jueves, 12 de marzo de 2020

CARTA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN



CAPÍTULO VI
INTERACCIÓN ENTRE TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA





Diferentes estados de la filosofía

77. Otra posición significativa de la filosofía se da cuando la teología misma recurre a la filosofía. En realidad, la teología ha tenido siempre y continúa teniendo necesidad de la aportación filosófica. Siendo obra de la razón crítica a la luz de la fe, el trabajo teológico presupone y exige en toda su investigación una razón educada y formada conceptual y argumentativamente. Además, la teología necesita de la filosofía como interlocutora para verificar la inteligibilidad y la verdad universal de sus aserciones. No es casual que los Padres de la Iglesia y los teólogos medievales adoptaron filosofías no cristianas para dicha función. Este hecho histórico indica el valor de la autonomía que la filosofía conserva también en este tercer estado, pero al mismo tiempo muestra las transformaciones necesarias y profundas que debe afrontar.

Precisamente por ser una aportación indispensable y noble, la filosofía ya desde la edad patrística, fue llamada ancilla theologiae. El título no fue aplicado para indicar una sumisión servil o un papel puramente funcional de la filosofía en relación con la teología. Se utilizó más bien en el sentido con que Aristóteles llamaba a las ciencias experimentales como « siervas » de la « filosofía primera ». La expresión, hoy difícilmente utilizable debido a los principios de autonomía mencionados, ha servido a lo largo de la historia para indicar la necesidad de la relación entre las dos ciencias y la imposibilidad de su separación.

Si el teólogo rechazase la ayuda de la filosofía, correría el riesgo de hacer filosofía sin darse cuenta y de encerrarse en estructuras de pensamiento poco adecuadas para la inteligencia de la fe. Por su parte, si el filósofo excluyese todo contacto con la teología, debería llegar por su propia cuenta a los contenidos de la fe cristiana, como ha ocurrido con algunos filósofos modernos. Tanto en un caso como en otro, se perfila el peligro de la destrucción de los principios basilares de autonomía que toda ciencia quiere justamente que sean garantizados.

La posición de la filosofía aquí considerada, por las implicaciones que comporta para la comprensión de la Revelación, está junto con la teología más directamente bajo la autoridad del Magisterio y de su discernimiento, como he expuesto anteriormente. En efecto, de las verdades de fe derivan determinadas exigencias que la filosofía debe respetar desde el momento en que entra en relación con la teología.

PENSAMIENTO DE LOS SANTOS



    ¡Oh Santa Teresita del Niño Jesús, modelo de humildad, de confianza y de amor! Desde lo alto de los cielos deshoja sobre nosotros esas rosas que llevas en tus brazos: la rosa de humildad, para que rindamos nuestro orgullo y aceptemos el yugo del Evangelio; la rosa de la confianza, para que nos abandonemos a la Voluntad de Dios y descansemos en su Misericordia; la rosa del amor para que abriendo nuestras almas sin medida a la gracia, realicemos el único fin para el que Dios nos ha creado a su Imagen: Amarle y hacerle amar Tú que pasas tu Cielo haciendo bien en la tierra, ayúdame en esta necesidad y concédeme del Señor lo que Te pido si ha de ser para gloria de Dios y bien de mi alma. Así sea. Amén

EVANGELIO - 13 de Marzo - San Mateo 21 33-43.45-46


    Evangelio según San Mateo 21,33-43.45-46.

    Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
    Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos.
    Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.
    El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
    Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo".
    Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia".
    Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?».
    Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.»
    Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
    Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.»
    Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos.
    Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

   Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 13 de Marzo - «Había un padre de familia que plantó una viña»


       San Máximo de Turín Sermón: Espinas del corazón para la fiesta de San Cipriano

«Había un padre de familia que plantó una viña» 

    La viña del Señor, dice el profeta, es la casa de Israel. (Is 5,7) Ahora bien, esta casa somos nosotros...y pues somos Israel, somos también la viña del Señor. Vigilemos, pues, que no nazca de nuestros sarmientos, en lugar de la uva dulce, el fruto de la cólera. (Ap 14,19), para que no diga: «Esperaba uvas y dio agraces» (cf Is 5,7) ¡Qué tierra tan ingrata! La que tenía que dar a su amo frutos de dulzura, lo atravesó con espinas agudas. Así, sus enemigos, los que tenían que haber acogido a su Salvador con toda la devoción de su fe, lo coronaron con espinas en la pasión. Para ellos, esta corona significaba ultraje e injuria, pero, a los ojos del Señor, era la corona de las virtudes...

    Prestad atención, hermanos, que no se diga a vuestro propósito: «Esperaba buenos frutos y dieron agraces». Estemos atentos a que nuestras malas acciones no hieran la cabeza del Salvador como espinas crueles. Hay espinas del corazón que han herido hasta la misma palabra de Dios, como lo dice el Señor en el evangelio cuando narra que el grano del sembrador cayó entre espinos, éstos crecieron y ahogaron la semilla. (cf Mt 13,7)... Vigilad, pues, que vuestra viña no produzca espinos en lugar de racimos, que vuestra vendimia no dé vinagre en lugar de vino. Cualquiera que haga la vendimia sin distribuir a los pobres sus bienes, recoge vinagre en lugar de vino. Y aquel que mete su cosecha en los graneros sin dar alimento a los indigentes, no recoge el fruto de la limosna sino el rastrojo de la avaricia.

SANTORAL - SAN LEANDRO DE SEVILLA

13 de Marzo


    (Cartagena, ca. 534 – Sevilla, 13 de marzo de 600 ó 601). Clérigo católico, santo, nacido de una notable familia hispanorromana. Su padre era hispanorromano y su madre era visigoda. Su padre se llamaba Severiano y se le adjudica el título de dux (si bien su hermano Isidoro establece que era simplemente un ciudadano).

    Tuvo tres hermanos menores (Fulgencio, Isidoro y Florentina) todos los cuales, como él mismo, fueron canonizados y son conocidos como los Cuatro Santos de Cartagena. Se supone a su familia huida de Cartagena con ocasión de la ocupación bizantina (¿552? ¿555?), estableciéndose en Sevilla (si los bizantinos eran aliados de Agila I, tendría mucho sentido que la familia de Leandro se trasladara a la capital de su rival Atanagildo); la región de Cartagena en tal caso, hubiera sido partidaria de Atanagildo) donde ingresó en un monasterio. Cuando su padre murió, Leandro asumió la dirección de su familia quedándose como tutor de sus tres hermanos y ocupándose de la educación de Isidoro. Terminada la educación de sus hermanos San Leandro se dedicó a la vida monástica y a difundir el catolicismo entre los visigodos en contra del arrianismo

    Su hermano Isidoro de Sevilla le atribuye la conversión de Hermenegildo al catolicismo el 579 aunque podría tratarse de un afán de protagonismo (pues cuando lo escribió Hermenegildo ya había triunfado). Sí es cierto que, tras conseguir la conversión, saldría inmediatamente hacia Constantinopla a solicitar auxilio imperial para el príncipe, o bien acababa de regresar de la capital del Imperio de Oriente, pues no parece que tuviera tiempo de volver en el mismo año y convertir al príncipe.

    Su acceso al arzobispado de Sevilla se había producido antes del 584, año en que Leovigildo tomó la ciudad, siendo después desterrado por el rey. Desde el monasterio es elevado a las sede episcopal hispalense, donde sigue su preocupación contra la herejía arriana, que Leovigildo quiso hacer extensiva a toda Hispania. Pero el plan real sufre un duro golpe cuando su hijo Hermenegildo se convierte al catolicismo. El padre le había hecho gobernador de la bética cuya capital era Sevilla. Aquí, San Leandro e Infunda esposa católica de Hermenegildo, logran que este se convierta a la fe católica. Todos los autores contemporáneos atribuyen su conversión a la predicación y consejos de San Leandro. Esto provoca una guerra civil entre el duque de la bética, Hermenegildo contra su padre Leovigildo. Hermenegildo es vencido y desterrado. El rey veía en Leandro el culpable de la conversión de su hijo y por tanto su mayor obstáculo en su intento de unificación político-religiosa sobre la base de la fe arriana, por eso lo desterró.

    Desde el exilio San Leandro siguió combatiendo el arrianismo. Viendo Leovigildo la imposibilidad de unificar la península en el arrianismo levanto el destierro a los obispos católicos. Su otro hijo, Recaredo, en contacto con San Leandro se convierte al catolicismo en el III Concilio De Toledo, en el año 586, presidido por el arzobispo hispalense. De esta forma, la población española adquiere la convicción de que forma un pueblo, una nación. Pero la influencia de San Leandro en la sociedad hispana no termina en ese concilio. En el 590 convoca y preside el I Concilio de Sevilla, creada por el, fue el más ilustre de todas las de España y el centro de la restauración científica visigótica. De esta escuela salió su discípulo más importante, su hermano San Isidoro.

    Falleció a finales del siglo (finales de febrero o mediados de marzo del 598 o 601) en Sevilla. Se ha llegado a suponer que tenía una hermana llamada Teodosia o Teodora, que sería la primera esposa de Leovigildo, y por tanto Hermenegildo y Recaredo serían sus sobrinas, a causa de lo cual tuvo tanta influencia sobre ellas, pero nada acredita este extremo.

    La mayor parte de sus restos mortales descansan junto a algunos de sus tres hermanos santos, Fulgencio, Isidoro y Florentina, en una urna de plata expuesta en el altar mayor de la Catedral de Murcia, ya que la mayor parte de los restos de San Fulgencio Y Santa Florentina están en la parroquia de San Juan Bautista de Berzocana (Cáceres) pueblo en donde fueron hallados sus restos en 1223 y del que son sus Santos Patronos.

Oremos

    San Leandro, fiel seguidor de Jesús; incansable maestro, con tu palabra y con tu vida, te pido por mi familia, que no nos falte la unión; que nuestros hijos se críen con la tranquilidad de saber que los queremos; cuídalos con todo el cariño que nosotros le damos; que no les falte la salud y el trabajo. Que seamos como tú incansables en el trabajo apostólico, que los más necesitados nos encuentren siempre junto a ellos,  que estemos cerca de los que sufren; que seamos una comunidad humilde y sencilla en la que nadie se sienta discriminado, que todos sepamos respetarnos y aceptarnos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL CHRISTUS VIVIT



Capítulo quinto
Caminos de juventud

134. ¿Cómo se vive la juventud cuando nos dejamos iluminar y transformar por el gran anuncio del Evangelio? Es importante hacerse esta pregunta, porque la juventud, más que un orgullo, es un regalo de Dios: «Ser joven es una gracia, una fortuna». Es un don que podemos malgastar inútilmente, o bien podemos recibirlo agradecidos y vivirlo con plenitud.

135.
Dios es el autor de la juventud y Él obra en cada joven. La juventud es un tiempo bendito para el joven y una bendición para la Iglesia y el mundo. Es una alegría, un canto de esperanza y una bienaventuranza. Apreciar la juventud implica ver este tiempo de la vida como un momento valioso y no como una etapa de paso donde la gente joven se siente empujada hacia la edad adulta.