lunes, 27 de septiembre de 2021
EVANGELIO DEL DÍA - 28 de Septiembre - San Lucas 9,51-56.
Libro de Zacarías 8,20-23.
Así habla el Señor de los ejércitos: Vendrán asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades.
Los habitantes de una ciudad irán a otra, diciendo: "Vamos a apaciguar el rostro del Señor y a buscar al Señor de los ejércitos; yo también quiero ir".
Pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de los ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor.
Así habla el Señor de los ejércitos: En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: "Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes".
Palabra de Dios.
Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7.
¡Esta es la ciudad que fundó el Señor
sobre las santas Montañas!
El ama las puertas de Sión
más que a todas las moradas de Jacob.
Cosas admirables se dicen de ti,
Ciudad de Dios.
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre aquellos que me conocen;
filisteos, tirios y etíopes han nacido en ella.»
Así se hablará de Sión:
«Este, y también aquél,
han nacido en ella,
y el Altísimo en persona la ha fundado.»
Al registrar a los pueblos, el Señor escribirá:
«Este ha nacido en ella.»
Y todos cantarán, mientras danzan:
«Todas mis fuentes de vida están en ti.»
Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7.
¡Esta es la ciudad que fundó el Señor
sobre las santas Montañas!
El ama las puertas de Sión
más que a todas las moradas de Jacob.
Cosas admirables se dicen de ti,
Ciudad de Dios.
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre aquellos que me conocen;
filisteos, tirios y etíopes han nacido en ella.»
Así se hablará de Sión:
«Este, y también aquél,
han nacido en ella,
y el Altísimo en persona la ha fundado.»
Al registrar a los pueblos, el Señor escribirá:
«Este ha nacido en ella.»
Y todos cantarán, mientras danzan:
«Todas mis fuentes de vida están en ti.»
Evangelio según San Lucas 9,51-56.
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?".
Pero él se dio vuelta y los reprendió.
Y se fueron a otro pueblo.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 28 de Septiembre - “Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén” (Lc 9,51-56)
San Buenaventura
Itinerario de la mente hacia Dios, cp.7
“Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén” (Lc 9,51-56)
«Cristo es el camino y la puerta «(Jn 14,6; 10,7), la escala y el vehículo como propiciatorio colocado sobre el arca y «misterio escondido en Dios desde tantos siglos»(Mt 13,35).
Quien a este propiciatorio mira, convirtiendo a él por entero el rostro, y lo mira suspendido en la cruz con sentimientos de fe, esperanza, caridad, devoción, admiración alegría, honra, alabanza y júbilo, ése celebra con Él la pascua (cf Mc 14,14) , es decir, el tránsito, de suerte que, en virtud de la vara de la cruz, pasa a través del mar Rojo entrando de Egipto en el desierto, donde le sea dado gustar el maná escondido y (cf Ex 14,16)...
Y en este tránsito, si es perfecto, es necesario que se dejen todas las operaciones intelectuales, y que el ápice del afecto se traslade todo a Dios y todo se transforme en Dios. Y esta es experiencia mística y serenísima, que nadie la conoce, sino quien la recibe, ni nadie la recibe, sino quien la desea; ni nadie la desea, sino aquel a quien el fuego del Espíritu Santo lo inflama hasta la médula. Por eso dice el Apóstol que esta mística sabiduría la reveló el Espíritu Santo (1Co 2,10).
Y si tratas de averiguar cómo sean estas cosas, pregúntalo a la gracia, pero no a la doctrina; al deseo, pero no al entendimiento; al gemido de la oración, pero no al estudio de la lección; al esposo, pero no al maestro; a la tiniebla pero no a la claridad; a Dios, pero no al hombre; no a la luz, sino al fuego, que inflama totalmente y traslada a Dios con excesivas unciones y ardentísimos afectos. Fuego que ciertamente, es Dios, y fuego» cuyo horno está en Jerusalén» (Is 31,9), y que lo encendió Cristo con el fervor de su ardentísima pasión y lo experimenta, en verdad, aquel que viene a decir «Mi alma ha deseado el suplicio y mis huesos la muerte». Aquel que ama esta muerte, puede ver a Dios, porque, sin duda alguna, son verdaderas estas palabras: «No me verá hombre alguno sin morir» (Ex 33,20).
Muramos, pues, y entremos en estas tinieblas, reduzca más a silencio los cuidados, las concupiscencias y los fantasmas de la imaginación; pasemos con Cristo crucificado «de este mundo al Padre»(cf Mc 14,14), a fin de que, manifestándose en nosotros el Padre, digamos con Felipe: «Esto nos basta» (Jn 14,8); oigamos con San Pablo: «Te basta mi gracia»(2Co 12,9); y nos alegremos con David, diciendo: "Mi carne y mi corazón desfallecen, Dios de mi corazón y herencia mía, por toda la eternidad». (Sal.72,26).
Y si tratas de averiguar cómo sean estas cosas, pregúntalo a la gracia, pero no a la doctrina; al deseo, pero no al entendimiento; al gemido de la oración, pero no al estudio de la lección; al esposo, pero no al maestro; a la tiniebla pero no a la claridad; a Dios, pero no al hombre; no a la luz, sino al fuego, que inflama totalmente y traslada a Dios con excesivas unciones y ardentísimos afectos. Fuego que ciertamente, es Dios, y fuego» cuyo horno está en Jerusalén» (Is 31,9), y que lo encendió Cristo con el fervor de su ardentísima pasión y lo experimenta, en verdad, aquel que viene a decir «Mi alma ha deseado el suplicio y mis huesos la muerte». Aquel que ama esta muerte, puede ver a Dios, porque, sin duda alguna, son verdaderas estas palabras: «No me verá hombre alguno sin morir» (Ex 33,20).
Muramos, pues, y entremos en estas tinieblas, reduzca más a silencio los cuidados, las concupiscencias y los fantasmas de la imaginación; pasemos con Cristo crucificado «de este mundo al Padre»(cf Mc 14,14), a fin de que, manifestándose en nosotros el Padre, digamos con Felipe: «Esto nos basta» (Jn 14,8); oigamos con San Pablo: «Te basta mi gracia»(2Co 12,9); y nos alegremos con David, diciendo: "Mi carne y mi corazón desfallecen, Dios de mi corazón y herencia mía, por toda la eternidad». (Sal.72,26).
SANTORAL DEL DÍA - 28 SETIEMBRE - SAN WENCESLAO DE BOHEMIA
La reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios. Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.
Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades, Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones.
Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.
Oremos
Dios nuestro, que impulsaste al Santo mártir Wenceslao a anteponer el reino de los cielos a un reino terrenal, concédenos, por su intercesión que tengamos valor para dejar lo que nos impida unirnos a ti de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén
SETIEMBRE, MES DE LA BIBLIA - "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús"
BENEDICTO XVI
San Jerónimo. 2
Miércoles 14 de noviembre de 2007
San Jerónimo subrayaba la alegría y la importancia de familiarizarse con los textos bíblicos: "¿No te parece que, ya aquí, en la tierra, estamos en el reino de los cielos cuando vivimos entre estos textos, cuando meditamos en ellos, cuando no conocemos ni buscamos nada más?" (Ep. 53, 10).
En realidad, dialogar con Dios, con su Palabra, es en cierto sentido presencia del cielo, es decir, presencia de Dios. Acercarse a los textos bíblicos, sobre todo al Nuevo Testamento, es esencial para el creyente, pues "ignorar la Escritura es ignorar a Cristo". Es suya esta famosa frase, citada por el concilio Vaticano II en la constitución Dei Verbum (n. 25).
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