martes, 19 de enero de 2021

EVANGELIO - 20 de Enero - San Marcos 3,1-6.


        Carta a los Hebreos 7,1-3.15-17.

    Hermanos: Melquisedec, que era rey de Salém, sacerdote de Dios, el Altísimo, salió al encuentro de Abraham cuando este volvía de derrotar a los reyes y lo bendijo; y Abraham le entregó la décima parte de todo el botín, el nombre de Melquisedec significa, en primer término, "rey de justicia" y él era, además, rey de Salém, es decir, "rey de paz".
    De él no se menciona ni padre ni madre ni antecesores, ni comienzo ni fin de su vida: así, a semejanza del Hijo de Dios, él es sacerdote para siempre.
    Y esto se hace más evidente aún, si se tiene en cuenta que este nuevo sacerdote, a semejanza de Melquisedec, se constituye, no según la disposición de una ley meramente humana, sino según el poder de una vida indestructible.
    De él se ha atestiguado: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec".


Salmo 110(109),1.2.3.4.

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde Sión,
en medio de tus enemigos!

Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»


    Evangelio según San Marcos 3,1-6.

    Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.
    Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.
    Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante".
    Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron.
    Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada.
   Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 20 de Enero - "Observaban a Jesús... para acusarlo"


        Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja benedictina  Ejercicios, n° 7; SC 127

«Observaban a Jesús... para acusarlo»

    A la hora de la oración, ponte en presencia de la paz y del amor: ¡Oh paz de Dios que sobrepasas todo sentimiento! (Fl 4,7), paciente y agradable, dulce y preferible a todo, por donde penetras, reina una seguridad imperturbable. Sólo tú, tienes el poder de frenar la cólera del soberano; adornas el trono del rey con clemencia; iluminas el reino de la gloria con piedad y misericordia. Por favor, encárgate de mi causa, yo, el culpable y el indigente... Que el acreedor está ya a la puerta... no es prudente hablarle, ya que no tengo con qué pagar mi deuda. ¿Dulce Jesús, mi paz, cuánto tiempo estarás en silencio?... Por favor, ahora, por lo menos, habla por mí, diciendo esta palabra caritativa: " Yo, la rescataré". Tú, tu eres ciertamente el refugio de todos los pobres. No pasas cerca de nadie sin salvarlo. Tú, jamás dejaste irse al que se había refugiado cerca de tuyo, sin que fuera reconciliado...

    Por favor, mi amor, mi Jesús, a esta hora del día, fuiste flagelado por mí, coronado de espinas, abrevado lamentablemente por sufrimientos. Eres mi verdadero rey, fuera de ti no conozco otro. Te hiciste el oprobio de los hombres, despreciado y rechazado como un leproso (Is 53,3), hasta en Judea se niegan a reconocerte como su rey (Jn 19,14-15). ¡Por tu gracia, que yo, por lo menos, te reconozca como mi rey! Dios mío, dame esta inocencia, tan tiernamente deseada, mi Jesús, que "pagaste" tan plenamente por mí, «lo que no habías robado " (Sal. 68,5); dámelo para que sea el apoyo de mi alma. Qué la reciba en mi corazón; qué por la amargura de sus dolores y de su Pasión reconforte mi espíritu... Y tú, paz de Dios, eres el amado lazo que me encadena para siempre a Jesús. Eres el apoyo de mi fuerza..., a fin de que sea "un solo corazón y una sola alma" con Jesús (Hch. 4,32)... Por ti, permaneceré atado para siempre a mi Jesús.

SANTORAL - SAN SEBASTIÁN, MÁRTIR

20 de Enero


    Sebastián, hijo de familia militar y noble, era oriundo de Narbona, pero se había educado en Milán. Llegó a ser capitán de la primera corte de la guardia pretoriana. Era respetado por todos y apreciado por el emperador, que desconocía su cualidad de cristiano. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos. Además, como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Esta situación no podía durar mucho, y fue denunciado al emperador Maximino quien lo obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a Jesucristo.

    El santo escogió la milicia de Cristo; desairado el Emperador, lo amenazó de muerte, pero San Sebastián, convertido en soldado de Cristo por la confirmación, se mantuvo firme en su fe. Enfurecido Maximino, lo condenó a morir asaeteado: los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, dándolo por muerto. Sin embargo, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.

    Sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente pues su corazón ardoroso del amor de Cristo, impedía que él no continuase anunciando a su Señor. Se presentó con valentía ante el Emperador, desconcertado porque lo daba por muerto, y el santo le reprochó con energía su conducta por perseguir a los cristianos. Maximino mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión y tiraron su cuerpo en un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.

    El culto a San Sebastián es muy antiguo; es invocado contra la peste y contra los enemigos de la religión, y además es llamado además el Apolo cristiano ya que es uno de los santos más reproducidos por el arte en general.

Oremos

    ¡Glorioso mártir! bajo tu amparo ámanos y fortalece nuestra fe, no nos desamparen en ningún momento. Soldado mártir que luchaste por nuestras vidas es un orgullo nuestro buen patrón y aventurado, ampáranos y acógenos en tu voluntad. ¡San Sebastián todo poderoso!, ten compasión de nuestra inocencia y consuela nuestras amarguras no nos desamparen nunca y fortalece nuestra fe. Amén