sábado, 13 de febrero de 2021

EVANGELIO - 14 de Febrero - San Marcos 1,40-45.


        Libro del Levítico 13,1-2.45-46.

    El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes.
    La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: "¡Impuro, impuro!"
    Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.


Salmo 32(31),1-2.5.11.


¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado
y liberado de su falta!
¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le tiene en cuenta las culpas,

y en cuyo espíritu no hay doblez!
Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa,
pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”.

¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos!
¡Canten jubilosos los rectos de corazón!


    Carta I de San Pablo a los Corintios 10,31-33.11,1.

    En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios.
    No sean motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la Iglesia de Dios.
    Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse.
    Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo.


    Evangelio según San Marcos 1,40-45.

    Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".
    Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
    En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
    Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
    Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 14 de Febrero - «Un leproso»


        San Francisco de Sales Sermón (06-12-1620): Combatir la lepra Sermón 408-409. 412

«Un leproso»

    Viene a Él un leproso que, suplicante y de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme» Mc 1, 40. Hay muchos leprosos en el mundo. Ese mal consiste en cierta languidez y tibieza en el servicio de Dios. No es que se tenga fiebre ni que sea una enfermedad peligrosa, pero el cuerpo está de tal manera manchado de la lepra que se encuentra débil y flojo. Quiero decir que no es que se tengan grandes imperfecciones ni se cometan grandes faltas, pero caemos en tantísimas omisiones pequeñas, que el corazón está lánguido y debilitado.

    Y lo peor de las desgracias es que en ese estado, a nada que nos digan o hagan, todo nos llega al alma. Los que tienen esta lepra se parecen a los lagartos, esos animales tan viles y abyectos, los más impotentes y débiles de todos, pero que, a pesar de ello, a poco que se les toque, se vuelven a morder... Lo mismo hacen los leprosos espirituales; están llenos de muchísimas imperfecciones pequeñas, pero son tan altivos que no admiten ser rozados y a poco que se les reprenda, se irritan y se sienten ofendidos en lo más vivo.

    ¿Qué remedio hay? Tenemos que agarrarnos fuertemente a la cruz de Nuestro Salvador, meditarla y llevar en nosotros la mortificación. No hay otro camino para ir al cielo; nuestro Señor lo recorrió el primero. Si no os ejercitáis en la mortificación de vosotras mismas, os digo que todo lo demás no vale nada y os quedaréis vacías de todo bien.

SANTORAL - SAN VALENTÍN DE ROMA

14 de Febrero


   En Roma, en la vía Flaminia, cerca del puente Milvio, san Valentín, mártir. Hay razones teóricas y prácticas que hacen muy difícil una hagiografía de san Valentín: La razón teórica es, desde luego, la escasísima certeza sobre el personaje; su existencia y culto antiguo resultan indudables, pero poco más puede agregarse. La dificultad práctica proviene de que hasta la edición anterior del Martirologio -es decir hasta hace apenas unos años- se celebraban en esta fecha dos san Valentín, uno -laico o quizás presbítero- de Roma, y el otro -obispo- de Terni, también en Italia; así que las hagiografías que pueden conseguirse, incluso de los autores que con preferencia utilizamos, oscilan en atribuir a uno u otro los mismos rasgos, o se van en discusiones sobre cuál de los dos será más auténtico, discusiones que han perdido ya todo su valor del momento en que el Martirologio conserva ahora uno solo. Claro que como el Martirologio no aclara si el que quedó es laico, presbítero u obispo, sino sólo que es mártir y murió en Roma (que es todo lo que sabemos de él), la diócesis de Terni sigue reivindicando a su santo mártir, mientras que los santorales de otras procedencias prefieren identificarlo con el presbítero (un obispo mártir solía dejar más rastro en la historia). La misma ambivalencia se detecta en la iconografía, que lo representa en distintas figuras, de soldado a obispo, podríamos decir. Toda esa filigrana historiográfica parece importarle poco a la devoción popular, que mientras se queja de la «comercialización» de los santos, no renuncia a considerarlo el santo de los enamorados (y ayudar a que los centros comerciales «hagan caja»), bien que recogiendo para esta tradición distintos orígenes y significados.

    Veamos entonces escalonadamente tres aspectos: qué sabemos sobre san Valentín, qué afirman las leyendas tradicionales, y de dónde proviene la vinculación de esta devoción con los enamorados.

Qué sabemos sobre San Valentín

    -Lo que sabemos, como he dicho, es bien poco: hubo una catacumba cristiana en la Vía Flaminia cuyos restos se atribuían a un cristiano llamado Valentín, martirizado en la persecución de Claudio el Godo, alrededor del año 269 o poco más; sobre esa catacumba, como fue práctica luego de la legalización de nuestra fe, se construyó, hacia el año 350, una basílica dedicada al santo. Podría ser que este mártir fuera el obispo de la ciudad de Interamna (actual Terni), llamado Valentín, y que haya sido llevado a Roma para su martirio en tiempos del cónsul Furio Plácido, en 273, apenas unos años después del dato que la memoria tradicional -con toda su imprecisión- conservaba. El nombre de Valentín como mártir en Roma (pero no necesariamente «de» Roma) aparece en todos los martirologios antiguos. Y aquí acaban las certezas históricas.


Qué afirman las leyendas tradicionales

    -Aunque posiblemente sobre la base de la misma persona histórica, las leyendas se han desarrollado de manera separada en Roma y en Terni; fenómeno que no es nada infrecuente y que a lo largo de los siglos ha llenado de duplicaciones (o triplicaciones y más) el catálogo de santos. Las líneas principales de esas leyendas lo hacen un intrépido defensor de cristianos, ya sea visitándolos en la cárcel, ya sea arriesgando su vida para unirlos en matrimonio, aunque este desarrollo es muy posterior, y parece que sólo para racionalizar el patronazgo de los enamorados. La edición original del Butler (del siglo XVIII) nos transmite aun que «fue un santo sacerdote de Roma, quien, con san Mario y su familia, socorría a los mártires durante la persecución de Claudio II. Fue aprehendido y enviado por el emperador al prefecto de Roma, quien al ver que todas sus promesas para hacerlo renunciar a su fe eran ineficaces, mandó que lo golpearan con mazas y después lo decapitaran», rasgos que formaban parte de la versión romana. La diócesis de Terni, por su parte se basa en que «textos del siglo VI cuentan que san Valentín, ciudadano y obispo de Terni desde el 197, resultó famoso por su santidad de vida, por su caridad y humildad, por su celo apostólico, y por los milagros que realizaba, por lo que fue invitado a Roma por un cierto Cratón, orador griego y latino, para que le curase a su hijo, enfermo desde hacía unos años». Una vez allí, hechas las curaciones y logradas las conversiones correspondientes, «fue aprisionado bajo el emperador Aureliano, y decapitado en Roma. Era el 14 de febrero del 273. Su cuerpo fue transportado a Terni, en el 58 miliario (es decir, la marca de millas) de la Vía Flaminia». La imaginación, a Dios gracias, no tiene los estrechos límites de los documentos históricos, y todo puede compaginarse con todo, el enterramiento en la Vía Flaminia con el traslado a Terni, y muchísimos detalles más, que omito para no abundar, aunque no sin advertir que la ramificación de estos «hechos» llega hasta san Cosme y san Damián, los que es decir hasta tocar los mismísimos pies de los Apóstoles.


Qué relación tiene con los enamorados

    -La tercera cuestión es que ha devenido el patrono de los enamorados, y bien que lo ha hecho, ya que como todo lo débil, el amor, sobre todo juvenil, necesita de protección -y cuanto más celestial sea ese apoyo, mejor- para afianzarse y madurar. Ahora bien, como sucede muchísimas veces, es muy difícil saber por qué ha llegado a ser tal. Que se base en algún rasgo de la leyenda es poco probable, aunque ya hemos visto que hay un desarrollo más bien tardío que hace de Valentín un obispo casamentero. La explicación que parece más probable proviene del ámbito sajón: parece que hacia esta época los pájaros hacen su nido, por lo que comenzó a acostumbrarse a «pedir la mano» para la fiesta de san Valentín. La edición 1964 del Butler reproduce un delicioso epistolario que entreteje este pedido de manos con san Valentín, y que reproduciré:

    Una de las más antiguas referencias a esa costumbre se encuentra en The Pasión Letters (No. 783). En febrero de 1477, Isabel Drews, quien tenía una hija casadera y deseaba unirla en matrimonio con su pariente John Paston, escribía al futuro novio:

    Primo, el viernes es día de San Valentín, cuando todos los pájaros escogen pareja; si gustas venir el jueves por la noche, y preparado para quedarte hasta el lunes, confío en Dios que hablarás a mi marido, y yo rezaré para que llevemos el asunto a conclusión, porque, primo, no es sino un roble delgado el que se corta al primer golpe.

    Durante el mismo mes, Margarita, la joven casadera en cuestión, dirigió la siguiente carta a John Paston:

    Para ser entregado este billete a mi bien amado Señor Don Valentín John Paston. Reverendísimo y honorable bien amado Valentín: me recomiendo a usted, de todo corazón, deseando saber de su salud, rogándole a Dios Todopoderoso que lo conserve mucho tiempo en todo bienestar según Su beneplácito y deseo de vuestro corazón.

    Su carta siguiente no es tan ceremoniosa, y en el curso de la misma dice:

    Si vosotros podéis estar contentos con ese bien (su pequeña dote) y mi pobre persona, yo sería la joven más feliz de la tierra; una buena, verdadera y amante Valentina, para que ya no se hable nunca más del asunto, y pueda ser su verdadero amor y compañera de lecho toda mi vida.

    Otra explicación, que se reproduce en muchos webs (la recojo de corazones.org) dice que «Para abolir la costumbre pagana de que los jóvenes sacaran por suerte nombres de jovencitas, en honor de la diosa del sexo y la fertilidad llamada Februata Juno, celebrada el 15 de este mes, algunos pastores substituyeron esta costumbre, escribiendo nombres de santos. Así con el tiempo la fiesta sería cristianizada y se celebraba en vez San Valentín.» Pero parece una explicación improbable, porque la idea de un «listado de santos» es algo muy posterior a la época antigua en la que existía la fiesta de Februata Juno. Esta explicación se registra recién en el siglo XVII, cuando ya existen muy afianzados los catálogos de santos, y a la vez la fiesta de Februata Juno es apenas una nebulosa en la memoria. Aunque si de abolir se trata, escribiendo el otro día la noticia en torno a la fiesta de «Presentación del Señor» hice notar que la improbable relación que establece Beda el Venerable entre las Lupercalia romanas (fiesta de la fertilidad), y la procesión con velas que se vinculó en Roma con el 2 de febrero podía ser que se relacionara con la sustitución que hace el Papa Gelasio hacia el siglo V de las Lupercalia por una procesión de candelas, que caería hacia el 14 de febrero, y que a lo mejor desde allí podía rastrearse la relación entre la fiesta de san Valentín y la de los enamorados. Pero como puede verse, en este terreno la mayor certeza es apenas la de la conjetura.

Oremos

    Dios Todopoderoso que diste al sacerdote San Valentín el coraje para ser un testigo aún a costa de su propia vida y de predicar sin temor tu palabra, te pedimos que a ejemplo suyo, prediquemos con valor el Evangelio y seamos tus testigos hasta los confines del mundo. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén