habían ido a estudiar en las escuelas conventuales de dicho país, en busca de una vida monacal más perfecta. Con ellos estudió san Wilibrordo durante siete años las ciencias sagradas. San Egberto tenía la intención de trasladarse al norte de Alemania para predicar el Evangelio, pero no pudo realizar su proyecto. Su compañero, san Wigberto, volvió a Irlanda al cabo de dos años de evangelizar sin éxito alguno. Entonces san Wilibrordo, quien tenía treinta y un años y acababa de recibir la ordenación sacerdotal, pidió a sus superiores que le enviasen a esa misión tan ardua y peligrosa. Sus superiores accedieron, y Wilibrordo partió con otros once monjes ingleses, entre los que se contaba san Wigberto.



El año 690, desembarcaron en la desembocadura del Rin; de allí se dirigieron a Utrecht y después a la corte de Pipino de Heristal, quien los alentó a evangelizar la región de la baja Frieslandia, situada entre el Mosa y el mar. Pipino había arrebatado esa región al pagano Radbodo. San Wilibrordo fue antes a Roma, donde se postró a los pies del papa san Sergio I y le pidió permiso de evangelizar las naciones idólatras. El Pontífice le concedió amplia jurisdicción y le dio reliquias para la consagración de iglesias. San Wilibrordo y sus compañeros predicaron con éxito en la región de Frieslandia que los francos habían conquistado. San Wilfrido consagró obispo a san Wigberto en Inglaterra. Tal vez ello molestó a Pipino, porque Wigberto partió pronto a evangelizar a los boructvaros, una tribu germánica. Pipino envió entonces a san Wilibrordo a Roma, con una carta en la que recomendaba al Papa que le consagrase obispo.



San Sergio le recibió con grandes honores, sentado en la cátedra de San Pedro, cambió el nombre del santo por el de Clemente y le ordenó obispo de los frisios en la basílica de Santa Cecilia, el día de la fiesta de esta santa, en el año 696. San Wilibrordo sólo permaneció en Roma dos semanas antes de volver a Utrecht, donde fijó su sede y construyó la iglesia del Salvador. El celo infatigable con que trabajó por la conversión de los paganos, demostró que con la consagración episcopal había recibido del cielo una gracia especial para ensanchar el Reino de Díos. Algunos años después de su consagración, ayudado por Pipino y por la abadesa santa Irmina, fundó en Luxemburgo la abadía de Echternach, que pronto se convirtió en el centro de su influencia.



San Wilibrordo misionó también en la Frieslandia superior, donde todavía reinaba Radbodo y llegó hasta Dinamarca; pero lo único que consiguió allí fue comprar a treinta jóvenes daneses, a quienes instruyó, bautizó y llevó consigo en su viaje de vuelta. Alcuino cuenta que, en ese viaje, una tempestad desvió al navío hacia la isla de Heligoland, que los daneses y los frisios consideraban como tierra sagrada. En aquella isla constituía un sacrilegio matar a los animales, comer los productos de la tierra y sacar agua de las fuentes, sin observar profundo silencio. Para desengañar a los habitantes, san Wilibrordo mató algunos animales para dar de comer a sus acompañantes y bautizó a tres personas en una fuente, pronunciando en voz alta las palabras rituales. Los idólatras, que creían que san Wilibrordo se iba a volver loco o iba a caer muerto en el acto, no sabían si atribuir a la clemencia o a la impotencia de su dios, el hecho de que nada sucediese al santo. Finalmente, decidieron informar del suceso a Radbodo, quien mandó echar suertes para elegir a una víctima cuyo sacrificio aplacase al dios. La suerte recayó sobre un miembro de la comitiva de san Wilibrordo, que fue sacrificado por la superstición del pueblo y murió mártir de Jesucristo. Después de Heligoland, san Wilibrordo visitó Walcheren, donde, con su caridad y paciencia, convirtió a muchos paganos. Cuando derribó y destruyó a un ídolo, uno de los sacerdotes paganos le persiguió para darle muerte, pero el santo consiguió escapar y volvió sano y salvo a Utrecht. El año 714 nació Carlos Martel, hijo de Pipino el Breve, quien fue más tarde rey de los francos. San Wilibrordo le bautizó y, según cuenta Alcuino, predijo que su gloria superaría a la de todos sus predecesores.



El año 715, Radbodo reconquistó la parte de Frieslandia que había perdido y perjudicó mucho a la obra de san Wilibrordo, pues destruyó iglesias, mató misioneros y obligó a muchos a apostatar. San Wilibrordo tuvo que huir, pero Radbodo murió el año 719, y el santo pudo predicar de nuevo con entera libertad en toda la región. San Bonifacio le ayudó en ese trabajo, ya que pasó tres años en Frieslandia antes de ir a Alemania. Beda dice en su historia, escrita hacía el año 731: «Wilibrordo, llamado también Clemente, vive todavía. Es un anciano venerable, que lleva treinta y seis años de ser obispo y suspira por el premio celestial, tras haber superado muchas pruebas espirituales». El beato Alcuino le describe como hombre de estatura regular, de aspecto venerable y elegante, de palabra y carácter llenos de gracia y alegría, prudente en el consejo, incansable en la predicación y el ministerio apostólico, atento siempre a no descuidar la oración pública, la meditación y la lectura espiritual. San Wilibrordo y sus compañeros implantaron la fe en muchas regiones de Holanda y de los Países Bajos, en las que san Amando y san Lebvino no llegaron a penetrar. Gracias a sus labores, los frisios, que constituían un pueblo bárbaro y rudo, se civilizaron y progresaron en la virtud, poco a poco. Con frecuencia se califica al santo de «Apóstol de Frisia», título al que tiene perfecto derecho, pero no hay que olvidar que san Wigberto desempeñó también un papel muy importante en los primeros años de la misión y aun parece haber sido la principal cabeza. Por lo demás, los frisios, como los otros pueblos, no se convirtieron con la rapidez que los hagiógrafos medievales suponen. «Wilibrordo fue para Inglaterra lo que Columba había sido para Irlanda, ya que inauguró un siglo de influencia espiritual de Inglaterra en el continente» (W. Levison).



San Wilibrordo acostumbraba ir de vez en cuando a hacer un retiro en Echternach. Al fin de su vida, se retiró definitivamente a dicho monasterio, donde murió a los ochenta y un años de edad, el 7 de noviembre del 739. Fue sepultado en la iglesia abacial, que desde entonces se convirtió en sitio de peregrinación. En dicho santuario se celebra, el miércoles de Pentecostés, una curiosa ceremonia llamada «la danza de los santos». No sabemos qué origen tiene, pero lo cierto es que se ha llevado a cabo desde 1553 hasta el presente (excepto de 1786 a 1802). Se trata de una procesión que va desde el puente del Sure hasta el santuario. Los participantes, en filas de cinco y tomados de la mano, avanzan bailando al son de la música; por cada tres pasos que dan hacia adelante dan dos hacia atrás. En la procesión toman parte sacerdotes, religiosos y aun obispos, y la ceremonia termina con la bendición del Santísimo. Cualesquiera que sean sus orígenes, el hecho es que la procesión reviste actualmente un carácter penitencial y tiene por fin rogar por los epilépticos y por todos los que sufren enfermedades mentales. La fiesta de san Wilibrordo se celebra también en Holanda y en la diócesis inglesa de Hexham.

Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

SANTORAL

Santoral del Día de la Semana XXXI 

Del Común de la Santísima Virgen María.

 Salterio III

Sábado 07 de Noviembre





MARÍA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS

Maternidad espiritual de María

La Santísima Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la Divina Providencia, fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor, y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia.(Lumen Gentium, 61)

María, Mediadora

62.Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la Cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Santísima Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.

Porque ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única. La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador. (Lumen Gentium, 62)