sábado, 28 de mayo de 2016

AMORIS LAETITIA





    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

CATEQUESIS SOBRE LOS SACRAMENTOS

CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA





"Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

San Agustín

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP IV )

LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

REFLEXIÓN


TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA VIII
De la Feria. Salterio IV
28 de mayo

    Del Tratado de san Ambrosio, obispo, Sobre los misterios.
    (Núms. 52-54. 58: SC 25 bis, 186-188. 190)


ESTE SACRAMENTO QUE RECIBES SE REALIZA
 POR LA PALABRA DE CRISTO

    Vemos que el poder de la gracia es mayor que el de la naturaleza y, con todo, aún hacemos cálculos sobre los efectos de la bendición proferida en nombre de Dios. Si la bendición de un hombre fue capaz de cambiar el orden natural, ¿qué diremos de la misma consagración divina, en la que actúan las palabras del Señor y Salvador en persona? Porque este sacramento que recibes se realiza por la palabra de Cristo. Y si la palabra de Elías tuvo tanto poder que hizo bajar fuego del cielo, ¿no tendrá poder la palabra de Cristo para cambiar la naturaleza de los elementos? Respecto a la creación de todas las cosas leemos que él lo dijo y fueron hechas, él lo mandó y existieron. Por tanto, si la palabra de Cristo pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podrá cambiar en algo distinto lo que ya existe? Mayor poder supone dar el ser a lo que no existe que dar un nuevo ser a lo que ya existe.

    Mas, ¿para qué usamos de argumentos? Atengámonos a lo que aconteció en su propia persona, y los misterios de su encarnación nos servirán de base para afirmar la verdad del misterio. Cuando el Señor Jesús nació de María, ¿por ventura lo hizo según el orden natural? El orden natural de la generación consiste en la unión de la mujer con el varón. Es evidente, pues, que la concepción virginal de Cristo fue algo por encima del orden natural. Y lo que nosotros hacemos presente es aquel cuerpo nacido de una virgen. ¿Por qué buscar el orden natural en el cuerpo de Cristo, si el mismo Señor Jesús nació de una virgen, fuera de las leyes naturales? Era real la carne de Cristo que fue crucificada y sepultada; es, por tanto, real el sacramento de su carne.

    El mismo Señor Jesús afirma: Esto es mi cuerpo. Antes de las palabras de la bendición celestial, otra es la realidad que se nombra; después de la consagración, es significado el cuerpo de Cristo. Lo mismo podemos decir de su sangre. Antes de la consagración, otro es el nombre que recibe; después de la consagración, es llamada «sangre». Y tú dices: «Amén», que equivale a decir: «Así es». Que nuestra mente reconozca como verdadero lo que dice nuestra boca, que nuestro interior asienta a lo que profesamos externamente.

    Por esto la Iglesia, contemplando la grandeza del don divino, exhorta a sus hijos y miembros de su familia a que acudan a los sacramentos, diciendo: Comed, mis familiares, bebed y embriagaos, hermanos míos. Qué es lo que hay que comer y beber, nos lo enseña en otro lugar el Espíritu Santo por boca del salmista: Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. En este sacramento está Cristo, porque es el cuerpo de Cristo. No es, por tanto, un alimento material, sino espiritual. Por ello dice el Apóstol, refiriéndose a lo que era figura del mismo, que nuestros padres comieron el mismo manjar espiritual, y bebieron de la misma espiritual bebida. En efecto, el cuerpo de Dios es espiritual, el cuerpo de Cristo es un cuerpo espiritual y divino, ya que Cristo es espíritu, tal como leemos: El espíritu ante nuestra faz, Cristo el Señor. Y en la carta de Pedro leemos también: Cristo murió por vosotros. Finalmente, este alimento fortalece nuestro corazón, y esta bebida alegra el corazón del hombre, como recuerda el salmista.


    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

LA FRASE DEL DÍA

Sábado 28 de mayo



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

EVANGELIO

TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA VIII
28 de mayo


 
  Epístola de San Judas 1,17.20b-25.

    En cuanto a ustedes, queridos míos, acuérdense de lo que predijeron los Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo.
    Pero ustedes, queridos míos, edifíquense a sí mismos sobre el fundamento de su fe santísima, orando en el Espíritu Santo.
    Manténganse en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la Vida eterna.
    Traten de convencer a los que tienen dudas,
y sálvenlos librándolos del fuego. En cuanto a los demás, tengan piedad de ellos, pero con cuidado, aborreciendo hasta la túnica contaminada por su cuerpo.
    A aquel que puede preservarlos de toda caída y hacerlos comparecer sin mancha y con alegría en la presencia de su gloria, al único Dios que es nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, el honor, la fuerza y el poder, desde antes de todos los tiempos, ahora y para siempre. Amén.



Salmo 63(62),2.3-4.5-6.

Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,

por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.
Sí, yo te contemplé en el Santuario

para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.

Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada

como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.




    Evangelio según San Marcos 11,27-33.


    Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?".
    Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.
    Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?".
    Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'.
    ¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta,respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas".


Fuente: ©Evangelizo.org



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA VIII
28 de mayo


    San Atanasio (295-373), obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia
    Discurso contra los arrianos, 2, 78-79 (trad. breviario martes 6ª semana. rev.)

“¿Quién te ha dado esta autoridad?”

    La Sabiduría unigénita y personal de Dios es creadora y hacedora de todas las cosas. Todo -dice en efecto el salmo– lo hiciste con sabiduría, y también: La tierra está llena de tus criaturas. Pues, para que las cosas creadas no sólo existieran, sino que también existieran debidamente, quiso Dios acomodarse a ellas por su Sabiduría, imprimiendo en todas ellas en conjunto y en cada una en particular cierta similitud e imagen de sí mismo, con lo cual se hiciese patente que las cosas creadas están embellecidas con la Sabiduría y que las obras de Dios son dignas de él.

    Porque, del mismo modo que nuestra palabra es imagen de la Palabra, que es el Hijo de Dios, así también la sabiduría creada es también imagen de esta misma Palabra, que se identifica con la Sabiduría; y así, por nuestra facultad de saber y entender, nos hacemos idóneos para recibir la Sabiduría creadora y, mediante ella, podemos conocer a su Padre. Pues, quien posee al Hijo –posee también al Padre, dice la Escritura– y El que me recibe, recibe al que me ha enviado (Mt 10,40)...

    Mas, como, en la sabiduría de Dios, según antes hemos explicado, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque Dios no quiso ya ser conocido, como en tiempos anteriores, a través de la imagen y sombra de la sabiduría existente en las cosas creadas, sino que quiso que la auténtica Sabiduría tomara carne, se hiciera hombre y padeciese la muerte de cruz, para que, en adelante, todos los creyentes pudieran salvarse por la fe en ella.

    Se trata, en efecto, de la misma Sabiduría de Dios, que antes, por su imagen impresa en las cosas creadas... se daba a conocer a sí misma y, por medio de ella, daba a conocer a su Padre. Pero, después esta misma Sabiduría, que es también la Palabra, se hizo carne, como dice san Juan (1,14), y, habiendo destruido la muerte y liberado nuestra raza, se reveló con más claridad a sí misma y, a través de sí misma, reveló al Padre; de ahí aquellas palabras suyas: Haz que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn 17,3).

    De este modo, toda la tierra está llena de su conocimiento. En efecto, uno solo es el conocimiento del Padre a través del Hijo, y del Hijo por el Padre; uno solo es el gozo del Padre y el deleite del Hijo en el Padre, según aquellas palabras: yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia.


Fuente: ©Evangelizo.org



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

HIMNO

TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA VIII 
De la Feria. Salterio IV 
28 de mayo



"Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

San Agustín

SANTORAL

TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA VIII
28 de mayo


    Nació en Vignate, Milán, Italia, el 2 de noviembre de 1801. Era el quinto de ocho hermanos de una familia de agricultores. Cuando tenía 3 años se trasladaron a Cernusco sul Naviglio donde los suyos ampliaron su patrimonio. Su padre fue alcalde de esta localidad. A la edad de 12 años, Luigi ingresó como interno en el colegio Cavalleri, de Parabiago y bajo la guía del rector del mismo, el párroco Agostino Peregalli, maduró su vocación al sacerdocio. En su corta vida, y aunque había compartido con los de su edad los afanes propias de la misma teniendo como núcleo capital los juegos, se había dado cuenta de que su mejor amigo era Jesús. Y decidió seguirle de cerca consagrándose a Él. Estudió en los seminarios de Castello sopra Lecco, Monza y Milán. Como informan las actas era «muy capaz y diligente en todo». En 1815 perdió a sus dos hermanos mayores y su padre fue involucrado en un importante fraude que se detectó en el municipio que presidía. Luigi se aferró a la divina providencia, como hizo siempre. Era diácono y profesor del seminario menor y tras recibir el sacramento del Orden en la catedral de Milán el 28 de mayo de 1825, fue designado vicerrector y profesor de griego en el seminario de Monza. Ejerció la docencia durante ocho años. En 1833 fue nombrado director espiritual del seminario mayor de Milán, misión que ocupó una década de su vida sellada por la caridad, obediencia y fidelidad eclesial. Alentando a los seminaristas a crecer en la virtud les instaba a dejar su corazón abierto a la voz divina. Lo esencial era amar a Cristo sobre todas las cosas. Así serían fieles a su vocación. Tenía claro que cuando más santo fuese un sacerdote, más efectivas serían sus súplicas por el pueblo que le hubieran encomendado. La lucha sería efectiva: «con el atractivo de la caridad, con la belleza de la verdad, con la santidad del ejemplo». Concibió un magnífico itinerario formativo que fue dado a conocer a todo el clero por indicación del cardenal arzobispo Gaisruck. Al tiempo que formaba a los seminaristas, predicaba y se ocupaba de acompañar espiritualmente a los laicos.

    En 1837 la Virgen le inspiró la fundación de las Hermanas Marcelinas, que nacieron en 1838 en Cernusco sul Naviglio contando con Marina Videmari. Su objetivo era actuar espiritualmente en la sociedad a través de la formación integral de las jóvenes, futuras madres de familia que podrían construir su hogar sobre pilares cristianos. A la par que defendía la dignidad de la mujer en una sociedad que la minusvaloraba, subrayaba su valía frente a quienes la relegaban a la maternidad exclusivamente. Había elegido el nombre de Marcelina para su obra como homenaje a la santa del mismo nombre que logró educar a sus hermanos menores, igualmente santos, Sátiro y Ambrosio. Instituir esta congregación fue una decisión orada en soledad y en silencio, presuponiendo el alto costo que iba pagar con ello. Tanto es así, que estuvo al borde de desistir de su empeño. Sintió «repugnancia, pereza», y el peso de la incertidumbre. Entonces acudió a la Virgen de los Dolores y tuvo la certeza de que contaba con su bendición. Con este sentimiento había nacido la obra. Luigi colaboró en la fundación del periódico milanés L’Amico cattolico de acuerdo con el arzobispo Gaisruck y fue redactor del mismo durante unos años. En 1841 abrió un nuevo colegio en Vimercate al que seguirían otros en distintos lugares y países de Europa y América. Al año siguiente, debido a sus problemas de salud, pidió ser relegado de su misión en el seminario, pero no logró su propósito; le mantuvieron en su puesto. Cuando en 1843 se propuso secundar a Luigi Speroni en la fundación de un instituto de sacerdotes misioneros, el arzobispo no dio su visto bueno y aceptó su disposición con obediencia y mansedumbre.

    En 1850 el conflicto austro-húngaro propició su destitución en la labor que realizaba en el seminario. Los austriacos determinaron separarle de los seminaristas de Milán. Fue una especie de represalia porque él les había instado de antemano a orar por los enemigos y a huir de cualquier forma de violencia. Era un pacificador que defendía a ultranza la concordia y respeto entre los seres humanos, considerando que ello revertía en un futuro mejor. Pero la acusación de haber participado durante la insurrección de los cinco días que había tenido lugar en 1848 pesó en su contra. Entonces él se había presentado ante el conde Gabrio Casati en nombre del arzobispo con objeto de preservar los derechos de la Iglesia en aspectos cruciales como la educación, la libertad, la designación de prelados… Y en 1853 tuvo que comparecer en un juicio que tuvo lugar en Viena. Con todo, en 1854 se afincó en Milán. Al año siguiente obtuvo el doctorado y después sucesivamente sería nombrado viceprefecto de la Biblioteca Ambrosiana y canónigo honorario de la basílica de San Ambrosio. Gozaba de la confianza del papa Pío IX, quien en 1862 le invitó a predicar al clero milanés con la difícil tarea de conciliar corrientes opuestas en un intrincado momento histórico que se dividía entre los que perseguían la unidad nacional del país y los partidarios del poder temporal pontificio. Ello le acarreó juicios desfavorables y diversos ataques que soportó con humildad y serenidad. Estos contratiempos no le impidieron dedicarse a su fundación y a la dirección espiritual de quienes lo solicitaban, así como al estudio y la escritura. Por cualquiera de estas vías transmitió su profunda vida interior durante un cuarto de siglo. Poseedor de una vasta cultura, fue un especialista en patrología y arqueología. Fruto de sus investigaciones se descubrió la urna que contenía las reliquias de san Ambrosio en el transcurso de la restauración de la basílica del mismo nombre, junto a la de los santos Gervasio y Protasio. Ello hizo que en 1873 Pío IX le concediera el título de prelado doméstico de Su Santidad. Murió en Milán el 11 de agosto de 1879. Benedicto XVI lo beatificó el 30 de abril de 2006.

Fuente:©Evangelizo.org



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín