No se puede dudar que la estadía de la Sagrada Familia en Egipto no estuvo acompañada de circunstancias penosas. Vivía en medio de un pueblo pagano, que practicaba un culto abominable; era, exiliada, obligada a vivir de un trabajo asiduo, y San José, sobre quien reposaba la vida de Jesús y de María, experimentaba grandes fatigas, y no oponía más que su paciencia y su mansedumbre a los maltratos que los paganos prodigaban a los extranjeros, y sobre todo Hebreos. Sólo la presencia de Jesús consolaba a María y a José; lo adoraban con un más vivo ardor, cuando en torno de ellos, veían los excesos de la idolatría; lo contemplaban con ternura cuando estaban afligidos por las rudezas y las maldades de los hombres. Qué ejemplo y qué valor presenta la Sagrada familia a todos los que sufren, a las almas piadosas, exiliadas entre los impíos: a los pobres, que les cuesta trabajo satisfacer las necesidades de cada día; a los padres de familia, a la madres que se preocupan dolorosamente de las penas de aquellos que les son más queridos; a los hijos, finalmente, que ven el divino Infante, la dicha y el consuelo de su Padre y de su Madre. Meditemos este misterio, acompañemos a la Sagrada familia, para aprender en su escuela de dedicación, la resignación y la obediencia.
Oración
Salve José, varón justísimo, la sabiduría está contigo, bendito eres entre todos los hombres, y bendita es María tu Santa Esposa. San José, fiel padre nutricio, fiel compañero de María, ruega por nosotros, ahora u en la ha hora de nuestra muerte. Amén.
San José, confidente de los designios del Cielo, ruega por nosotros.