martes, 25 de abril de 2023

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 26 de Abril - San Juan 6,35-40.


    Libro de los Hechos de los Apóstoles 8,1b-8.

    Ese mismo día, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.
    Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y lo lloraron con gran pesar.
    Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel.
    Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra.
    Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo.
    Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe.
    Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados.
    Y fue grande la alegría de aquella ciudad.


Salmo 66(65),1-3a.4-5.6-7a.

¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!»

Toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres.

El convirtió el Mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza.


    Evangelio según San Juan 6,35-40.

    Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.
    Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.
    Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.
    La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.
    Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 26 de Abril - "La unión de la voluntad del Padre y del Hijo"


       San Juan Casiano (c. 360-435) fundador de la Abadía de Marsella De la oración XXIV (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958)


"La unión de la voluntad del Padre y del Hijo"

    Este es el pensamiento que Nuestro Señor expresaba con su humanidad, para darnos como en otras ocasiones un modelo para imitar: “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26,39). Sin embargo, su voluntad no era diferente a la del Padre. “Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido y dar su vida en rescate por una multitud” (cf. Mt 18,11; 20,28). De su vida dice: “Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre” (Jn 10,18).

    Acerca de la unión continua que reina entre el Padre y su Hijo, el santo rey David le hace decir en el salmo 39 “Aquí estoy. En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón” (Sal 40,8-9). Leemos, en relación al Padre “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo Único” (Jn 3,16). En relación al Hijo, encontramos esta Palabra “Se entregó por nuestros pecados” (Gal 1,4). Se dice del Padre “No escatimó a su propio Hijo, sino que los entregó por nosotros” (Rom 8,32). Pero el Hijo se ha ofrecido porque lo ha querido (cf. Is 53,4-7).

    La unión de la voluntad del Padre y del Hijo es manifiesta en toda la Biblia, mismo en el misterio de la Resurrección. En ella vemos que uno y otro realizaron la misma acción. Según el bienaventurado Apóstol, el Padre resucitó el cuerpo del Hijo “Dios Padre que lo resucitó de entre los muertos” (Gal 1,1). Mas el Hijo afirma también que relevará el templo de su cuerpo “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar” (Jn 2,19).

    Instruidos por el ejemplo del Señor, debemos terminar nuestras oraciones por un voto semejante y agregar a nuestras demandas esta palabra “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26,39).

SANTORAL - BEATO ESTANISLAO KUBISTA

 26 de Abril


    Nació en Kotuchna, en la Silesia polaca, el 27 de septiembre de 1898. Fue el quinto de nueve hermanos que recibieron de sus padres, Stanislaw, un honrado trabajador forestal, y de Franciszka, la madre, una sólida formación en la fe. En familia se rezaba el rosario y se compartía la devoción a María ante un pequeño altar que presidía el hogar. El matrimonio fue bendecido por Dios con varias vocaciones a la vida religiosa entre sus vástagos, uno de ellos Estanislao. Éste, sensibilizado por lo que acontecía en su entorno, era enormemente receptivo hacia todo aquello que reportase un bien. Sería la base sobre la que Dios iba a trabajar. La semilla ya había germinado y crecería frondosa en una excelente tierra. Puso en su camino a un hermano perteneciente a la Sociedad del Verbo Divino (SVD) de Nysa que distribuía las revistas misioneras y la literatura polaca. Y lo que podía haber quedado en una acción ordinaria, a la que apenas se presta atención aunque solo fuese por la costumbre, en su caso adquirió tintes nuevos. La presencia de esta persona y la actividad que llevaba a cabo fue tan sumamente importante para él que, influenciado por ello, se sintió atraído casi a la par por la vida misionera y por la literatura.

    Bien es verdad que tuvo la fortuna de tener cerca a un gran sacerdote. Era el coadjutor de Mikolow, P. Michatz. Llevado por su afán apostólico, al darse cuenta de que el joven tenía vocación, le prestó su ayuda para que pudiera ingresar en el seminario menor de la SVD de Nysa. Sin embargo, la guerra impidió que pudiese culminar los estudios. No le quedó más remedio que servir en el frente. Fue telefonista y telegrafista en el cuartel de Szczecin hasta la primavera de 1919. Como tantas familias, la suya también quedó herida por la barbarie. Su hermano mayor fue una de sus víctimas. Al volver Estanislao retomó el camino que había quedado cercenado por la contienda. Prosiguió sus estudios, hizo el noviciado en Mödling y profesó como religioso de la SVD. Era una persona algo introvertida. Pero sus formadores apreciaron su sentido del deber, el rigor que se imponía, así como la humildad y la fidelidad que le hacían acreedor de confianza. Fue ordenado sacerdote en 1927. Gozaba de buena salud, y explícitamente lo hizo notar en el escrito que presentó sometiéndolo al juicio de sus superiores junto a una lista de países lejanos a los que podría partir si lo consideraban oportuno. Ellos tuvieron muy en cuenta lo que dijo. Pero en el otoño de 1928 lo trasladaron a Górna Grupa. Hay consejos que jamás se olvidan. La emocionante despedida de su madre fue: «hijo, permanece fiel al camino que elegiste». Así lo hizo.

    Sus cualidades literarias y soltura en el dominio de la lengua le hacían apto para la docencia. Pero él se inclinó a la creación literaria más que a la enseñanza, todo ello sin descuidar la labor misionera y pastoral. En la responsabilidad que le encomendaron: llevar como ecónomo una residencia de 300 personas, fue sumamente eficaz, al punto de que al año siguiente pusieron bajo su tutela la economía regional de la Orden. Sucesivamente fue el redactor de las revistas «El Pequeño Misionero» y «El Tesoro Familiar». En 1937 dio un salto cualitativo y él mismo fundó la revista «El Mensajero del Corazón de Jesús», que puso bajo el amparo de san José, por el que experimentaba gran devoción y al que no dudaba en encomendar cualquier necesidad que surgía. Así, al Santo Patriarca atribuía haber podido erigir el edificio que albergaba la imprenta equipándola convenientemente. Su actividad imparable dio también como fruto la publicación de artículos de temática teológica y pedagógica con trasfondo espiritual. Se convirtió en fértil autor de relatos, novelas y obras teatrales, todas ellas sumamente instructivas. Tenían único objetivo: «colaborar con Jesús en la salvación de las almas».

    La tarea que llevaba a cabo guardaba estrecho paralelismo con el ejercicio de su misión pastoral que desplegaba con todos, especialmente con los seminaristas que hallaron en él un confesor ideal. Su fidelidad, junto a un carácter disciplinado y servicial, ponían de relieve su madurez espiritual. Cuando estalló la guerra en 1939, valerosamente se enfrentó a la Gestapo en defensa de los débiles. En un primer momento se salvó de una más que segura represalia, lo cual atribuyó a san José. Pero no pudo impedir que destruyeran lo que con tanta ilusión había puesto en pie: la imprenta. Sufrió viendo cómo arrasaron lo que hallaron al paso. Perdieron entonces todo lo que tenían para sustento de la gran comunidad. La tragedia, que no hizo más que comenzar, continuó in crescendo, con el arresto de los sacerdotes y la confiscación de los bienes. De nuevo san José le ayudó a encontrar una salida, que fue momentánea, para poder alimentar a todos, hasta que fueron detenidos en febrero de 1940 y conducidos de Stutthof a Sachesenhausen. Estanislao, que había disfrutado de excelente salud, confinado en el bloque 29 destinado a los tuberculosos, enfermó a fuerza de tantas carencias, inclemencias meteorológicas y el trato vejatorio e inhumano que no cesaron de infligirles a todos ellos. Tan solo el Jueves Santo de ese año pudieron celebrar la Eucaristía y recibir la comunión de forma clandestina. El organismo del beato, cada vez más debilitado, entró en una aguda fase de deterioro ante la pasividad de los vigilantes que, por si fuera poco, se encarnizaron con él. Le obligaban a realizar trabajos forzados en claro intento de llevarlo a la muerte. Lo recluyeron en un retrete donde estuvo tres días, y vio que su fin se acercaba: «Esto ya no durará mucho. Estoy muy debilitado. ¡Dios mío, cómo quisiera regresar a Górna Grupa. Pero Dios por lo visto tiene otros planes. Que se cumpla su voluntad». El 26 de abril de ese año, el jefe de la barraca se dirigió a él. Con manifiesta brutalidad, espetó: «Ya no tienes por qué vivir» al tiempo que le aplastaba el pecho y la garganta con el pie. Juan Pablo II lo beatificó el 13 de junio de 1999.

Oremos

    Dichoso tú Estanislao: que por proclamar tu amor a Cristo en la tierra te fuiste a acompañarlo a Él en el cielo. Haz que seamos muchos, muchísimos los que con nuestras palabras y buenas obras nos declaremos amigos y seguidores de Jesús en esta vida y seamos sus compañeros en el gozo eterno del Paraíso. Amén.

-FRASE DEL DÍA-