jueves, 14 de enero de 2021

EVANGELIO - 15 de Enero - San Marcos 2,1-12.


       Carta a los Hebreos 4,1-5.11.

    Hermanos: Temamos, entonces, mientras permanece en vigor la promesa de entrar en el Reposo de Dios, no sea que alguno de ustedes se vea excluido.
    Porque también nosotros, como ellos, hemos recibido una buena noticia; pero la Palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada, porque no se unieron por la fe a aquellos que la aceptaron.
    Nosotros, en cambio, los que hemos creído, vamos hacia aquel Reposo del cual se dijo: Entonces juré en mi indignación: Jamás entrarán en mi Reposo. En realidad, las obras de Dio estaban concluidas desde la creación del mundo, ya que en cierto pasaje se dice acerca del séptimo día de la creación: Y Dios descansó de todas sus obras en el séptimo día; y en este, a su vez, se dice: Jamás entrarán en mi Reposo.
    Esforcémonos, entonces, por entrar en ese Reposo, a fin de que nadie caiga imitando aquel ejemplo de desobediencia.


Salmo 78(77),3.4bc.6c-7.8.

Lo que hemos oído y aprendido,
lo que nos contaron nuestros padres,
lo narraremos a la próxima generación:
son las glorias del Señor y su poder.

Así podrán contarlas a sus propios hijos,
para que pongan su confianza en Dios,
para que no se olviden de sus proezas
y observen sus mandamientos.

Así no serán como sus padres,
una raza obstinada y rebelde,
una raza de corazón inconstante
y de espíritu infiel a Dios.


    Evangelio según San Marcos 2,1-12.

    Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa.
    Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
    Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.
    Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
    Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
    Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
    Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'?
    Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
    El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 15 de Enero - «Un paralítico fue traído por cuatro hombres»


        San Nicolás Cabasilas La Vida en Cristo: Confía en el Señor  Libro 6: PG 150, 682-683

«Un paralítico fue traído por cuatro hombres» 

    Invoquemos a Cristo en todo momento como principio de nuestros pensamientos. Para invocarlo no hace falta una preparación como para la oración, ni un lugar especial, ni un grito. En efecto, él no está ausente de ninguna parte. Es imposible que no esté dentro de nosotros porque está más cerca de nosotros que nosotros mismos. En consecuencia, debemos creer que nos escucha más allá de nuestras oraciones, a pesar de nuestros defectos.

    Tengamos confianza porque él es bueno con los ingratos y los pecadores que lo invocan. Lejos de despreciar los ruegos de sus siervos rebeldes, él mismo vino a la tierra, el primero para llamar a los que no le habían invocado todavía y que nunca habían pensado en él: «He venido a llamar a los pecadores.» (cf Mt 9,13) Si él buscó a los que no le buscaban ¿qué no hará para los que le invocan? Si ha amado a los que lo odiaban ¿cómo rechazará a los que le aman? «Siendo aún enemigos del Señor, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor razón todavía, seremos salvos por su vida» (cf. Rm 5,10).

SANTORAL - SAN PABLO DE TEBAS

15 de Enero


   San Pablo es venerado por la Iglesia como modelo de la vida solitaria, por ser el primer ermitaño o anacoreta de quien habla la historia. Nació en la Tebaida, hacia el año 228. Sus padres le dieron una esmerada educación en las ciencias humanas, pero él cada día progresaba más en las divinas. Quedó huérfano muy joven, heredero de los bienes paternos, de los que muy pronto se desprendió totalmente para siempre.

    Ante la persecución contra los cristianos decretada por el emperador Decio, huyó al desierto. En principio su idea era estar allí sólo hasta que amainase la persecución. Pero empezó a tomarle gusto al silencio del desierto, a la oración sin estorbos. Perdió el miedo a las fieras que al principio le asustaban. Y se quedó en el desierto, para no salir nunca más. Una pléyade de anacoretas le seguirían, y "el desierto se cubrió de flores".

    Se adentró más y más en aquellas soledades. Encontró una cueva como destinada para él por la divina Providencia, y determinó sepultarse en ella para todos los días de su vida, sin otra ocupación que contemplar las verdades eternas y gastar en oración los días y las noches.

    Había a la entrada de la cueva una palmera que con sus hojas y dátiles le daba para cubrirse y alimentarse. Más tarde cuenta la tradición que, la divina Providencia, que alimenta las aves del cielo y viste los lirios del campo, dispuso que un cuervo, como al santo profeta Elías, le trajese cada día medio pan, prodigio que duró hasta el día de su muerte.

    Tenía Pablo 113 años y llevaba ya 90 en el desierto. Entonces San Antonio, que tenía 90 años y vivía en otro desierto - la región de la Tebaida estaba llena de anacoretas y cenobita - tuvo el deseo de saber si habría algún otro anacoreta que viviese por aquellos agrestes parajes. Se sintió inspirado por Dios y desafiando las fieras que, según San Jerónimo, le salían al paso, caminó sin parar hasta dar con la cueva de Pablo. Así vencería la tentación de vanagloria al creer que no había en todo el desierto otro más antiguo y santo que él.

    Una escena entrañable tuvo lugar entonces. Se abrazaron con ternura los dos ancianos, se saludaron por sus nombres, y pasaron muchas horas en oración y en santas conversaciones. En esto vieron llegar al cuervo con un pan entero en el pico. Admirado Pablo, dijo: Alabado sea Dios. Hace 60 años que este cuervo me trae medio pan cada día, pero hoy Jesucristo, en tu honor, ha doblado la ración. Demos gracias a Dios por su bondad.

    Pablo anunció a Antonio - sigue la leyenda dorada - que estaba muy próxima su muerte, y le pidió que le trajese el manto de San Atanasio. Cuando Antonio volvía con el manto, vio subir al cielo el alma de Pablo, llena de esplendor. Llegó a la cueva, lo amortajó con el manto y, con la ayuda de dos leones que abrieron la sepultura, lo enterró. Era el año 342. Antonio se quedó con la túnica de Pablo, que luego vestía en las solemnidades.

    San Jerónimo termina su relato comparando a los que tienen fortunas fabulosas con la vida del más perfecto solitario de todos los tiempos. Vosotros, les dice, lo tenéis todo, él no tenía nada. Pero el cielo se le ha abierto a este pobre, a vosotros, en cambio, se os va a abrir el infierno. Por mi parte, prefiero la túnica de Pablo a la púrpura de los reyes. Velásquez inmortalizó con su pincel la figura de Pablo el Tebano.

Oremos

    Oh Señor: Tú que moviste a San Pablo el primer ermitaño dejar las vanidades del mundo e irse a la soledad del desierto a orar y meditar, concédenos también a nosotros, dedicar muchas horas en nuestra vida, apartados del bullicio mundanal, a orar, meditar y a hacer
 penitencia por nuestra salvación y por la conversión del mundo. Amen.