lunes, 1 de febrero de 2016

Homilía del Papa en Santa Marta: No hay humildad sin humillaciones

Lunes 01 de Febrero




    La humildad es el camino de la santidad. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta. El Santo Padre se detuvo sobre la vicisitud del Rey David que, consciente de su propio pecado, acepta las humillaciones con espíritu de confianza en el Señor. Además el Pontífice advirtió que Dios perdona el pecado, “pero las heridas de una corrupción – dijo – difícilmente se curan”.

    El Rey David “se encuentra a un paso de entrar en la corrupción”, pero el profeta Natán, enviado por Dios, le hace comprender el mal que había hecho. Francisco se detuvo a considerar en su homilía la figura de David, “pecador, pero santo”.

    Las heridas de la corrupción difícilmente se curan

    Por tanto, señaló el Papa, David es pecador, pero no corrupto, porque “un corrupto no se da cuenta de esto”:

    “Se necesita una gracia especial para cambiar el corazón de un corrupto. Y David, que tenía el corazón noble, dice: ‘¡Ah, es verdad: he pecado!’, y reconoce su culpa. ¿Y qué cosa dice Natán? ‘El Señor perdona tu pecado, pero la corrupción que tú has sembrado crecerá. Tú has matado a un inocente para cubrir un adulterio. La espada jamás se alejará de tu Casa’. Dios perdona el pecado, David se convierte, pero las heridas de una corrupción difícilmente se curan. Lo vemos en tantas partes del mundo”.

    David se encuentra con que debe afrontar al hijo Absalón, corrupto, que le hace la guerra. Pero el Rey reúne a los suyos y decide dejar la ciudad sin usar a Dios para defenderse. Se va de allí “para salvar a su pueblo”. “Y éste – reveló Francisco – es el camino de la santidad que David, después de aquel momento en que había entrado en la corrupción, comienza a poner en práctica”.

    El Rey David se encomienda a Dios y así pasa del pecado a la santidad

    Por tanto, David llorando y con la cabeza cubierta deja la ciudad y hay quien lo sigue para insultarlo. Entre estos, Simei que lo llama “sanguinario” y lo maldice. David acepta esto porque “si maldice es porque el Señor se lo ha dicho, afirmó el Papa:

    “Después David dijo a sus siervos: ‘He aquí, el hijo salido de mis vísceras que trata de quitarme la vida’. Absalón. ‘Y entonces, a este benjamín déjenlo que maldiga, puesto que esto se lo ha ordenado el Señor. David sabe ver los signos: es el momento de su humillación, es el momento en el que él está pagando su culpa. ‘”Quizás el Señor mire mi aflicción y me devuelva el bien a cambio de la maldición de hoy’, y se encomienda en las manos del Señor. Este es el recorrido de David, desde el momento de la corrupción a esta entrega en las manos del Señor. Y esto es santidad. Esto es humildad”.

    “Yo pienso – reafirmó Francisco – en cada uno de nosotros, si alguien nos dice algo, una cosa fea, inmediatamente tratamos de decir que no es verdad”. O hacemos como Simei: “Damos una respuesta aún peor”.

    Que los cristianos tengan la gracia de la humildad

   
“La humildad – subrayó el Santo Padre – sólo puede llegar a un corazón a través de las humillaciones. No hay humildad sin humillaciones, y si tú no eres capaz de aceptar algunas humillaciones en tu vida, no eres humilde”. Es simple, es “matemático”, reafirmó el Papa:

    “El único camino para la humildad es la humillación. La finalidad de David, que es la santidad, viene a través de la humillación. El fin de la santidad que Dios regala a sus hijos, que regala a la Iglesia, viene a través de la humillación de su Hijo, que se deja insultar, que se deja llevar sobre la Cruz, injustamente… Y este Hijo de Dios que se humilla, es el camino de la santidad. Y David, con su actitud, profetiza esta humillación de Jesús. Pidamos al Señor la gracia, para cada uno de nosotros, para toda la Iglesia, la gracia de la humildad, pero también la gracia de comprender que no es posible ser humildes sin humillación”.

María Fernanda Bernasconi - RV

LITURGIA

Elementos Materiales de la Liturgia

El Templo, el Altar, vestiduras del Papa, obispos y sacerdotes, colores litúrgicos


Acetre o calderillo: recipiente para el agua bendita.

Hisopo:  utensilio con que se esparce el agua bendita. Consiste en un mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se utiliza con el acetre, donde recibe el agua que será asperjada (salpicada).


EL RITO DE LA BENDICIÓN Y ASPERSIÓN CON AGUA BENDITA

    El rito de la bendición y posterior aspersión con agua bendita es un rito que, contrariamente a lo que algunos pueden pensar, puede realizarse en todas las misas dominicales, incluso en las misas celebradas en las últimas horas de los sábados por la tarde. Y muy especialmente en los domingos del tiempo de Pascua. La OGMR lo indica claramente, en su número 51: Los domingos, sobre todo en el tiempo pascual, en lugar del acto penitencial acostumbrado, puede hacerse la bendición y aspersión del agua en memoria del bautismo. Así pues, ni es un rito excepcional ni está reservado para ocasiones muy solemnes.

    La bendición y aspersión del agua se hace después delsaludo inicial y ocupa el lugar y la función del acto penitencial del comienzo de la misa, al que sustituye, en memoria del bautismo. Dado que el bautismo es el sacramento por el cual somos introducidos en el Misterio Pascual de Cristo se considera al domingo, día pascual por excelencia, como el día más adecuado para realizar ese rito.

    El agua bendita no es algo mágico. La bendición con el agua bendita es un sacramental. Los sacramentales están en función de los sacramentos. Nos disponen a recibir la gracia de éstos. El ser rociado con agua bendita es signo de que quiero recordar y renovar mi bautismo. El día de nuestro bautismo, el agua del sacramento nos lavó y purificó de todo pecado, quedando totalmente limpios. Así pues, si estamos en pecado leve o venial, el agua bendita acompañada de un arrepentimiento sinceroperdona nuestras faltas leves y, al mismo tiempo, nos invita a acudir al sacramento de la reconciliación si tenemos pecados graves.

    El rito de la aspersión con agua bendita es un gesto que tiene muchos siglos y se realizaba al comienzo de las misas solemnes. Ahora se nos invita a hacerlo con mayor expresividad en todas las misas dominicales, siguiendo uno de los tres formularios que el Misal ofrece. La aspersión con agua bendita es un rito que puede ayudar a que la celebración consiga un mejor equilibrio entre palabras y gestos. Nos ayuda también a que los ritos de entrada se orienten hacia la alabanza y la alegría.

    Pero no se debe olvidar que se trata de un rito de apertura y nunca debe restar importancia a la celebración de la Palabra y a la participación en la Eucaristía.

    El Misal propone tres formularios para el rito en su Apéndice III. Previamente hay que tener preparado en la credencia el acetre y el hisopo o ramas vegetales que lo sustituyan para la aspersión. En el rito, en primer lugar el sacerdote invita al pueblo a la plegaria y, posteriormente, pronuncia una de las fórmulas de la bendición que propone el Misal. Se puede añadir al agua un puñado de sal, donde las costumbres locales lo aconsejen, bendiciéndola asimismo. A continuación, el sacerdote toma el hisopo y se rocía a sí mismo, a los ministros, clero y fieles. Si lo ve oportuno, puede recorrer la iglesia para la aspersión de los fieles. Mientras, se canta un canto apropiado, penitencial.

    Este rito también se puede hacer cuando se celebran las Confirmaciones o en el aniversario de la Dedicación del Templo, ya que las mismas tienen una relación estrecha con nuestro ser bautismal.

    En definitiva, este gesto nos sirve para simbolizar expresivamente lo que Cristo y su salvación son para nosotros; nos recuerda que todo queda incorporado al Señor de la Pascua, el Señor de la historia.

    Sería recomendable que este rito se hiciese más a menudo, por la riqueza gestual que tiene, aunque en la práctica de las misas dominicales apenas es utilizado.

Fuente: Jesús Luengo Mena




DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (Cap.I)


Designio de Dios y Misión de la Iglesia






REFLEXIÓN

Reflexiones Espirituales

Lunes 01 de Febrero


De los Tratados del Pseudo-Hilario, sobre los salmos. (Salmo 132: PLS 1, 244-245)


LA MULTITUD DE LOS CREYENTES NO ERA SINO UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA

    Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos. Ciertamente, qué paz y qué alegría cuando los hermanos conviven unidos, porque esta convivencia es fruto de la asamblea eclesial; se los llama hermanos porque la caridad los hace concordes en un solo querer.

    Leemos que, ya desde los orígenes de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan importante: La multitud de los creyentes no era sino un solo corazón y una sola alma. Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de oración, todos miembros de un mismo cuerpo que es único.

    Qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos. El salmista añade una comparación para ilustrar esta paz y alegría, diciendo: Es ungüento precioso en la cabeza, que baja por la barba de Aarón hasta la franja de su ornamento. El ungüento con que Aarón fue ungido sacerdote estaba compuesto de substancias olorosas. Plugo a Dios que así fuese consagrado por primera vez su sacerdote; y también nuestro Señor fue ungido de manera invisible entre todos sus compañeros. Su unción no fue terrena; no fue ungido con el aceite con que eran ungidos los reyes, sino con aceite de júbilo. Y hay que tener en cuenta que, después de aquella unción, Aarón, de acuerdo con la ley, fue llamado ungido.

    Del mismo modo que este ungüento, doquiera que se derrame, extingue los espíritus inmundos del corazón, así también por la unción de la caridad exhalamos para Dios la suave fragancia de la concordia, como dice el Apóstol: Somos perfume que proviene de Cristo. Así, del mismo modo que Dios halló su complacencia en la unción del primer sacerdote Aarón, también es una paz y una alegría convivir los hermanos unidos.

    La unción va bajando de la cabeza a la barba. La barba es distintivo de la edad viril. Por esto nosotros no hemos de ser niños en Cristo, a no ser únicamente en el sentido ya dicho, de que seamos niños en cuanto a la ausencia de malicia, pero no en el modo de pensar. El Apóstol llama niños a todos los infieles, en cuanto que son todavía débiles para tomar alimento sólido y necesitan de leche, como dice el mismo Apóstol: Os di a beber leche; no os ofrecí manjar sólido, porque aún no lo admitíais. Y ni siquiera ahora lo admitís.



EXTRAÍDA : SEGUNDA LECTURA OFICIO DE LECTURA DEL DÍA




LA FRASE DEL DÍA

Lunes 01 de Febrero






EVANGELIO

Tiempo Ordinario

Lunes 01 de Febrero   Semana IV


Segundo Libro de Samuel 15,13-14.30.16,5-13a.

    Cuando David recibió esta noticia: "Todos los hombres de Israel están de parte de Absalón", dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén: "¡Rápido huyamos! Si Absalón se nos pone delante, no tendremos escapatoria. ¡Apúrense a partir, no sea que él nos sorprenda, que precipite la desgracia sobre nosotros y pase la ciudad al filo de la espada!".
    David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraba mientras subía.
    Cuando el rey llegaba a Bajurím salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Simei, hijo de Guerá.   Mientras salía, iba lanzando maldiciones, y arrojaba piedras contra David y contra sus servidores, a pesar de que todo el pueblo y todos los guerreros marchaban a la derecha y a la izquierda del rey.
Y al maldecirlo, decía: "¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y canalla!
    El Señor hace recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, a quien tú has usurpado el reino. ¡El Señor ha puesto la realeza en manos de tu hijo Absalón, mientras que tú has caído en desgracia, porque eres un sanguinario!".
    Abisai, hijo de Seruiá, dijo al rey: "¿Cómo ese perro muerto va a maldecir a mi señor, el rey? ¡Deja que me cruce y le cortaré la cabeza!".
    Pero el rey replicó: "¿Qué tengo que ver yo con ustedes, hijos de Seruiá? Si él maldice, es porque el Señor le ha dicho: "¡Maldice a David!". ¿Quién podrá entonces reprochárselo?".
    Luego David dijo a Abisai y a todos sus servidores: 
"Si un hijo mío, nacido de mis entrañas, quiere quitarme la vida, ¡cuánto más este benjaminita! Déjenlo que maldiga, si así se lo ha dicho el Señor.
    Quizá el Señor mire mi humillación y me devuelva la felicidad, a cambio de esta maldición que hoy recibo de él".
    David siguió con sus hombres por el camino, mientras Simei iba por la ladera de la montaña, al costado de él; y a medida que avanzaba, profería maldiciones, arrojaba piedras y levantaba polvo.



Salmo 3,2-3.4-5.6-7. 


Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se levantan contra mí!
¡Cuántos son los que dicen de mí:
“Dios ya no quiere salvarlo”!

Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria,
tú mantienes erguida mi cabeza.
Invoco al Señor en alta voz
y él me responde desde su santa Montaña.

Yo me acuesto y me duermo,
y me despierto tranquilo
porque el Señor me sostiene.
No temo a la multitud innumerable,
apostada contra mí por todas partes.


Fuente: Evangelizo.org




MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

Lunes 01 de Febrero


«Espíritu inmundo, sal de este hombre»

    El hecho del poder del mal en el corazón humano y en la humanidad es innegable. La pregunta permanece: ¿cómo explicar este mal? La fe nos dice que existen dos misterios de luz y un misterio de noche, el cual, sin embargo, se encuentra envuelto por los misterios de luz. El primer misterio de luz es éste: la fe nos dice que no hay dos principios, uno bueno y el otro malo, sino un único principio: Dios creador, y este principio es bueno, es sólo bueno, sin sombra alguna de mal. Por eso el ser no puede ser una mezcla de bien y de mal: el ser, como tal, es bueno, y por ello pues, es bueno ser, es bueno vivir. Este es el gozoso anuncio de la fe: no hay más que una sola fuente, buena, el Creador...

    Viene después un misterio de oscuridad, de noche. El mal no proviene de la fuente misma del ser, no es igualmente original. El mal proviene de una libertad creada, de una libertad mal utilizada. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Cómo se produjo? Las cosas permanecen oscuras. El mal no es lógico. Tan solo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal permanece siendo misterioso... Lo podemos atisbar, pero no explicar; no se puede narrar como un hecho al que le sigue otro hecho porque se trata de una realidad más profunda. Sigue siendo un misterio de oscuridad, de noche.

    Pero inmediatamente se le añade un misterio de luz. El mal viene de una fuente subordinada. Dios, con su luz, es más fuerte. Por eso el mal puede ser sobrepasado. Es decir, que la criatura, el hombre, puede curar... De tal manera que, al fin, en última instancia vemos que no sólo puede ser curado, sino que, efectivamente, es curado. Es Dios quien ha introducido la curación. Él mismo en persona entró en la historia. A la fuente permanente de mal opuso la fuente del bien puro. Cristo crucificado y resucitado, nuevo Adán, opone al río contaminado del mal un río de luz. Y este río sigue estando presente en la historia: miremos a los santos, los grandes santos pero también los santos más sencillos, los simples fieles y vemos que el río de luz que viene de Cristo es poderoso y está presente en ellos.

Fuente: Evangelizo.org




HIMNO

Tiempo Ordinario

Lunes de la Semana IV

De la Feria. Salterio IV

01 de Febrero






SANTORAL

Santoral del Día

Lunes 01 de Febrero


    Las numerosas «vidas» de santa Brígida escritas por sus compatriotas en los cuatro primeros siglos después de su muerte, no ofrecen material para una relación completa de su vida. Sin embargo, no cabe duda de que hay que contarla entre los santos más grandes y venerados, cuya virtud ha dado gloria a Irlanda y ayudado, al menos indirectamente, a la cristianización de Europa.   Los vivos recuerdos conservados en el corazón del pueblo, llevan un extraordinario espíritu de caridad. La mayoría de los numerosos y fantásticos milagros que figuran en las crónicas de su vida fueron su respuesta a súplicas que provocaron su compasión o despertaron su sentido de justicia. Sacaríamos una conclusión completamente falsa si pensáramos, como muchos lo han hecho, que siendo tan increíbles los incidentes que de ella se refieren, la existencia de la santa es un mito. El pueblo irlandés, más que otros, es imaginativo y entusiasta y, en consecuencia, muy celoso de sus objetos de veneración. Hubiera parecido como rebajar su dignidad el apuntar sólo cosas ordinarias y posibles de la que llaman «la María de los irlandeses», a quien consideraban como patrona de todas las buenas irlandesas. Así como a san Patricio y también a los héroes menores de la santidad se atribuyeron extrañas maravillas, así no le podía faltar a ella su corona: pues ¿no eran Patricio y Brígida «las columnas de Irlanda»? No valía la pena un relato de hechos prosaicos; en otras palabras, estos eran indignos de una persona tan excelsa. Es importante que nos demos cuenta clara de esta curiosa mentalidad, si no queremos confundirnos con las extravagancias que abundan en colecciones como la de Plummer «Bethada Náem Erenn» o en el «Book of Lismore». Análoga precaución hay que tener con toda la hagiografía medieval; pero especialmente en las leyendas trasmitidas por los celtas. Había que relatar maravillas y prodigios heroicos; y si faltaban, el escritor sufría el castigo de ver que su obra era despreciada por rancia e inútil. Este gusto por lo sensacional entre almas sencillas y candidas, explica por qué en la primitiva hagiografía, por cada manuscrito de las «acta sincera» -o informes verídicos sobre el martirio- poseemos otros cincuenta, con tantas deformaciones y ornamentos, que bien podrían pasar por una novela.

    Así pues, lo que podemos afirmar con certeza respecto a la vida de santa Brígida es realmente poco. Probablemente nació a mediados del siglo quinto en Faughart, cerca de Dundalk. Es indudable que desde temprana edad se consagró a Dios; pero parece muy dudoso que haya recibido el «velo» de manos de san Maccaille en Mag Teloch y que haya sido consagrada por san Mel en Ardagh. La dificultad aumenta por la glosa añadida al himno de san Broccan: «San Mel le confirió la dignidad de obispo», y por ello la sucesora de Brígida «tiene derechos y honores episcopales». El P. John Ryan discute el problema en Irish Monasticism, y concluye que «esta historia fue el resultado de los honores excepcionales tradicionalmente tributados a la sucesora de santa Brígida en Kildare, y que en algunos aspectos pueden compararse con los que se tributan a los obispos en la Iglesia». Pero es bastante extraño, que fuera del relato de Cogitosus, no se insista en las "vidas" de la santa en la fundación del monasterio de Kildare; tanto más, cuanto que dicha fundación parece haber sido el gran hecho histórico de su carrera, y que en cierto sentido la convirtió durante muchos siglos en la madre ejemplar de las vírgenes irlandesas.

    Quizá nos demos cuenta del tono general de las "vidas" primitivas, con algunos párrafos de las lecciones del Breviarium Aberdonense: Santa Brígida, a quien Dios previo y predestinó para que creciera a semejanza suya, nació de noble familia escocesa
 [i.e. irlandesa]; su padre fue Dubthac y su madre Brocea, y desde su niñez progresó en todo bien. Esta doncella elegida por Dios, muy juiciosa y llena de sabiduría, siempre buscó lo más perfecto. Su madre la enviaba a recoger la mantequilla que hacían las mujeres con la leche de las vacas y ella se la daba toda a los pobres. Cuando las demás volvían con la carga, la joven trataba de restituir el producto que había tomado y, con tierna confianza, volvía su corazón al Señor y le pedía, por intercesión de su Madre, que devolviese la mantequilla con creces. A su debido tiempo, cuando sus padres desearon que contrajera matrimonio, hizo voto de castidad; lo hizo en presencia de un santo obispo y tocó con la mano el pilar de madera sobre el cual se apoyaba el altar. En memoria de la acción de esa joven, hace largos años esa madera permanece todavía verde, y como si no hubiera sido cortada y despojada de su corteza, florece en sus raíces y sana a innumerables tullidos.

    Santa y fiel como era, viendo Brígida que se acercaba el tiempo de sus esponsales, pidió al Señor le enviara alguna deformidad para frustrar la importunidad de sus padres: se le reventó un ojo y se le derramó por dentro. Y así, habiendo recibido el santo velo, Brígida, junto con otras vírgenes consagradas, permaneció en la ciudad de Meatr, donde Nuestro Señor, por su intercesión, se dignó obrar muchos milagros. Curó a un extranjero por nombre Marcos; proporcionó cerveza de un solo barril a dieciocho iglesias, y la bebida alcanzó desde el Jueves Santo hasta el fin del tiempo pascual. A una mujer leprosa que le pedía leche, le dio agua fría, porque no tenía otra cosa; el agua se convirtió en leche, y cuando la mujer la hubo bebido, quedó sana. Curó a un leproso y dio vista a dos ciegos. Una vez cuando iba de viaje para acudir a un llamado urgente, al cruzar un arroyo se resbaló y se hirió en la cabeza; con la sangre que manó de la herida dos mujeres mudas recobraron el habla. Un buen día, a un criado del rey se le cayó de las manos una preciosa vasija y se rompió; para que no lo castigaran, Brígida la compuso totalmente.

    Entre éstas y muchas otras extravagancias parecidas, hay algunas hermosas leyendas; especialmente la que se refiere a una monja ciega, Dará, cuyo relato no podrá hacerse mayor que con las propias palabras de Sabire Baring-Gould: Una tarde, al ponerse el sol, Brígida estaba sentada con la hermana Dará, una santa monja que estaba ciega: hablaban del amor de Jesucristo y de los gozos del paraíso. Sus corazones rebosaban en tal forma, que la noche voló mientras conversaban y no se dieron cuenta de que habían pasado muchas horas. Entonces salió el sol tras las montañas de Wicklow, y su luz pura y blanca vino a iluminar y a alegrar la faz de la tierra. Brígida suspiró al ver la hermosura del cielo y de la tierra: sabía que los ojos de Dará estaban cerrados a toda esta belleza. Inclinó entonces la cabeza y rezó; extendió su mano e hizo la señal de la cruz sobre las apagadas órbitas de la dulce hermana. Entonces cesó la oscuridad, y Dará vio la esfera dorada en el oriente y los árboles y las flores, que brillaban, con el rocío a la luz de la mañana. Se quedó mirando un instante y luego, volviéndose a la abadesa le dijo: «querida Madre, le ruego vuelva a cerrar mis ojos, porque cuando el mundo está así de visible a los ojos, el alma ve menos claramente a Dios». Entonces Brígida oró una vez más, y los ojos de Dará volvieron a obscurecerse.

    Poco o nada digno de confianza sabemos de la gran fundación religiosa en Kill-dara (el templo del encino) y de la regla ahí practicada. Se supone generalmente que era un «monasterio doble», es decir que incluía hombres y mujeres, pues tal era la práctica común entre los celtas. Es muy posible que santa Brígida presidiera ambas comunidades, y no sería caso único. Pero el texto de las reglas -en la Vida de san Kieran de Clonmacnois se menciona la «regula Sanctae Brigidae»- no parece haber sobrevivido. Más de seis siglos después, Giraldus Cambrensis coleccionó algunas curiosas tradiciones referentes a esta fundación. Dice, por ejemplo: «En Kildare de Leinster, renombrado por la gloriosa Brígida, hay muchas maravillas dignas de mención. Principalmente el fuego de Brígida, que llaman inextinguible; no porque no se pueda apagar, sino porque las monjas y santas mujeres alimentan y avivan el fuego tan ansiosa y puntualmente, que desde la época de la virgen, ha permanecido encendido durante siglos y nunca se han acumulado cenizas, aunque en tanto tiempo se haya consumido tan grande cantidad de madera. En tiempos de Brígida, veinte monjas servían aquí al Señor. Ella era la vigésima y cuando gloriosamente partió, quedaron diecinueve y no han pasado de ese número. Los monjas se van turnando cada noche para cuidar el fuego, y cuando llega la vigésima noche viene la última doncella y colocando suficiente leña dice: "Brígida, cuida ese fuego tuyo, porque a ti te toca esta noche." Y por la mañana encuentran el fuego todavía encendido y el combustible consumido en la forma acostumbrada. El fuego está rodeado por una valla circular de arbustos, dentro de la cual ningún hombre entra, y si alguno se atreviera a entrar, como algunos temerarios lo han intentado, no escapa de la venganza divina».
Esta es la historia a la cual aludió el poeta Tom Moore cuando escribió:


La lámpara rutilante que alumbró
el santo templo de Kildare,
ardió constante a través
de las edades de sombras y tormenta.

    Pero no obstante que el material legendario predomina, es inconfundible el entusiasmo que la memoria de santa Brígida suscitó entre sus paisanos. No sería fácil encontrar algo más fervoroso en su expresión que las rapsodias del "Book of Lismore":

    Todo lo que Brígida pedía al Señor se lo concedía inmediatamente. Pues todo su deseo era: socorrer al pobre, aliviar cualquier pena y ayudar a todos los desvalidos. Ahora bien, nunca hubo mujer más tímida o más modesta, más dulce o más humilde, más juiciosa o que tuviera una más armoniosa proporción en todo que Brígida. Nunca se lavaba ni las manos, los pies o la cabeza, delante de otras personas. Nunca miró rostro de hombre alguno. Nunca hablaba sin sonrojarse. Era abstemia, inocente, piadosa, paciente; se gozaba con los mandamientos de Dios; era firme y humilde, perdonaba y amaba; era un estuche consagrado para guardar la sangre y el cuerpo de Cristo; era templo de Dios. Su corazón y su mente formaban un trono para que descansara el Espíritu Santo. Tenía puesto su corazón por entero en Dios; compadecía a los desgraciados, era pródiga en milagros y maravillas. Por todo esto, su nombre en medio de las cosas creadas, es Paloma entre los pájaros, Viña entre los árboles, Sol entre las estrellas. El padre de la santa virgen, es el Padre Celestial; su hijo es Jesucristo; su aliento (quien la alienta y la nutre) es el Espíritu Santo. Por eso, esta santa virgen ejecuta tan grandes prodigios e innumerables milagros. Ella es quien ayuda a todos los que están en aprietos y peligros, la que disminuye las pestes; la que calma la ira y la borrasca del mar. Es la profetiza de Cristo; la reina del sur; la María de los gaélicos (celtas).

    Pero el lenguaje de otros escritores nativos de época más primitiva es aún más novelesco. Probablemente comprendemos muy poco de la psicología gaélica para estar bien ciertos del verdadero significado de las frases que encontrarnos en documentos como el Himno de san Brocean, pero nuestros traductores dan a entender que, realmente, se identificaba a Brígida con la Santísima Virgen María. Por ejemplo leemos:
Brígida madre de mi supremo rey (de mi Altísimo Rey) del reino de los Cielos, nació superior en todo.

    Es posible que algunos ecos de la primitiva mitología pagana se mezclaran con todo esto porque Brig parece haber sido una abstracción que significa "valor" o "poder" y se personificaba como una diosa, particularmente asociada con el culto al fuego el 1° de febrero. Esto pudiera ser la causa de algunos de los detalles en la descripción de Kildare en la obra de Giraldus, ya citada anteriormente; pero todo el tema está envuelto en la más profunda oscuridad. De acuerdo con Charles Plummer (VSH., vol. I, p. 136), «el nombre de Brígida tiene una etimología caprichosa: "breosaiget" significa flecha ardiente y por cierto que su leyenda expone muchos rasgos de esta naturaleza. Además Brígida tiene homónimo pagano, como por ejemplo, "Erigid banfiéle," es decir la poetisa-madre de las tres edades de la poesía. Esta identidad entre los nombres es buena ocasión para la transferencia de mitos.»

    En tiempos antiguos se veneraba mucho a santa Brígida en Escocia y también en aquellas partes de Inglaterra, más directamente en contacto con influencias celtas. Hay varios lugares en Gales, llamados Blansantffraid, Iglesia de Santa Brígida. En Irlanda, las iglesias a ella dedicadas son innumerables; en Inglaterra sabemos de diecinueve que le fueron consagradas antes de la Reforma. La mayoría de éstas se encuentran en la parte occidental del país, pero hay una iglesia famosa en Londres, la de Santa Brígida, en Fleet Street. Bridewell, originalmente un palacio real, parece haber adquirido su nombre por su contigüidad a la iglesia de Santa Brígida. Su fiesta se observa en toda Irlanda, Gales, Australia y Nueva Zelandia.

Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI