sábado, 22 de marzo de 2025

MES DE SAN JOSÉ

VIGÉSIMO TERCER DÍA: MUERTE DE SAN JOSÉ (II)


 Muerte de San José (II)

    Sé que mi redentor está vivo, decía Job. Cuántas veces debió San José repetir esta frase, y con cuánto consuelo la diría hasta el último momento, cuando entre los brazos de su Jesús entregaba a su Creador su alma tan pura y afectuosa. El último instante sonó, un débil suspiró se escapa de sus labios benditos; el cuerpo santo, virginal, laborioso, retumba sobre el lecho fúnebre; María besa las manos de su santo amigo; Jesús le cierra los ojos. José ya no está. La más deliciosa muerte ha coronado la vida más santa. Para todos nosotros, y sobre todo para aquellos que se llama, equivocadamente los, felices del siglo, la muerte es el gran pavor de la vida; al verla al fin del camino, bien se querría volver la vista. Terrible en su certidumbre y en su incertidumbre, porque estamos seguros de morir m, pero no del modo ni del momento. ¿Cómo llegar a desearla? Es el secreto de la virtud. Los santos no temen la muerte, la desean; las almas puras, las almas caritativas, los amigos de los pobres, aquellos que han buscado con amor el servicio de Jesucristo, aquellos que amaron a Dios, aquellos que honraron a María y José, no temen la muerte; es una fiesta para los corazones inocentes; es un tranquilo pasaje para los verdaderos cristianos. Roguemos a San José que nos agarre la mano en ese temible momento, y preparémonos a esta gracia mediante una vida pura piadosa.


Oración

    Oh bienaventurado José, padre nutricio de Jesús, esposo de María, me consagro a tu culto y me entrego a todo a ti, Sé mi padre, mi protector y mi guía en los caminos de salvación; obtén para mí una gran e de corazón y de alma, la gracia de hacer mis actos en unión con Jesús y María, obtenme finalmente el favor supremo, el de una santa muerte. 

    San José, que moriste entre los brazos de Jesús y de María, ruega por nosotros.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"

 


EVANGELIO - 23 de Marzo - San Lucas 13,1-9.

 

    Libro del Exodo 3,1-8a.13-15.

    Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb.
    Allí se le apareció el Angel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: "Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?".
    Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: "¡Moisés, Moisés!". "Aquí estoy", respondió el.
    Entonces Dios le dijo: "No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa".
    Luego siguió diciendo: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.
    El Señor dijo: "Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. 
Sí, conozco muy bien sus sufrimientos.
    Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos.
    Moisés dijo a Dios: "Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?".
    Dios dijo a Moisés: "Yo soy el que soy". Luego añadió: "Tú hablarás así a los israelitas: "Yo soy" me envió a ustedes".
    Y continuó diciendo a Moisés: "Tu hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre y así será invocado en todos los tiempos futuros.


Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8.11.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

El Señor hace obras de justicia
y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés
y sus proezas al pueblo de Israel.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;


    Carta I de San Pablo a los Corintios 10,1-6.10-12.

    Porque no deben ignorar, hermanos, que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés.
    También todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual.
    En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo.
    A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.
    Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres.
    No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Angel exterminador.
    Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final.
    Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!


    Evangelio según San Lucas 13,1-9.

    En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.
    El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?
    Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
    ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
    Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".
    Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
    Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'.
    Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.
    Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 23 de Marzo - “Con Dios la sabiduría y el poder”


San Gregorio Magno (c. 540-604) papa y doctor de la Iglesia Morales sobre el libro de Job, XI (SC 212. Morales sur Job, Cerf, 1974)


“Con Dios la sabiduría y el poder” 
          
    “En los cabellos blancos está la sabiduría y en la edad avanzada, la inteligencia” (Jb 12,12). Estas firmes palabras acerca de la raíz de la sabiduría, toman toda su fuerza en el arte de vivir, en la prueba de la acción. Pero como frecuentemente es otorgada una larga vida sin que sea concedida la gracia de la sabiduría, es lógico nombrar ahora al que dispensa los dones.

    “Pero con Dios están la sabiduría y el poder, a él pertenecen el consejo y la inteligencia” (Jb 12,13). Aplicamos estas palabras pertinentes al Hijo único del Padre soberano, tomando consciencia que él es la sabiduría y la fuerza de Dios. Pablo también da testimonio a nuestra inteligencia cuando dice que es “Cristo fuerza y sabiduría de Dios” (1 Cor 1,24). Él, que es siempre en Dios porque “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1).

    Dios posee el consejo y la inteligencia. Consejo, porque ordena a sus actos; inteligencia, porque conoce los nuestros. La palabra consejo puede designar también la lentitud de su juicio secreto, ya que puede tardar en tocar al culpable. No porque no vea sus carencias a la justicia, sino para que veamos que la condenación diferida, en la perspectiva de una penitencia, procede de su consejo, aparentemente tardío.

SANTORAL - SAN TORIBIO ALFONSO DE MOGROVEJO

23 de Marzo


    Obispo (1538-1606) Toribio, arzobispo de Lima, es uno de los eminentes prelados de la hora de la evangelización. El concilio plenario americano del 1900 lo llamó: "la lumbrera mayor de todo el episcopado americano". Era la hora de llevar la fe cristiana al imperio inca peruano lo mismo que en México se cristianizaba a los aztecas. Nació en Mayorga (Valladolid), el 16 de noviembre de 1538. No se formó en seminarios, ni en colegios exclusivamente eclesiásticos, como era frecuente entonces; Toribio se dedicó de modo particular a los estudios de Derecho, especialmente del Canónico, siendo licenciado en cánones por Santiago de Compostela y continuó luego sus estudios de doctorado en la universidad de Salamanca. También residió y enseñó dos años en Coimbra.

    En Diciembre de 1573 fue nombrado por Felipe II para el delicado cargo de presidente de la Inquisición en Granada, y allí continuó hasta 1579; pero ya en agosto de 1578 fue presentado a la sede de Lima y nombrado para ese arzobispado por Gregorio XIII el 16 de marzo de 1579, siendo todavía un brillante jurista, un laico, o sólo clérigo de tonsura, cosa tampoco infrecuente en aquella época. Recibió las órdenes menores y mayores en Granada; la consagración episcopal fue en Sevilla, en agosto de 1579. Llegó al Perú en el 1581, en mayo.

    Se distinguió por su celo pastoral con españoles e indios, dando ejemplo de pastor santo y sacrificado, atento al cumplimiento de todos sus deberes. La tarea no era fácil. Se encontraba con una diócesis tan grande como un reino de Europa, con una población nativa india indócil y con unos españoles muy habituados a vivir según sus caprichos y conveniencias. Celebró tres concilios provinciales limenses _el III (1583), el IV (1591) y el V (1601)_; sobresalió por su importancia el III limense, que señaló pautas para el mexicano de 1585 y que en algunas cosas siguió vigente hasta el año 1900. Aprendió el quechua, la lengua nativa, para poder entenderse con los indios.

    Se mostró como un perfecto organizador de la diócesis. Reunió trece sínodos diocesanos. Ayudó a su clero dando normas precisas para que no se convirtieran en servidores comisionados de los civiles. Visitó tres veces todo su territorio, confirmando a sus fieles y consolidando la vida cristiana en todas partes. Alguna de sus visitas a la diócesis duró siete años. Prestó muy pacientemente atención especial a la formación de los ya bautizados que vivían como paganos. Llevado de su celo pastoral, publicó el Catecismo en quechua y en castellano; fundó colegios en los que compartían enseñanzas los hijos de los caciques y los de los españoles; levantó hospitales y escuelas de música para facilitar el aprendizaje de la doctrina cristiana, cantando.

    No se vio libre de los inevitables roces con las autoridades en puntos de aplicación del Patronato Real en lo eclesiástico; es verdad que siempre se comportó con una dignidad y con unas cualidades humanas y cristianas extraordinarias; pero tuvo que poner en su sitio a los encomenderos, proteger los derechos de los indios y defender los privilegios eclesiásticos. Atendido por uno de sus misioneros, murió en Saña, mientras hacía uno de sus viajes apostólicos, en 1606. Fue beatificado en 1679 y canonizado en 1726.

Oremos
    
    Señor, tú que has querido acrecentar la Iglesia mediante los trabajos apostólicos y el celo por la verdad de tu obispo Santo Toribio, concede al pueblo a ti consagrado crecer constantemente en fe y en santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-