miércoles, 22 de enero de 2025
EVANGELIO - 23 de Enero - San Marcos 3,7-12.
Carta a los Hebreos 7,25-28.8,1-6.
El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo.
El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.
Este es el punto capital de lo que estamos diciendo: tenemos un Sumo Sacerdote tan grande que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo.
El es el ministro del Santuario y de la verdadera Morada, erigida no por un hombre, sino por el Señor.
Ahora bien, todo Sumo Sacerdote es constituido para presentar ofrendas y sacrificios; de ahí la necesidad de que tenga algo que ofrecer.
Si Jesús estuviera en la tierra, no podría ser sacerdote, porque ya hay aquí otros sacerdotes que presentan las ofrendas de acuerdo con la Ley.
Pero el culto que ellos celebran es una imagen y una sombra de las realidades celestiales, como Dios advirtió a Moisés cuando este iba a construir la Morada, diciéndole: Tienes que hacerlo todo conforme al modelo que te fue mostrado en la montaña.
Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.
Salmo 40(39),7-8.9.10.17.
¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy».
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón».
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor.
Que se alegren y se regocijen en ti
todos los que te buscan,
y digan siempre los que desean tu victoria:
“¡Qué grande es el Señor!”.
Evangelio según San Marcos 3,7-12.
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea.
Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.
Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".
Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.
Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!".
Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 23 de Enero - «Mucha gente, al enterarse de las cosas que hacía, acudía a él»
San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208) obispo, teólogo y mártir Demostración de la predicación apostólica, 92-95
«Mucha gente, al enterarse de las cosas que hacía, acudía a él»
En el profeta Isaías se dice que, el mismo Verbo, la Palabra de Dios, dice que él debía manifestarse viviendo entre nosotros –en efecto, el Hijo de Dios se hizo hijo del hombre- y dejarse encontrar por nosotros al cual no conocíamos anteriormente: «Me he hecho encontradizo de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes no me buscaban. Dije: «Aquí estoy, aquí estoy» a gente que no invocaba mi nombre» (Is 65,1)... Es ese mismo el sentido de lo que dijo Juan Bautista: «Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras» (Mt 3,9). En efecto, después de haber sido arrancados, por la fe, del culto a unas piedras, nuestros corazones ven a Dios y se hacen hijos de Abrahán que fue justificado por la fe...
El Verbo de Dios se encarnó y planto su tienda entre nosotros, según nos lo dice Juan, su discípulo (Jn 1,14). Gracias a él, y por la nueva vocación, cambió el corazón de los paganos. Desde entonces la Iglesia da mucho fruto en aquellos que se salvan; y ya no es un intercesor como Moisés, ni un mensajero como Elías, sino el mismo Señor el que nos salva dando a la Iglesia más hijos que los antiguos a la sinagoga, tal como lo había predicho Isaías diciendo: «Alégrate, la estéril que no dabas a luz» (Is 54,1 ; Ga 4,27)... Dios encuentra su felicidad dando su heredad a las naciones insensatas, a los que no formaban parte de la ciudad de Dios y ni tan sólo sabían quien era Dios. Ahora que, gracias a esta llamada, se nos ha dado la vida y que Dios nos ha conducido hasta llevar en nosotros la fe de Abrahán a su plenitud, no debemos volver atrás, quiero decir a la primera legislación, porque hemos recibido al Señor de la Ley, al Hijo de Dios, y, por la fe en él, aprendemos a amar a Dios con todo nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos.
SANTORAL - SAN ILDEFONSO DE TOLEDO
23 de Enero
Uno de los rasgos más característicos de la obra literaria de San Ildefonso, y particularmente de su tratado «De virginitate perpetua sanctae Mariae», es el entusiasmo casi exagerado con que el santo habla de la Santísima Virgen. Edmund Bishop pone de relieve este rasgo en sus valiosos estudios («Spanish Symptoms»). Se trata en realidad de una nota típica, tanto de la devoción personal del santo como del medio en que vivía. Nada tiene, pues, de extraño que, un siglo después de su muerte, hayan surgido dos leyendas sobre la privilegiada posición de san Ildefonso respecto de la Madre de Dios. Según la primera de dichas leyendas, la mártir santa Leocadia, patrona de Toledo, se levantó de su tumba cuando san Ildefonso se hallaba orando ahí, para agradecerle, en nombre de Nuestra Señora, las alabanzas que le había prodigado. La otra leyenda pretende que la Santísima Virgen se apareció en persona a san Ildefonso para mostrarle su gratitud y que le regaló una casulla. Esta última leyenda aparece, con muchos retoques, en casi todas las grandes colecciones de Marienlegenden, que tan de moda estuvieron en los siglos XII y XIII. En todo caso, hay razones para creer que el lenguaje mariano que se impuso en Toledo en tiempos de san Ildefonso, influyó profundamente en el tono de los documentos litúrgicos españoles.
Oremos
Dios todopoderoso, que hiciste a San Ildefonso insigne defensor de la virginidad de María, concede a los que creemos en este privilegio de la Madre de tu Hijo sentirnos amparados por su poderosa y materna intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
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