lunes, 21 de septiembre de 2020

EVANGELIO - 22 de Septiembre - San Lucas 8,19-21


    Libro de los Proverbios 21,1-6.10-13.

    El corazón del rey es una corriente de agua en manos del Señor: él lo dirige hacia donde quiere.
    Al hombre le parece que todo su camino es recto, pero el Señor pesa los corazones.
    Practicar la justicia y el derecho agrada al Señor más que los sacrificios.
    Los ojos altaneros, el corazón arrogante, la luz de los malvados: todo eso es pecado.
    Los proyectos del hombre laborioso son pura ganancia, el que se precipita acaba en la indigencia.
    Tesoros adquiridos con engaños son ilusión fugaz de los que buscan la muerte.
    El alma del malvado desea el mal, él no se apiada de su prójimo.
    El simple se hace sabio cuando se castiga al insolente, y asimila la ciencia cuando se instruye al sabio.
    El justo observa la casa del malvado, y precipita en la desgracia a los malos.
    El que cierra los oídos al clamor del débil llamará y no se le responderá.


Salmo 119(118),1.27.30.34.35.44.

Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor,

Instrúyeme en el camino de tus leyes,
y yo meditaré tus maravillas.

Elegí el camino de la verdad,
puse tus decretos delante de mí.

Instrúyeme, para que observe tu ley
y la cumpla de todo corazón.

Condúceme por la senda de tus mandamientos,
porque en ella tengo puesta mi alegría.

Yo cumpliré fielmente tu ley:
lo haré siempre, eternamente.


    Evangelio según San Lucas 8,19-21.

    Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud.
    Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte".
    Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 22 de Septiembre - «Mi madre y mis hermanos»


Santa Teresa Benedicta de la Cruz [Edith Stein], carmelita descalza, mártir, Obras: La mujer y su destino.

«Mi madre y mis hermanos» 

    A pesar de la unidad real existente entre la cabeza y el cuerpo, la Iglesia está al lado de Cristo como una persona independiente. Cristo, en tanto que Hijo del Padre eterno, vivía ya antes del comienzo del tiempo y es anterior a toda existencia humana. Después, por el acto de la creación, la humanidad vivía antes que Cristo tomara su naturaleza y se integrara a ella. Pero por su encarnación, le trajo su vida divina; por su obra de redención la hizo capaz de recibir la gracia de tal manera que la recreó una segunda vez… La Iglesia es la humanidad rescatada, creada nuevamente de la misma sustancia de Cristo.

    La célula primitiva de esta humanidad rescatada es María; es en ella que se llevó a cabo por primera vez la purificación y la santificación por Cristo, ella es la primera que quedó llena del Espíritu Santo. Antes que el Hijo de Dios naciera de la Virgen Santa, creó esta Virgen llena de gracia y, en ella y con ella, a la Iglesia…

    Toda alma purificada por el bautismo y elevada al estado de gracia es, por esta misma razón, creada por Cristo y nacida para Cristo. Pero es creada en la Iglesia y nace por la Iglesia… Así la Iglesia es la madre de todos aquellos a quienes está dirigida la redención. Y lo es por su unión íntima con Cristo, y porque permanece a su lado en calidad de Esposa de Cristo para colaborar a su obra de redención.

SANTORAL - 233 MÁRTIRES DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

22 de Septiembre


    La II República española, proclamada el 14 de abril de 1931, llegó impregnada de fuerte anticlericalismo. Apenas un mes más tarde se produjeron incendios de templos en Madrid, Valencia, Málaga y otras ciudades, sin que el Gobierno hiciera nada para impedirlos y sin buscar a los responsables para juzgarles según la ley. Los daño fueron inmensos, pero el Gobierno no los reparó ni material ni moralmente, por lo que fue acusado de connivencia.

    La Iglesia había acatado a la República no sólo con respeto sino también con espíritu de colaboración por el bien de España. Estas fueron las instrucciones que el Papa Pío XI y los obispos dieron a los católicos. Pero las leyes sectarias crecieron día por día. En este contexto fue suprimida 1a Compañía de Jesús y expulsados los jesuitas.

    Durante la revolución comunista de Asturias (octubre de 1934) derramaron su sangre muchos sacerdotes y religiosos, entre ellos le diez Mártires de Turón (9 Hermanos de las Escuelas Cristianas y un Pasionista, canonizados el 21 de noviembre de 1999).

    A los sacerdotes, religiosos y seglares que entregaron sus vidas por Dios el pueblo comenzó a llamarles mártires porque no tuvieron ninguna implicación política ni hicieron la guerra contra nadie. Por ello, no se les puede considerar caídos en acciones bélicas, ni víctimas de la represión ideológica, que se dio en las dos zonas, sino mártires de la fe.

    Los mártires que beatificó el Santo Padre Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001, demuestran la unidad y diversidad eclesial y esta celebración resulta pastoralmente significativa, porque ve unidos en un único rito a muchos mártires de una misma arquidiócesis y tiene las siguientes características:

- la representatividad eclesial del grupo de mártires, pues hay sacerdotes, religiosos y seglares, que son expresión de los numerosos carismas y familias de vida consagrada;

- la representatividad de la Iglesia en España porque este grupo representa 37 diócesis. Todos ellos se encontraban en Valencia desarrollando sus respectivos ministerios y actividades apostólicas y algunos de ellos han sido unidos en el proceso por competencia, en base a la normativa canónica vigente;

- el elevado número de sacerdotes seculares y de seglares, pues es la primera vez que son beatificados 40 miembros de los presbíteros diocesanos de Valencia (37) y Zaragoza (3), así como 22 mujeres y 20 hombres y jóvenes, miembros de la entonces floreciente Acción Católica Española y de otras asociaciones de apostolado seglar, de todas las edades, profesiones y estado social;

- el actual contexto pastoral favorable, que ha despertado interés en las diócesis españolas hacia esta página gloriosa de la reciente historia. Ésta había quedado un tanto olvidada, pero testimonia la fe y la fidelidad de la Iglesia en España y, más en concreto, en Valencia que tuvo sus orígenes a principios del siglo IV en el martirio diácono Vicente. El desarrollo de los procesos, las correspondientes catequesis y la fama martirio han llevado a las comunidades, cristianas a un mayor interés y devoción hacia los mártires.

    El clima espiritual favorable creado por el Gran Jubileo del 2000 ha permitido que, concluido el largo proceso canónico, pudiera celebrarse esta beatificación el 11 de marzo de 2001, como primer fruto espiritual del Año Santo apenas terminado. Estos mártires fueron los primeros beatos del Tercer Milenio.

    Hoy los veneramos en los altares como mártires de la fe cristiana, porque la Iglesia ha reconocido oficialmente que entregaron sus vidas por Dios durante la persecución religiosa de 1936. No les debemos llamar caídos en guerra, porque no fueron a la guerra ni la hicieron contra nadie, pues eran personas pacíficas, que desarrollaban normalmente sus actividades en sus pueblos y parroquias; tampoco les podemos llamar víctimas de la represión política, porque los motivos fundamentales de sus muertes no fueron de carácter político o ideológico sino religioso: porque eran sacerdotes o religiosos, porque eran seglares católicos practicantes, muy comprometidos con la Iglesia en la defensa y promoción de la fe cristiana.

Oremos

    Oh Dios, que enviaste a tu Hijo, para que muriendo y resucitando nos diese su Espíritu de amor. Nuestros hermanos, mártires del siglo XX en España, mantuvieron su adhesión a Jesucristo de manera tan radical y plena que les permitiste derramar su sangre por Él. Danos la gracia y la alegría de la conversión para asumir las exigencias de la fe; ayúdanos, por su intercesión, y por la de María, Reina de los mártires, a ser siempre artífices de reconciliación en la sociedad y a promover una viva comunión entre los miembros de tu Iglesia en España; enséñanos a comprometernos, con nuestros pastores, en la nueva evangelización haciendo de nuestras vidas testimonios eficaces del amor a Ti y a los hermanos. Te lo pedimos por Jesucristo, el Testigo fiel y veraz, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.