SEXTO DÍA: NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
Fue en medio de la noche que el Deseado de las Naciones vino al mundo. Nació en un pobre establo, fue depositado en pesebre, digna cuna del rey de los pobres; dos animales, según una antigua tradición, el buey y el asno, lo lo calientan con su aliento; pero toda la naturaleza se estremecía de alegría, los coros de los ángeles iban prontamente a anunciar la dichosa nueva; y mientras esperaba a esos primeros adoradores, María y José adoraban al Verbo increado, el Verbo encarnado, la salvación del mundo. ¡Ninguna lengua podría contar los sentimientos de la augusta María, ni los de su esposo, ese digno hijo de los Patriarcas, de los Profetas y de los Reyes que tanto habían suspirado por el Mesías! Lo veía, vertía lágrimas de alegría y de ternura contemplando ese pequeño Infante, reparador de la falta de Adán, ¡que venía a este mundo para amar, para sufrir y para morir! Adora al Emmanuel, al Dios con nosotros, que desciende, que se abaja con el fin de salvar a los hombres que bien quiere llamar sus hermanos; adora al Padre todopoderoso, que está en el cielo, ¡y que tanto amó al mundo, que dio a su Hijo único para salvarlo! Imitemos a San José, adoremos en el pesebre a nuestro divino Salvador; agradezcámosle todo lo que hace por nosotros; san Francisco de Sales, no podía pensar en el misterio del pesebre sin que su corazón se anegara en lágrimas, y ¡nosotros permanecemos insensibles! ¡Amemos a Aquel por quien fuimos amados!
Oración
Señor, no dejes un instante de guardarnos y protegernos, Tú, que en tu providencia elegiste a José para nutrir a tu Hijo único y para guarda de la Virgen, su Madre. San José, que has merecido ver nacido a Jesús y acunado en el pesebre, ruega por nosotros. Amén.