miércoles, 1 de junio de 2016

MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


DÍA 1



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

San Agustín

QUE PUEDE Y QUÉ NO PUEDE HACER UN LAICO CUANDO FALTA EL SACERDOTE

En territorios donde faltan sacerdotes, laicos preparados pueden asumir algunas de sus funciones


    Antes que todo tengamos en cuenta que los laicos son “los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde” (Lumen Gentium 31).

    A los laicos les corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Por tanto desempeñando su propia profesión y sus trabajos y guiados por el espíritu evangélico, están llamados por Dios a que contribuyan a la santificación del mundo, a modo de fermento, dentro de la Iglesia.

    Es de alabar pues la fe y la buena voluntad con la cual no pocos cristianos, en dolorosas situaciones de persecución, pero también en territorios de misión y en casos de especial necesidad, han asegurado -y aún aseguran- la continuidad de la misión de la Iglesia y de la transmisión de la fe.

    Dada la importancia del apostolado de los fieles laicos es deber del Ordinario del lugar, cuando se dé la necesidad objetiva de una «suplencia», elegir al fiel que sea de sana doctrina y conducta de vida ejemplar. Además, la persona debe poseer la formación debida para el cumplimiento adecuado de las funciones que se le confían. ¿Quiénes no podrán ser admitidos al ejercicio de estas competencias? Los católicos que no lleven una vida digna, que se encuentren en situaciones familiares no coherentes con la doctrina moral de la Iglesia o no gocen de buena fama.

Competencias concretas

    Si los laicos tienen la formación requerida, la ejemplaridad de vida y las cualidades requeridas, pueden ser admitidos de manera estable a los ministerios de lectores y de acólito(Código de Derecho Canónico 230, 1). Y el fiel laico sólo puede asumir la denominación general de «ministro extraordinario», si es llamado por la autoridad competente a cumplir, únicamente en función de suplencia, los encargos, a los que se refiere el can. 230,3, así como los cánones 943 y 1112.

    Y, “donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el Bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho” (CDC, can. 230, 3).

    También es competencia de los fieles prestar su colaboración en la formación catequética siempre y cuando sean capaces de ello y que se formen para ello (cf. CDC, can. 774, 776, 780), en la enseñanza de las ciencias sagradas (cf. CDC, can. 229) y en los medios de comunicación social (cf. CDC, can 823, 1).

    Anteriormente se ha mencionado el ministerio de la palabra. ¿Por qué los fieles pueden cumplir con el ministerio de la palabra? Porque ellos participan, según su propia índole, de la función profética de Cristo, que los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y de la gracia de la palabra. Este ministerio de la palabra es la misma posibilidad de Predicar, pero no dentro de la misa y no sea considerada una especie de homilía.

    El Código de derecho canónico, en el can. 766, establece las condiciones por las cuales la autoridad competente puede admitir a los fieles no ordenados a predicar en una iglesia u oratorio. Pero ojo, que el Canon utiliza la expresión ‘pueden ser admitidos’; y ésta expresión pone de relieve que en ningún caso se trata de un derecho propio como el específico de los obispos o de una facultad como la de los presbíteros o de los diáconos.


    Se ha mencionado la capacidad del fiel laico para presidir las oraciones litúrgicas: Fomentar el rezo del santo rosario, hacer e incentivar el oficio divino o La Liturgia de las Horas (ésta oración está llamada a ser la oración de todo el Pueblo de Dios. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1174, 2), los domingos celebrar la liturgia de la palabra con la distribución de la comunión, rezar novenas, presidir procesiones, rezar el viacrucis, etc.




    El código de derecho canónico menciona también la posibilidad de administrar el bautismo. Además del caso de necesidad, el derecho canónico establece que, cuando el ministro ordinario falte o esté impedido, un laico puede ser designado ministro extraordinario del bautismo, siempre y cuando lo administre con la materia y la forma correctas y según las intenciones de la Iglesia. Y en caso de extrema urgencia el fiel laico no necesita ninguna designación.

    Con respecto al bautismo de emergencia, la bendición del agua no es un requerimiento imprescindible para la validez del mismo; por tanto el fiel puede bautizar sin agua bendecida.

    Se ha mencionado antes que un fiel laico, si existen motivos de verdadera necesidad, puede ser delegado por el obispo diocesano, en calidad de ministro extraordinario, para distribuir la sagrada Comunión también fuera de la celebración eucarística (visita a los enfermos) de modo temporal o de modo estable, utilizando para esto la adecuada forma litúrgica de bendición. En estas circunstancias extremas el fiel puede acceder al sagrario.

    En casos excepcionales e imprevistos, el sacerdote que preside la celebración eucarística puede conceder ad actum, es decir para el momento puntual, la autorización.

    Los fieles pueden administrar las parroquias o comunidades parroquiales privadas de sacerdote pero se trata sólo de una participación en el ejercicio de la cura pastoral y no de coordinar, moderar, dirigir o gobernar la parroquia, que según el texto del canon compete sólo a un sacerdote y, en casos excepcionales, a un diácono.

    Los fieles laicos pueden guiar las exequias eclesiásticas, que son un sacramental, sólo en caso de verdadera falta de un ministro ordenado y observando las normas litúrgicas para el caso. Para esa función deberán ser bien preparados, tanto en el aspecto doctrinal como en el litúrgico.

    Existe también la posibilidad de delegar a fieles laicos la asistencia a la celebración del sacramento del matrimonio. También en estos casos se deben observar las normas del derecho canónico sobre la validez de la delegación y sobre la idoneidad, capacidad y aptitud del laico.

    Este servicio laical de presenciar un matrimonio puede resultar necesario pero condicionado al cumplimiento de tres requisitos. El obispo diocesano puede conceder esa delegación únicamente en circunstancias muy particulares de grave falta de ministros sagrados y sólo después de haber obtenido, para la propia diócesis, el voto favorable de la Conferencia episcopal y la necesaria licencia de la Santa Sede.

    Un fiel laico también puede presidir algunos sacramentales. En este caso los fieles laicos pondrán especial cuidado en evitar que esos actos induzcan a percibir en los sacramentales una especie de “sacramentos” laicos. Una cosa son los sacramentales y otra cosa muy distinta los sacramentos cuya administración es propia y exclusiva de los ministros ordenados.

    “Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado a ser una bendición y a bendecir. Por eso los laicos pueden presidir ciertas bendiciones; la presidencia de una bendición se reserva al ministerio ordenado (obispos, presbíteros o diáconos), en la medida en que dicha bendición afecten más a la vida eclesial y sacramental” (Catecismo de la Iglesia católica, 1669).

    Hay que tener en cuenta que los fieles no bendicen a la manera de los sacerdotes o diáconos. A los acólitos y lectores instituidos se les concede, con preferencia a cualquier otro laico, la posibilidad de impartir algunas bendiciones. También otros laicos, ya sean hombres o mujeres, pueden impartir algunas bendiciones pero siempre en ausencia del ministro ordenado.

    Por tanto, ¿qué pueden bendecir los fieles? Todo lo que no tenga relación directa con la vida eclesial y sacramental; teniendo en cuenta que a todos los laicos en general no se les concede la facultad de administrar sacramentales: sólo algunos podrán administrar aquellos sacramentales que permita el derecho litúrgico y el Ordinario del lugar vea conveniente, p.e., la bendición de personas (obviamente de los hijos), alimentos, vehículos, casas, al comienzo de un viaje, etc..

    Un fiel puede bendecir el agua, pero no tendrá ningún uso ni eficacia sacramental; simplemente ésta bendición se tiene que concebir como una forma de agradecer a Dios por el agua que se va a beber.

    Los fieles laicos, sean o no sean sacristanes, cuidaran también las sacristías y el recto uso de los ornamentos, libros y los diferentes enseres litúrgicos. Velaran por el cuidado del templo parroquial y de las diferentes capillas presentes en el territorio.

    ¿Otras funciones? Los laicos pueden ser “…—catequistas, animadores de la oración y del canto, cristianos consagrados al servicio de la palabra de Dios o a la asistencia de los hermanos necesitados, jefes de pequeñas comunidades, responsables de Movimientos apostólicos u otros responsables—, …” (Evangelii nuntiandi, 73).

    Como se puede apreciar es amplio el abanico de posibilidades que un fiel laico tiene dentro de la Iglesia.Por tanto los fieles tienen las puertas abiertas en la vida eclesial para ejercer muchas funciones. Los que hacen parte de las sectas protestantes cuánto bien harían integrándose a la Iglesia y desempeñar un papel muy activo y fructífero.

¿Qué no pueden hacer?

    De ninguna manera, ni en casos ordinarios ni en casos extraordinarios o de suplencia, los fieles no pueden realizar ciertas funciones, entre otras, p.e.:
  • 1.- No pueden administrar la unción de los enfermos ni con óleo bendecido ni con óleo no bendecido.
  • 2.- No pueden realizar exorcismos, ni oraciones de liberación, aunque sean unos sacramentales.
  • 3.- No pueden confirmar.
  • 4.- No pueden dar la primera comunión.
  • 5.- No pueden escuchar confesiones y menos absolver; como tampoco dirigir espiritualmente a nadie.
  • 6.- No podrán bendecir ni imponer la santa ceniza al inicio de la cuaresma, aunque la ceniza sea otro de los sacramentales.
  • 7. -No pueden bendecir el agua para uso en los sacramentales; utilizarla sí, para bendecir.
  • 8.- No pueden bendecir nada que tenga relación directa con la vida eclesial y sacramental: p.e, todo lo relacionado con objetos litúrgicos y/o religiosos, con espacios sagrados, con objetos para usar en el culto y con objetos relacionados con la devoción popular (imágenes, medallas, escapularios, etc..).
  • 9.- No pueden utilizar ningún tipo de ornamentos. Al máximo, y sólo con el visto bueno del Ordinario del lugar, los acólitos instituidos y estables ‘podrían’ usar sólo el alba.
  • 10. –No pueden presidir ninguna celebración dominical con el mismo esquema de la misa, ni parcial ni totalmente; y la celebración que presidan no se puede equiparar a la misa de precepto. Cuando "dirigen" o "guían" una celebración de la Palabra o una Asamblea dominical en ausencia del presbítero (o del diácono), no se dirigen a la Asamblea con el "vosotros", sino que se incluyen en la solicitud de bendición, ("sobre nosotros"), santiguándose y diciendo: "El Señor nos bendiga y nos guarde…" sin hacer la señal de la cruz sobre la asamblea.
  • 11.- No pueden los fieles en ningún caso hacer la homilía.
  • 12. No pueden exigir remuneración alguna por su servicio, indiferentemente del tiempo empleado en él.
  • 13. No pueden ejercer su ministerio por su propia cuenta o aislados, sino en plena comunión y en constante diálogo con el párroco o con el sacerdote responsable más cercano.
  • 14.- No pueden hacer lo que ni los sacerdotes ni los diáconos pueden hacer, y está reservado única y exclusivamente a los obispos.


    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

AMORIS LAETITIA



    54. En esta breve mirada a la realidad, deseo resaltar que, aunque hubo notables mejoras en el reconocimiento de los derechos de la mujer y en su participación en el espacio público, todavía hay mucho que avanzar en algunos países. No se terminan de erradicar costumbres inaceptables.   Destaco la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación. La violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal. Pienso en la grave mutilación genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman las decisiones. La historia lleva las huellas de los excesos de las culturas patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase, pero recordemos también el alquiler de vientres o «la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática». Hay quienes consideran que muchos problemas actuales han ocurrido a partir de la emancipación de la mujer. Pero este argumento no es válido, «es una falsedad, no es verdad. Es una forma de machismo». La idéntica dignidad entre el varón y la mujer nos mueve a alegrarnos de que se superen viejas formas de discriminación, y de que en el seno de las familias se desarrolle un ejercicio de reciprocidad. Si surgen formas de feminismo que no podamos considerar adecuadas, igualmente admiramos una obra del Espíritu en el reconocimiento más claro de la dignidad de la mujer y de sus derechos.



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

CATEQUESIS SOBRE LOS SACRAMENTOS

CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP IV )

LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

REFLEXIÓN

MIÉRCOLES DE LA SEMANA IX
Del Común de un mártir - Salterio I
01 de junio

SAN JUSTINO, mártir. (MEMORIA)
    Justino, filósofo y mártir, nació a principios del siglo II en Flavia Neápolis (Nablus), la antigua Siquem, en Samaria, de familia pagana. Una vez convertido a la fe, escribió profusamente en defensa de la religión, aunque sólo se conservan de él dos «Apologías» y el «Diálogo con Trifón». Abrió una escuela en Roma, en la que sostuvo públicas disputas. Sufrió el martirio, junto con sus compañeros, en tiempos de Marco Aurelio, hacia el año 165.


    De las Actas del martirio de los santos Justino y compañeros
    (Cap. 1-5: cf. PG 6, 1566-1571)


HE ABRAZADO LAS VERDADERAS ENSEÑANZAS 
DE LOS CRISTIANOS

    Aquellos santos varones, una vez apresados, fueron conducidos al prefecto de Roma, que se llamaba Rústico. Cuando estuvieron ante el tribunal, el prefecto Rústico dijo a Justino: «Antes que nada, profesa tu fe en los dioses y obedece a los emperadores.» 
Justino respondió:«No es motivo de acusación ni de detención el hecho de obedecer a los mandamientos de nuestro Salvador Jesucristo.»
Rústico dijo:«¿Cuáles son las enseñanzas que profesas?»Respondió Justino:«Yo me he esforzado en conocer toda clase de enseñanzas, pero he abrazado las verdaderas enseñanzas de los cristianos, aunque no sean aprobadas por los que viven en el error.»
    El prefecto Rústico dijo:«¿Y tú las apruebas, miserable? »Respondió Justino:«Así es, ya que las sigo según sus rectos principios.» Dijo el prefecto Rústico: «¿Y cuáles son estos principios?»
Justino respondió:«Que damos culto al Dios de los cristianos, al que consideramos como el único creador desde el principio y artífice de toda la creación, de todo lo visible y lo invisible, y al Señor Jesucristo, de quien anunciaron los profetas que vendría como mensajero de salvación al género humano y maestro de insignes discípulos. Y yo, que no soy más que un mero hombre, sé que mis palabras están muy por debajo de su divinidad infinita, pero admito el valor de las profecías que atestiguan que éste, al que acabo de referirme, es el Hijo de Dios. Porque sé que los profetas hablaban por inspiración divina al vaticinar su venida a los hombres.»Rústico dijo:«Luego, ¿eres cristiano?»
Justino respondió:«Así es, soy cristiano.»
    El prefecto dijo a Justino:«Escucha, tú que eres tenido por sabio y crees estar en posesión de la verdad: si eres flagelado y decapitado ¿estás persuadido de que subirás al cielo?»
Justino respondió:«Espero vivir en la casa del Señor, si sufro tales cosas, pues sé que, a todos los que hayan vivido rectamente, les está reservado el don de Dios para el fin del mundo.»
    El prefecto Rústico dijo:«Tú, pues, supones que has de subir al cielo, para recibir un cierto premio merecido.»Justino respondió:«No lo supongo, lo sé con certeza.»El prefecto Rústico dijo:«Dejemos esto y vayamos a la cuestión que ahora interesa y urge.   Poneos de acuerdo y sacrificad a los dioses.»
Justino dijo:«Nadie que piense rectamente abandonará la piedad para caer en la impiedad.»
    El prefecto Rústico dijo:«Si no hacéis lo que se os manda, seréis atormentados sin piedad.»Justino respondió:«Nuestro deseo es llegar a la salvación a través de los tormentos sufridos por causa de nuestro Señor Jesucristo, ya que ello será para nosotros motivo de salvación y de confianza ante el tribunal de nuestro Señor y Salvador, que será universal y más temible que éste.»
    Los otros mártires dijeron asimismo: «Haz lo que quieras; somos cristianos y no sacrificamos a los ídolos.»
    El prefecto Rústico pronunció la sentencia, diciendo:«Por haberse negado a sacrificar a los dioses y a obedecer las órdenes del emperador, serán flagelados y decapitados en castigo de su delito y a tenor de lo establecido por la ley.»
    Los santos mártires salieron, glorificando a Dios, hacia el lugar acostumbrado y allí fueron decapitados, coronando así el testimonio de su fe en el Salvador.




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

LA FRASE DEL DÍA

01 de junio




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

EVANGELIO

MIÉRCOLES DE LA SEMANA IX
Del Común de un mártir - Salterio I
01 de junio


    Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,1-3.6-12.


    Pablo, Apóstol de Jesucristo, por la voluntad de Dios, para anunciar la promesa de Vida que está en Cristo Jesús, saluda a Timoteo, su hijo muy querido.   Te deseo la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo.
    Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura al igual que mis antepasados, recordándote constantemente, de día y de noche, en mis oraciones.
    Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos.
Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad.
    No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
    El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia,
de la cual he sido constituido heraldo, Apóstol y maestro.
    Por eso soporto esta prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quien he puesto mi confianza, y estoy convencido de que él es capaz de conservar hasta aquel Día el bien que me ha encomendado.


Salmo 123(122),1-2a.2bcd.

Levanto mis ojos hacia ti,
que habitas en el cielo.
Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor,
y los ojos de la servidora
en las manos de su dueña:


    Evangelio según San Marcos 12,18-27.

    Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso:
"Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'.
    Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
    El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero;
y así ninguno de los siete dejó descendencia.   Después de todos ellos, murió la mujer.
    Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".
Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios?
    Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
    Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
    El no es un Dios de muertos, sino de vivientes.   Ustedes están en un grave error".


Fuente: ©Evangelizo.org



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

MIÉRCOLES DE LA SEMANA IX
Del Común de un mártir - Salterio I
01 de junio


    Catecismo de la Iglesia Católica § 988-994


«No es Dios de muertos sino de vivos»

    «Creo en la resurrección de la carne»: El Credo cristiano –profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora y santificadora- culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna. Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Jesucristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que él los resucitará en el último día.   Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad... El término «carne» designa al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. La «resurrección de la carne» significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros «cuerpos mortales» (Rm 8,11) volverán a tener vida.

    Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. «La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella» (Tertuliano)... La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es también Aquel que mantiene fielmente su alianza con Abraham y su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección...

    Los fariseos y muchos contemporáneos del Señor esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: «Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error». La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que «no es un Dios de muertos sino de vivos». Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él, y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (Jn 6,40.54).

Fuente: ©Evangelizo.org



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

HIMNO

MIÉRCOLES DE LA SEMANA IX
Del Común de un mártir - Salterio I
01 de junio

SAN JUSTINO, mártir. (MEMORIA)
    Justino, filósofo y mártir, nació a principios del siglo II en Flavia Neápolis (Nablus), la antigua Siquem, en Samaria, de familia pagana. Una vez convertido a la fe, escribió profusamente en defensa de la religión, aunque sólo se conservan de él dos «Apologías» y el «Diálogo con Trifón». Abrió una escuela en Roma, en la que sostuvo públicas disputas. Sufrió el martirio, junto con sus compañeros, en tiempos de Marco Aurelio, hacia el año 165.




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

SANTORAL

MIÉRCOLES DE LA SEMANA IX
Del Común de un mártir - Salterio I
01 de junio


    “La oración y la acción de gracias son lo que más agrada a Dios"
    San Justino nació alrededor del año 100, en la antigua Siquem, en Samaria (ciudad que en su tiempo se llamaba Naplus). Sus padres eran paganos, de origen griego, y le dieron una excelente educación, instruyéndolo lo mejor posible en filosofía, literatura e historia.

    En sus libros, sobre todo "Diálogo con el Judío Tifón" nos cuenta que tuvo un largo camino filosófico de búsqueda de la verdad,luego del cual, llegó a la fe cristiana. Fundó una escuela en Roma, donde enseñaba gratuitamente a los alumnos en la nueva religión, considerada como la verdadera filosofía. En ella, de hecho, había encontrado la verdad y por tanto el arte de vivir de manera recta. Por este motivo fue denunciado y fue decapitado en torno al año 165, bajo el reino de Marco Aurelio, el emperador filósofo a quien Justino había dirigido su «Apología».

    Justino y su obras demuestran cómo la Iglesia celebraba el culto desde sus inicios. Las actas que se conservan acerca del martirio de Justino son uno de los documentos más impresionantes que se conservan de la antigüedad. Justino es llevado ante el alcalde de Roma, y empieza entre los dos un diálogo emocionante:

    Alcalde. ¿Cuál es su especialidad? ¿En qué se ha especializado?

    Justino. Durante mis primero treinta años me dediqué a estudiar filosofía, historia y literatura. Pero cuando conocí la doctrina de Jesucristo me dediqué por completo a tratar de convencer a otros de que el cristianismo es la mejor religión.

    Alcalde. Loco debe de estar para seguir semejante religión, siendo Ud. tan sabio.

    Justino.
Ignorante fui cuando no conocía esta santa religión. Pero el cristianismo me ha proporcionado la verdad que no había encontrado en ninguna otra religión.

    Alcalde. ¿Y qué es lo que enseña esa religión?

    Justino. La religión cristiana enseña que hay uno solo Dios y Padre de todos nosotros, que ha creado los cielos y la tierra y todo lo que existe. Y que su Hijo Jesucristo, Dios como el Padre, se ha hecho hombre por salvarnos a todos. Nuestra religión enseña que Dios está en todas partes observando a los buenos y a los malos y que pagará a cada uno según haya sido su conducta.

    Alcalde. ¿Y Usted persiste en declarar públicamente que es cristiano?

    Justino. Sí declaro públicamente que soy un seguidor de Jesucristo y quiero serlo hasta la muerte.

    El alcalde pregunta luego a los amigos de Justino si ellos también se declaran cristianos y todos proclaman que sí, que prefieren morir antes que dejar de ser amigos de Cristo.

    Alcalde. Y si yo lo mando torturar y ordeno que le corten la cabeza, Ud. que es tan elocuente y tan instruido ¿cree que se irá al cielo?

    Justino. No solamente lo creo, sino que estoy totalmente seguro de que si muero por Cristo y cumplo sus mandamientos tendré la Vida Eterna y gozaré para siempre en el cielo.

    Alcalde.
Por última vez le mando: acérquese y ofrezca incienso a los dioses. Y si no lo hace lo mandaré a torturar atrozmente y haré que le corten la cabeza.

    Justino. Ningún cristiano que sea prudente va a cometer el tremendo error de dejar su santa religión por quemar incienso a falsos dioses. Nada más honroso para mí y para mis compañeros, y nada que más deseemos, que ofrecer nuestra vida en sacrificio por proclamar el amor que sentimos por Nuestro Señor Jesucristo.

    Los otros cristianos gritaron que ellos estaban totalmente de acuerdo con lo que Justino acababa de decir.

    Justino y sus compañeros, cinco hombres y una mujer, fueron azotados cruelmente, y luego les cortaron la cabeza.

    Y el antiguo documento termina con estas palabras: "Algunos fieles recogieron en secreto los cadáveres de los siete mártires, y les dieron sepultura, y se alegraron que les hubiera concedido tanto valor, Nuestro Señor Jesucristo a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amen".




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín