lunes, 7 de septiembre de 2020

EVANGELIO - 08 de Septiembre - San Mateo 1,1-16.18-23


    Libro de Miqueas 5,1-4a.

    Así habla el Señor: Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial.
    Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas.
    El se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque él será grande hasta los confines de la tierra.
    ¡Y él mismo será la paz!


Salmo 13(12),6ab.6cd.


Yo confío en tu misericordia
que mi corazón se alegre porque me salvaste.
¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!


    Evangelio según San Mateo 1,1-16.18-23.

    Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.
    Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
    Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
    Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.
    Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.
    Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.
    Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.
    Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
    Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
    José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
    Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
    Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
    Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Septiembre - "María, estrella del mar"


San Amadeo de Lausanne (1108-1159) monje cisterciense, obispo Homilía mariana VII (SC 72. Huit homélies mariales, Cerf, Paris, 1960), trad. sc©evangelizo.org

María, estrella del mar

    Por designio de la Providencia divina ella fue llamada María, estrella del mar, para declarar con su nombre lo que muestra claramente la realidad. (…).

    Revestida de belleza y también de fuerza, está coronada, pudiendo calmar con un gesto los movimientos formidables del mar. Los que navegan en el mar del mundo presente y la invocan con plena confianza, los arranca del viento de la tempestad y del furor de los huracanes. Los conduce con ella, triunfantes, a la orilla de la bienaventurada patria. Mis queridos, no podríamos decir cuantas veces muchos chocarían con las rocas más abruptas, con el riesgo de hundirse, y otros golpearían contra los peores escollos sin poder volver, (…) si no fuera por la presencia de la estrella del mar, María siempre virgen. Ella se pone con su potente ayuda frente al timón roto y la barca destrozada y privada de toda ayuda humana, para dirigirlos con su celeste guía al puerto de la paz interior. Llena de alegría por los nuevos triunfos, la reciente liberación de condenados y el renovado incremento de pueblos, ella celebra en el Señor. (…)

    María resplandece y se distingue por su doble caridad. Está ardientemente fijada en Dios, adhiere  y forma un único espíritu con él. Por otro lado, atrae y consuela tiernamente el corazón de los elegidos y les comparte los dones excelentes venidos de la generosidad de su Hijo.

FIESTA DE LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

08 de Septiembre


    Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina de Bezatha. La Liturgia Oriental celebra su nacimiento cantando poéticamente que este día es el preludio de la alegría universal, en el que han comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación. Por eso nuestra liturgia nos invita a celebrar con alegría el nacimiento de María, pues de ella nació el sol de justicia, Cristo Nuestro Señor.

Hoy nace una clara estrella, 
tan divina y celestial, 
que, con ser estrella, es tal, 
que el mismo Sol nace de ella.

    En la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la eterna fidelidad de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento como una nueva manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.

Nada en la Escritura

    Nada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María. Ni siquiera nos da la fecha o el nombre de sus padres, aunque según la leyenda se llamaban Joaquín y Ana. Éste nacimiento es superior a Creación, porque es la condición de la Redención. Y, sin embargo, la Iglesia celebra su nacimiento. Con él celebramos la fidelidad de Dios. “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” Romanos 8,28. Y es motivo de alegría gozosa y permanente de todos y cada uno de los llamados. No sabemos cómo se cumplirá, pero tampoco sabemos como nace el trigo, y cómo se forja la perla en la ostra. Pero nacen y crecen y se forjan. La inteligencia humana, por aguda que sea, tiene su límite y ya no puede alcanzar más. Cerrar los ojos ante el misterio, sabiéndonos llamados por Dios, y “desbordar de gozo en el Señor, confiando en su misericordia” Salmo 12, 6. Son las palabras inspiradas del salmo de la misa.

    Todo lo que sabemos del nacimiento de María es legendario y se encuentra en el evangelio apócrifo de Santiago, según el cual Ana, su madre, se casó con un propietario rural llamado Joaquín, galileo de Nazaret. Su nombre significa "el hombre a quien Dios levanta", y, según san Epifanio, "preparación del Señor". Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como un oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se les negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en Mallorca, en una montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una capilla dedicada a la Virgen. En los azulejos que cubren las paredes, antiquísimos, el Sumo Sacerdote riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa Ana, quien, sumiso y resignado, parece decir: No puede ser, no he podido tener hijos.

    Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad. Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Recordó a la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los Reyes: habiendo orado tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un gran profeta. Y así también Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin pecado original, y predestinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.

Una Niña Santa

    Nace María. Nace una niña santa. Nada se nota en ella hasta que crece y comienza a hablar, a expresar sus sentimientos, a manifestar su vida interior. A través de sus palabras se conoce el espíritu que la anima. Se dan cuenta sus padres: esta niña es una criatura excepcional. Se dan cuenta sus compañeras: que se sienten atraídas por el candor de la niña y, a la vez, sienten ante ella recelo, respeto reverencial. Sus padres no saben si alegrarse o entristecerse. Para conocer lo sobrenatural hace falta tiempo y distancia. No ha habido nunca ningún genio contemporáneo; al contrario, siempre es considerado como un loco, un ambicioso o un soberbio.

    Los niños hacen lo que ven hacer a los mayores. La niña santa no imita los defectos de los mayores y obra según sus convicciones. Cuando nació Juan Bautista, la gente se preguntaba "¿qué va a ser este niño?" (Lc 1,79). De María se preguntarían lo mismo. Ella comprende que, aunque quisiera hablar de lo mucho que lleva dentro, debe callar. Y tiene que vivir en completa soledad, de la que es un reflejo, el aislamiento del niño que crece entre gente mayor.

    María, llena de gracia, vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres que habían perdido la filiación divina, habían pecado, y sentían la tentación y sus inclinaciones al pecado. El hombre conoce la diferencia que hay entre lo bueno y lo malo, y cuando obra el mal, percibe la voz de la conciencia. Antes de pecar, la percibe y la desatiende, durante el pecado, la acalla con el gozo del pecado, después de pecar, la oye y quisiera no oírla. Este es el conocimiento del mal, que no procede de Dios, sino de haberse separado de El. María no conoce el mal por experiencia, sino por infusión de Dios. No había pecado nunca. Por eso no entendía a la gente y se sentía sola. Experimentaba que sólo ella era así. Si hubiera vivido en un desierto, no hubiera padecido tanto, pero en Nazaret, aldea pequeña, con fama de pendenciera y poca caritativa, es tenida por orgullosa, la que era la más humilde. Como los niños viven su mundo aparte de los mayores, así tiene que vivir María entre su gente.

    Y una mujer así, ¿nos puede comprender?, ¿puede ser nuestra madre? Sí porque María es una mujer comprometida con todo el género humano. María fue la pobre de Yahvé. Los pobres de Dios nunca preguntan, nunca protestan. Se abandonan en silencio y depositan su confianza en las manos del Señor y Padre.

    Con el Concilio Vaticano II hemos recuperado la Biblia, libro prohibido en mis años de juventud. También la Liturgia en castellano. También la Iglesia, no como una pirámide, sino como pueblo de Dios. De la misma manera hemos de recuperar a María, como Hermana en la fe, Madre en la fe. María peregrinó en la fe como todos los cristianos. Se abandonó a Dios. Pudo ser lapidada, al quedarse encinta, pudo ser repudiada... Es la pobre de Yahvé.

    Querríamos saber más cosas de María. El evangelio nos dice muy poco de Ella. Pero, si bien lo miramos, implícitamente nos dice mucho, todo. Porque Jesús predicó el Evangelio que, desde que abrió los ojos, vio cumplido por su Madre. Los hijos se parecen a sus padres. Jesús sólo a su Madre. Era su puro retrato, no sólo en lo físico, en lo biológico, sino también en lo psíquico y en lo espiritual.
La Herencia 

    Cada hombre, según las leyes mendelianas de los cromosomas y los genes, hereda de su padre y de su madre. Cuando Jesús pronuncia el sermón de las Bienaventuranzas, está pintando a su Madre: Pobres de espíritu, Mansos, Pacientes, Humildes, Misericordiosos, Trabajadores de la Paz. Nos ha dado su Retrato. Sus actitudes vitales son idénticas las de la Madre y el Hijo: en el momento decisivo de su vida María le dice al Ángel: "Hágase en mi"... En el momento de comenzar su Hora, Jesús dice lo mismo "Hágase". Cuando nos enseña su carné de identidad, María nos dice que es "la esclava del Señor" Cuando Jesús nos presenta el suyo, nos dice que es "manso y humilde de corazón". Jesús predicó las bienaventuranzas porque las había vivido. Y las vivió porque las había visto vivir a su Madre. Por eso la quiso y la hizo Inmaculada, porque tenía que ser su madre y su educadora en la fe.

Oremos

    Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.