San Atanasio (295-373) obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia Discursos contra los Arrianos, III (Le Corps mystique du Christ, I, Desclée de Brouwer, 1936)
"Nacer con Cristo"
Ahora que el Verbo se hizo hombre y ha hecho suyas nuestras miserias, ellas son destruidas por él. Los hombres no mueren bajo el pecado sino que resucitados por la fuerza del Verbo, permanecen para siempre incorruptibles e inmortales.
Cuando la humanidad del Verbo nace de María, Madre de Dios, se dice que él nace. En realidad, es nuestro nacimiento que se realiza en él. Ya no somos simplemente tierra que debe retornar a la tierra, sino que estamos unidos al Verbo del cielo que quiere llevarnos al cielo. Asimismo tomó sobre él las otras debilidades del cuerpo, para que no seamos solamente hombres, sino que perteneciendo desde entonces al Verbo, participemos a la Vida eterna.
Nuestro primer nacimiento en Adán, nos ha valido la muerte. Ese nacimiento y otras miserias de la carne, fueron trasladados al Verbo. Nosotros, levantados de la tierra, vemos la maldición del pecado eliminada por el que, en nosotros y por nosotros, ha devenido maldición. Lo mismo que hechos de la tierra morimos en Adán, regenerados por el agua y el Espíritu, todos somos vivificados por Cristo. En adelante, la carne no es más algo terrestre. Ella se hace Verbo, por el Verbo de Dios, que por nosotros se hizo carne.
Los hombres ven sus debilidades transferidas y destruidas por el que no está sujeto a ellas. Así ellos devienen fuertes y libres para siempre. El Verbo, habiendo tomado un cuerpo deviene hombre, nosotros los hombres, tomados por la carne del Verbo somos divinizados por él y hechos herederos de la Vida eterna.
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