sábado, 9 de enero de 2021

EVANGELIO - 10 de Enero - San Marcos 1,7-11.

       Libro de Isaías 55,1-11.

    Así habla el Señor: ¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también!
    Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche.
    ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia?
    Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares.
    Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán.
    Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David.
    Yo lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones.
    Tú llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te glorifica.
    ¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!
    Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva el Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
   Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-.
    Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
    Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.


Libro de Isaías 12,2.4bcd.5-6.

Este es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.

Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti
el Santo de Israel!


    Epístola I de San Juan 5,1-9.

    Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él.
    La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
    El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
    ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
    Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.
    Son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres están de acuerdo.
    Si damos fe al testimonio de los hombres, con mayor razón tenemos que aceptar el testimonio de Dios. Y Dios ha dado testimonio de su Hijo.


    Evangelio según San Marcos 1,7-11.

    Juan predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.
    Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".
    En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
    Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 10 de Enero - “El os bautizará con Espíritu Santo.”


       San Máximo de Turín (¿-c. 420) obispo Sermón para la fiesta de Epifanía

“El os bautizará con Espíritu Santo.”

    Hoy, el Señor Jesús se ha acercado para ser bautizado. Quiso lavar su cuerpo en el agua del Jordán. Tal vez, alguien dirá: “Él era el Santo ¿por qué quiso ser bautizado? ¡Escucha, pues! Cristo fue bautizado no para ser consagrado por el agua, sino para consagrar él mismo las aguas y purificar las corrientes que tocaba. Se trata, entonces, de la santificación del agua que no de Cristo. Ya que, desde el momento en que el Salvador es lavado, todas las aguas se convierten en aguas puras en vista de su bautismo. La fuente queda purificada porque la gracia se derrame sobre los pueblos que nacerán después. Cristo se encamino, el primero, hacia el bautismo para que los pueblos cristianos le sigan sin tardar. Aquí descubro yo un misterio. ¿No fue la columna de fuego que precedía la travesía del Mar Rojo para animar a los hijos de Israel a seguir la marcha? La columna de fuego atravesó las aguas la primera para abrir camino a los que la siguieron. Este acontecimiento fue, según el testimonio de Pablo, un símbolo del bautismo. (cf 1Cor 10,1ss) Sin duda alguna era una especie de bautismo en donde los hombres quedaban cubiertos por la nube y conducidos a través de las aguas. Todo esto fue realizado por el mismo Señor Jesucristo que ahora precede en el bautismo a los pueblos cristianos en la columna de su cuerpo, como precedió a los hijos de Israel a atravesar el mar en la columna de fuego. Esta misma columna, antiguamente, iluminaba los ojos de los caminantes y ahora asegura nuestros pasos en la fe, gracias al bautismo.

FIESTA EL BAUTISMO DEL SEÑOR

10 de Enero


   El domingo que sigue a la fiesta de la Epifanía, dedicado a celebrar el bautismo de Cristo, señala la culminación de todo el ciclo natalicio o de la manifestación del Señor. Es también el domingo que da paso al tiempo durante el año, llamado también tiempo ordinario.

    Hay que felicitarse por esta fiesta, que ha venido a enriquecer notablemente el ya de por sí denso tiempo de Navidad-Epifanía. El significado del bautismo del Señor, múltiple y variado, pues mira no sólo al hecho en sí, sino también a su trascendencia para nosotros, se centra en lo que tiene de epifanía y manifestación:

    Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo asumió la realidad de nuestra carne para manifestársenos, concédenos, te rogamos, poder transformarnos internamente a imagen de aquel que en su humanidad era igual a nosotros (col. 2).

    El bautismo de Jesús, proclamado cada año según un evangelista sinóptico, es revelación de la condición mesiánica del Siervo del Señor, sobre el que va a reposar el Espíritu Santo (cf. Is 42, 1-4.6-7: 1ª lect.) y que ha sido ungido con vistas a su misión redentora (cf. Hech 10,34-38: 2ªlect.). Ese Siervo, con su mansedumbre, demostrada en su manera de actuar, es <luz de las naciones> (cf. Is 42, 1-9; 49, 1-9 lect. bíbl. Of. Lect). <Cristo es iluminado, dejémonos iluminar junto a él> dice San Gregorio Nacianceno comentando la escena (lect. patr. Of. lect.).

    Pero el bautismo de Cristo es revelación también de los efectos de nuestro propio bautismo: <Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo bautismo> (pref.). Jesús entró en el agua para santificarla y hacerla santificadora, < y, sin duda, para sepultar en ella a todo el viejo Adán, santificando el Jordán por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua> (SAN GREGORIO N.: ibid.). Esta consagración es el nuevo nacimiento (cf. Jn 3,5), que nos hace hijos adoptivos de Dios (col.; cf. Rom 8,15). El fruto de esta celebración en nosotros es "escuchar con fe la palabra del Hijo de Dios para que podamos llamarnos y ser en verdad hijos suyos"(posc.; cf. 1 Jn 3,1-2)

Oremos

    Dios todopoderoso y eterno, que proclamaste solemnemente a Cristo como tu Hijo amado, cuando era bautizado en el Jordán y descendía el Espíritu Santo sobre él, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, que se conserven siempre dignos de tu complacencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén