miércoles, 10 de febrero de 2016

Cuaresma 2016 - Mons. José Ma. Arancedo - Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz‏


MENSAJE DE CUARESMA
Conversión, Misericordia y vida de Iglesia 


1 - Vivir la Cuaresma en el marco del Año Santo de la Misericordia es una gracia que debe iluminar nuestro camino de conversión y orientar nuestro compromiso eclesial. La conversión es un aspecto central en la vida cristiana. La pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿convertirnos a qué o a para qué? La conversión necesita de un proyecto de vida que lo veamos como un ideal. En nuestro caso este proyecto se identifica con una persona. Es, por ello, que la conversión no comienza mirándonos a nosotros sino a Jesucristo, en quién descubrimos ese proyecto de vida como camino de nuestra plena realización y el motivo que nos urge a participar en la vida de la Iglesia.




2 - Si no partimos de Jesucristo y de su proyecto de vida como de un ideal que nos mueve a seguirlo, la conversión va perdiendo exigencia, compromiso y esperanza. Cuando san Pablo les presenta a los cristianos de Éfeso el ideal de la vida cristiana, les dice: “hasta que todos lleguemos…. al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo” (Ef. 4, 13). Jesucristo es la fuente de nuestra realización y, con nosotros, el principio de una vida nueva para toda la creación. Esta mirada de fe que da sentido a la conversión es el fundamento de nuestra esperanza.




3 - La fe no es una utopía, sino la certeza y dinámica de un acontecimiento que es la misma persona de Jesucristo: “el iniciador y consumador de nuestra fe” (Heb. 12, 2). Podemos decir que la raíz de lo que podríamos llamar una utopia cristiana es Jesucristo. Es decir, esperamos que se manifieste plenamente lo que ya se realizó en Él, como principio de un hombre nuevo y de un mundo nuevo (cfr. Ap. 21, 1). La dimensión escatológica es esencial en la fe cristiana. Esto nos habla de un horizonte trascendente en nuestras vidas, que se ha cumplido en Cristo y lo vivimos en la esperanza.



4 - El conocimiento de la fe no es, por ello, algo cerrado que dominamos y manejamos, sino un conocimiento abierto que lo podríamos comparar con la certeza del peregrino que camina hacia una meta, sabe a dónde va aunque aún no la conoce plenamente. Es bueno recordar la definición de la fe que nos da la carta a los Hebreos: “la fe es la garantía de los bienes que se esperan y la plena certeza de las realidades que no se ven” (Heb. 11, 1). A esta verdad de la fe la vivimos con la alegría y la firmeza de una esperanza que se apoya en Jesucristo (cfr. Spe Salvi 1; Rom. 8, 24).




5 – La meta de la conversión es la vida de Dios, la santidad, como un bien al que todos estamos llamados. El camino siempre es Jesucristo, nuestra tarea en la vida cristiana será llegar a tener: “los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Filp. 2, 5). Sólo en él nuestra vida alcanza su estatura y madurez espiritual. No seguimos, decíamos, una idea sino a una persona que se nos presenta como un camino de gracia y verdad, de vida y santidad, de amor y solidaridad. En esta línea de seguimiento a Cristo se comprende las palabras de san Pablo, cuando nos dice: “Desvístanse del hombre viejo……y revístanse de entrañas de misericordia”(Col. 3, 12). Conversión y Misericordia se presentan como una exigencia de nuestra fe en Jesucristo, y que debe ser la causa que motive nuestra oración, examen de conciencia y el compromiso con la vida de la Iglesia.




6 - La fuente de la misericordia es el amor de Dios. Es Jesucristo quién nos lo revela y en quien descubrimos: “el rostro de la misericordia del Padre” (MV. 1). A esta misericordia del Padre la contemplamos sobre todo, nos dice Francisco, en tres parábolas especiales: “la de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del Padre y los dos hijos (Lc. 15, 1-32). Detenernos en una lectura meditada y hecha oración de estas parábolas, es la mejor manera de introducirnos en la riqueza de la misericordia de Dios, a la que somos llamados: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”, (Lc. 6, 36). La misericordia se convierte así, va a concluir: “en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos” (MV. 9).




7 - La misericordia es expresión de un amor que se hace cercanía ante el dolor y la necesidad del otro. Es un amor paciente que espera el momento del encuentro, no se detiene ante una respuesta negativa o no esperada; así nos ama Dios, incluso en nuestra lejanía. Porque nace del amor ella eleva, primero, a quién la vive. En las Sagradas Escrituras la misericordia: “es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros” (MV. 9). Esta certeza lleva al Santo Padre a decirle a la Iglesia, y en ella a cada uno de nosotros, con el reclamo de una verdad de fe: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia” (MV. 10).




8 - Un modo concreto de iniciar esta Cuaresma en el marco del Año Santo de la Misericordia, es hacer realidad en nuestras vidas las palabras de Francisco cuando afirma: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales” (MV. 15). El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2447), las define: “Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos” (cfr. Mt. 25, 31-46). Esto nos marca un camino cuaresmal.




9 - Considero que el acento eclesial puesto por el Santo Padre en la Misericordia como: “la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia”, nos debería llevar a sentirnos llamados a fortalecer su vida pastoral. Es en este sentido que los invito a participar en sus comunidades, en las diversas áreas pastorales donde la Iglesia vive y se expresa en estas obras, pienso en: catequesis, caritas, pastoral de la salud, pastoral carcelaria… ¡Cuánta necesidad tenemos de expresar como Iglesia el amor misericordioso de Dios que hemos conocido en Jesucristo! Recordemos que el testimonio cristiano alcanza su madurez eclesial en el ámbito en el que celebro y participo de la eucaristía.




10 – Los invito a que vivamos esta Cuaresma, en el Año Santo de la Misericordia, como un tiempo de gracia que nos haga crecer en la intimidad con el Señor y fortalezca nuestro compromiso eclesial. Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y nuestra Madre de Guadalupe.




Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

LITURGIA

Elementos Materiales de la Liturgia

El Templo, el Altar, vestiduras del Papa, obispos y sacerdotes, colores litúrgicos


    Las vasijas para el vino y el agua que se usan en la Santa Misa.   Generalmente son de cristal y se colocan en una bandeja pequeña.   Es permitido que sean de otro material (bronce, plata, oro e incluso de cerámica bien sellada) siempre y cuando puedan dignamente contener los líquidos.

    Usualmente tienen asas y tapones. Son de diferentes estilos y tamaños. Tradicionalmente, para evitar confusión al utilizarlas, las vinajeras se gravaban las iniciales "V" y "A", por el latín vinum y aqua.

    Las vinajeras junto con las hostias no consagradas pueden ser llevadas en procesión por dos fieles y presentadas al sacerdote durante el Ofertorio.






DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (Cap.II)

Evangelización y Doctrina Social





REFLEXIÓN

Reflexiones Espirituales

Miércoles 10 de Febrero


De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
(Cap. 7, 4--8, 3; 8, 5--9, 1; 13, 1-4; 19, 2: Funk, 1, 71-73. 77-79. 87)

CONVERTÍOS

    Fijémonos atentamente en la sangre de Cristo y démonos cuenta de cuán valiosa es a los ojos del Dios y Padre suyo, ya que, derramada por nuestra salvación, ofreció a todo el mundo la gracia de la conversión.

    Recorramos todas las etapas de la historia y veremos cómo en cualquier época el Señor ha concedido oportunidad de arrepentirse a todos los que han querido convertirse a él. Noé predicó la penitencia, y los que le hicieron caso se salvaron. Jonás anunció la destrucción a los ninivitas, pero ellos, haciendo penitencia de sus pecados, aplacaron la ira de Dios con sus plegarias y alcanzaron la salvación, a pesar de que no pertenecían al pueblo de Dios.

    Los ministros de la gracia divina, inspirados por el Espíritu Santo, hablaron acerca de la conversión. El mismo Señor de todas las cosas habló también de la conversión, avalando sus palabras con juramento: Por mi vida -dice el Señor-, no me complazco en la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta, añadiendo además aquellas palabras tan conocidas: Cesad de obrar mal, casa de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: «Aunque vuestros pecados lleguen hasta el cielo, aunque sean como la grana y rojos como escarlata, si os convertís a mí de todo corazón y decís: "Padre", os escucharé como a mí pueblo santo que sois.»

    Queriendo, pues, que todos los que él ama se beneficien de la conversión, confirmó aquella sentencia con su voluntad omnipotente.

    Sometámonos, pues, a su espléndida y gloriosa voluntad, e, implorando humildemente su misericordia y benignidad, refugiémonos en su clemencia, abandonando las obras vanas, las riñas y la envidia, cosas que llevan a la muerte. Seamos, pues, hermanos, humildes de espíritu; abandonemos toda soberbia y altanería, toda insensatez, y pongamos por obra lo que está escrito, pues dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza, quien se gloríe, que se gloríe en el Señor, buscándolo a él y obrando el derecho y la justicia, recordando sobre todo las palabras del Señor Jesús, con las que enseña la equidad y la bondad.

    En efecto, él dijo: Sed misericordiosos y alcanzaréis misericordia; perdonad y seréis perdonados; como vosotros hagáis, así se os hará a vosotros; dad y se os dará; no juzguéis y no seréis juzgados; en la medida en que seáis benignos, experimentaréis la benignidad; con la medida con que midáis se os medirá a vosotros.

    Ajustemos nuestra conducta a estos mandatos y así, obedeciendo a sus palabras, comportémonos siempre con toda humildad. Dice, en efecto, la palabra de Dios: En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.

    De este modo, imitando las obras de tantos otros, grandes e ilustres, corramos de nuevo hacia la meta que se nos ha propuesto desde el principio y que es la paz; no perdamos de vista al que es Padre y Creador de todo el mundo, y tengamos puesta nuestra esperanza en la munificencia y exuberancia del don de la paz que nos ofrece.


EXTRAÍDA : SEGUNDA LECTURA OFICIO DE LECTURA DEL DÍA






LA FRASE DEL DÍA

Miércoles 10 de Febrero






EVANGELIO

Tiempo de Cuaresma

Miércoles de Ceniza

10 de Febrero


Miércoles de Ceniza

    Libro de Joel 2,12-18.

    Ahora dice el Señor: Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos.
    Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en fidelidad, y se arrepiente de tus amenazas.
    ¡Quién sabe si él no se volverá atrás y se arrepentirá, y dejará detrás de sí una bendición: la ofrenda y la libación para el Señor, su Dios!
    ¡Toquen la trompeta en Sión, prescriban un ayuno, convoquen a una reunión solemne, reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!
    Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, los ministros del Señor, y digan: "¡Perdona, Señor, a tu pueblo, no entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?".
El Señor se llenó de celos por su tierra y se compadeció de su pueblo.



Salmo 51(50),3-4.5-6a.12-13.14.17.


¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa

y purifícame de mi pecado!
Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.

Contra ti, contra ti sólo pequé
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.

No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,

que tu espíritu generoso me sostenga:
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.




Carta II de San Pablo a los Corintios 5,20-21.6,1-2.

    Hermanos:
    Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios.
    A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él.
    Y porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios.
    Porque él nos dice en la Escritura: En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación.



Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.


    Jesús dijo a sus discípulos:
    Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
    Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
    Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
    Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
    Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
    Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan.   Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
    Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Fuente: ©Evangelizo.org




MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

Miércoles 10 de Febrero






HIMNO

Tiempo de Cuaresma

Miércoles de Ceniza

Del Propio. Salterio IV. En Laudes, las Antífonas y Salmos del viernes III

10 de Febrero






SANTORAL

Santoral del Día

Miércoles 10 de Febrero


    Mientras su hermano residió en Monte Casino, ella se hallaba en Plombariola, fundando y gobernando un monasterio.

     Tenía la costumbre de visitar a San Benito una vez al año y como no estaba permitido que entrar al monasterio, él salía a su encuentro para llevarla a una casa de confianza, donde los hermanos pasaban la velada orando, cantando himnos de alabanza a Dios y discutiendo asuntos espirituales. Sobre la última visita, San Gregorio hace una notable descripción, en la cual, la santa presintiendo que no volvería ver más a su hermano, le rogó que no partiera esa noche sino al día siguiente, pero San Benito se sintió incapaz de romper las reglas de su monasterio.

    Entonces, Santa Escolástica apeló a Dios con una ferviente oración para que interviniera en su ayuda, y acto seguido, estalló una fuerte tormenta que impidió que su hermano regresara al monasterio. Los dos santos pasaron la noche hablando de las cosas santas y de asuntos espirituales. Tres días después, la santa murió, y su hermano que se encontraba absorto en la oración tuvo la visión del alma de su hermana ascendiendo al cielo en forma de paloma.

Fuente: ©Evangelizo.org




CUARESMA 2016

Miércoles de Cenizas

10 de febrero


    La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

    La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

    Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

*“Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”

*“Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"

* “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.



ORIGEN DE LA COSTUMBRE

    Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.


    En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

    En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

    Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

    También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

    La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.

    Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.


EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA

    El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.


LA ORACIÓN

    La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior.

    Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.

    Para que nuestra Oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:

    La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.

    La disipación:
Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.

    La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.



EL SACRIFICIO

    Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar.

    “Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará." (Mt 6,6).



CONCLUSIÓN

    Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.

    Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.

    En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.

    Está Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.

    El arrepentimiento: Debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Credo: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.

    La confesión de nuestros pecados: El arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.

    La penitencia: Que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo.

    Y finalmente la Conversión que como hemos dicho es ir hacia delante, es el seguimiento a Jesús.

    Es un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o nos han hecho algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordemos como decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin meditar en su significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes tenemos que haber perdonado sinceramente a los demás.

    Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.

Fuente: Misioneros Oblatos o.cc.ss