sábado, 28 de agosto de 2021

EVANGELIO DEL DÍA - 29 de Agosto - San Marcos 7,1-8.14-15.21-23.





Deuteronomio 4,1-2.6-8.

Moisés habló al pueblo, diciendo: "Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres.
No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo.
Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: "¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!".
¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos?.
¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?.

Palabra de Dios.


Salmo 15(14),2-3a.3cd-4ab.4cd-5.

El que procede rectamente
y practica la justicia;
el que dice la verdad de corazón
y no calumnia con su lengua.

El que no hace mal a su prójimo
ni agravia a su vecino,
el que no estima a quien Dios reprueba
y honra a los que temen al Señor.

El que no se retracta de lo que juró,
aunque salga perjudicado;
El que no se retracta de lo que juró,
aunque salga perjudicado;

el que no presta su dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que procede así, nunca vacilará.


Epístola de Santiago 1,17-18.21b-22.27.

Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación.
El ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación.
Dejen de lado, entonces, toda impureza y todo resto de maldad, y reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos.
Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.
La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.

Palabra de Dios.


Evangelio según San Marcos 7,1-8.14-15.21-23.

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?".
El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres".
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".

Palabra del Señor.

-PROPÓSITO DEL DÍA-



Oremos.

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén.

 

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 29 de Agosto - «Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo» (Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23).



 
San Juan Pablo II
Catequesis (extracto), Audiencia general, 05-11-1986

«Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo»  (Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23).

5. Acabamos de escuchar las palabras de Jesús que describen el pecado como algo que proviene «del corazón» del hombre, de su interior. Ellas ponen de relieve el carácter esencial del pecado. Al nacer del interior del hombre, en su voluntad, el pecado, por su misma esencia, es siempre un acto de la persona (actus personae). Un acto consciente y libre, en el que se expresa la libre voluntad del hombre. Solamente basándose en este principio de libertad, y por consiguiente en el hecho de la deliberación, se puede establecer su valor moral. Sólo por esta razón podemos juzgarlo como mal en el sentido moral, así como juzgamos y aprobamos como bien un acto conforme a la norma objetiva de la moral, y en definitiva a la voluntad de Dios. Solamente lo que nace de la libre voluntad implica responsabilidad personal: y sólo en este sentido, un acto consciente y libre del hombre que se oponga a la norma moral (a la voluntad de Dios), a la ley, al mandamiento y en definitiva a la conciencia, constituye una culpa.

6. En este sentido individual y personal la Sagrada Escritura habla del pecado, ya que éste por principio hace referencia a un determinado sujeto, al hombre que es su artífice. Aunque en algunos pasajes aparece la expresión «el pecado del mundo«, el anterior sentido no queda descalificado, al menos en lo que se refiere a la causalidad y responsabilidad del pecado: lo puede ser solamente un ser racional y libre que se encuentre en este mundo, es decir, el hombre (o en otra esfera de seres, también el espíritu puro creado, es decir, el «ángel», como hemos visto en catequesis anteriores).

SANTORAL DEL DÍA - 29 DE AGOSTO - MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA

 


Cada 29 de agosto la Iglesia Católica conmemora el Martirio de San Juan Bautista, quien murió decapitado por anunciar y denunciar la verdad. Juan Bautista es el único santo en la Iglesia a quien se le celebra su nacimiento (24 de junio) y su muerte por medio del martirio. Esta memoria “se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste, en Samaria, donde, ya a mediados del siglo IV, se veneraba su cabeza. Su culto se extendió después a Jerusalén, a las Iglesias de Oriente y a Roma, con el título de Decapitación de san Juan Bautista”, según explicó Benedicto XVI en 2013.

Añadió que “en el Martirologio romano se hace referencia a un segundo hallazgo de la preciosa reliquia, transportada, para la ocasión, a la iglesia de San Silvestre en Campo Marzio, en Roma. Estas pequeñas referencias históricas nos ayudan a comprender cuán antigua y profunda es la veneración de San Juan Bautista”.

El relato de la muerte de San Juan Bautista está en el Evangelio de San Marcos, capítulo 6, del 17 al 29, en el que narra el banquete ofrecido por Herodes por su cumpleaños, donde danzó Salomé, hija de Herodías, la esposa de su hermano con quien tenía una relación adúltera.

Según el relato del evangelio, "Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: 'No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano'. Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto". El baile le gustó tanto a Herodes que le prometió a la joven cumplirle cualquier deseo. Por eso ella, a sugerencia de su madre, pide la cabeza de Juan Bautista, la cual le fue entregada en una bandeja.

San Juan Bautista, mártir de la verdad

El 30 de agosto de 2012, Benedicto XVI dedicó su catequesis de la Audiencia General a esta memoria. "La Iglesia celebra hoy la memoria del Martirio de San Juan Bautista, el precursor de Jesús, que testimonia con su sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios. Su vida nos enseña que cuando la existencia se fundamenta sobre la oración, sobre una constante y sólida relación con Dios, se adquiere la valentía de permitir que Cristo oriente nuestros pensamientos y nuestras acciones", dijo.

Benedicto XVI destacó que "celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es verdad y no hay componendas".

"La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el 'martirio' de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida si la relación con Dios es sólida".

"La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante y confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor. Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida", agregó.

Oremos

Dios nuestro, que quisiste que San Juan Bautista fuera el precursor de tu Hijo, tanto en su nacimiento como en su muerte, concédenos que, así como él dio su vida por dar testimonio de la verdad y de la justicia, así también nosotros entreguemos generosamente la nuestra al testimonio y servicio del Evangelio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

ELEMENTOS MATERIALES DE LA LITURGIA



 Blanco del Altar - Manutergio

    La Instrucción General del Misal Romano dice: “El sacerdote se lava las manos, expresando por este rito su deseo de purificación interior”. Son las manos que dentro de poco se elevarán sosteniendo la oración de la Iglesia, y consagrarán el Cuerpo y la Sangre del Señor. Consciente de su debilidad, el sacerdote hace un gesto penitencial delante de los hermanos porque no se siente digno, ni ante Dios ni ante la comunidad, de elevar esas manos en nombre de todos ante Dios. Cuando se inclina el sacerdote repite en voz baja unas palabras del libro de Daniel (“Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable a ti, Señor, Dios nuestro”: Daniel 3,39-40), y mientras se lava, repite las palabras del Salmo 51 (“Lava del todo mi delito, Señor, y limpia mi pecado”).