miércoles, 5 de agosto de 2020

EVANGELIO - 06 de Agosto - San Mateo 17,1-9


    Libro de Daniel 7,9-10.13-14.

    Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente.
    Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros.
    Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él.
    Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.


Salmo 97(96),1-2.5-6.9.

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son

la base de su trono.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia

y todos los pueblos contemplan su gloria.
Porque tú, Señor, eres el Altísimo:
estás por encima de toda la tierra,
mucho más alto que todos los dioses.


    Evangelio según San Mateo 17,1-9.

    Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
    Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
    De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
    Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
    Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
    Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
    Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo".
    Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
    Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 06 de Agosto - "Contemplar el rostro de Cristo"


San Antonio de Padua (1195-1231) franciscano, doctor de la Iglesia Sermón del domingo de la Septuagésima (Une Parole évangélique, Franciscaines, 1995), trad. sc©evangelizo.org

Contemplar el rostro de Cristo

    “Se transfiguró en presencia de ellos” (Mt 17,2). Sobre esta figura moldeate como cera, para que se imprima la imagen de Cristo, del que está escrito: “Su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve” (cf. Mt 17,2; Lc 9,29). En este pasaje hay que considerar cuatro cosas: el rostro, el sol, las vestiduras y la nieve. En la parte anterior de la cabeza, que se llama rostro del hombre, existen tres sentidos, organizados y dispuestos de una forma admirable. La vista, el olfato, el gusto. De una forma análoga, en el rostro de nuestra alma, existe la visión de la fe, el olfato de la discreción y el gusto de la contemplación. (…) En el sol hay claridad, blancura y calor. La claridad del sol conviene perfectamente a la visión de la fe, que con la claridad de su luz percibe y cree en las realidades invisibles. ¡El rostro de nuestra alma resplandezca como el sol! ¡Lo que vemos con la fe, brille en nuestras obras! ¡El bien que percibimos con nuestros ojos interiores, se realice exteriormente en la pureza de nuestras acciones! ¡Lo que gustamos de Dios en la contemplación, se transforme en calor de amor al prójimo! Así, como el rostro de Jesús, nuestro rostro resplandecerá como el sol.

FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR.

06 de Agosto


    Fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo, el Unigénito, el amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para mostrar nuestra admirable transformación por la gracia en la humildad de nuestra naturaleza asumida por Él, dando a conocer la imagen de Dios, conforme a la cual fue creado el hombre, y que, corrompida en Adán, fue renovada por Cristo.

    Además de las piadosas consideraciones que nos puedan surgir sobre el relato evangélico de la Transfiguración, no hay nada en ese tema que se corresponda propiamente con un santoral hagiográfico, tan sólo que como el santoral incorpora también celebraciones litúrgicas, debe ser mencionada e investigado su origen como fiesta.

    Una nota del Butler Guinea nos aclara algo de ese origen, dice: «En el Oriente es más pronunciada que en el Occidente la tendencia a conmemorar con fiestas especiales los incidentes narrados en los Evangelios. Por consiguiente, lo más probable es que la fiesta de la Transfiguración sea de origen oriental. Lo que consta con certeza es que antes del año 1000 se celebraba ya solemnemente esta fiesta en la Iglesia bizantina el 6 de agosto.[...] Algunas Iglesias de Occidente celebraban esporádicamente la Transfiguración en diversas fechas. El Papa Calixto III la convirtió en fiesta de la Iglesia universal para conmemorar la victoria obtenida sobre los turcos en 1456.»

    Con más detalle, un artículo de F. Holweck en la Catholic Encyclopedia (1912) desarrolla esos datos: «El Obispo armenio Gregorio Arsharuni (ca. 690) refiere el origen de ésta fiesta a san Gregorio el Iluminador ( m. c. 337), quien -dice-, sustituyó una celebración pagana de Afrodita llamada Vartavarh (rosa encendida), reteniendo la antigua denominación de la fiesta, porque Cristo abrió su gloria como una rosa en el Monte Tabor. Sin embargo, no se halla mención de esta fiesta en los dos antiguos calendarios armenios impresos por Conybeare (Ritual Armenio, 527 ss). Más probablemente la fiesta se originó, durante el s. IV o V, en lugar de alguna otra fiesta pagana de la naturaleza, en algún lugar del Asia Menor. En la actualidad, los armenios observan la fiesta por tres días, como una de las cinco grandes celebraciones del año (el séptimo domingo después de Pentecostés); la precede un ayuno de seis días. También en la Iglesia Siríaca es una fiesta de primer orden. En la Iglesia Griega tiene vigilia y Octava. La Iglesia Latina adoptó lentamente esta fiesta; no se la menciona antes del 850 (Martirologio de Wandelbert). Fue adoptada en el siglo X en muchas diócesis, y celebrada generalmente el 6 de agosto. En la Galia e Inglaterra, el 27 de julio; en Meissen, el 17 de marzo; en Halberstadt, el 3 de septiembre, etc. En 1456, Calixto III extendió la fiesta a la Iglesia Universal, en memoria de la victoria de Juan Hunyady sobre los turcos en Belgrado, el 6 de agosto de 1456. El propio Calixto compuso el Oficio. Es la fiesta titular de la Basílica Laterana de Roma.[...]».

Oremos

    Padre Eterno concédenos la gracia de recibir el Espíritu Santo que transfigura nuestra vida, nuestros actos, nuestros pensamientos en Jesús, Camino, Verdad y Vida; que nuestro cuerpo sea iluminado por la Presencia de la Santísima Trinidad. Amén