sábado, 4 de marzo de 2023

EVANGELIO - 05 de Marzo - San Mateo 17,1-9.


        Libro de Génesis 12,1-4a.

    El Señor dijo a Abrám: "Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
    Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.
    Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra".
    Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.


Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.

Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.


    Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,8b-10.

    Querido hijo: Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
    El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia,


    Evangelio según San Mateo 17,1-9.

    Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
    Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
    De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
    Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
    Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
    Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
    Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo".
    Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
    Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".

    Palabra del Señor

No hay comentarios:

Publicar un comentario