lunes, 18 de septiembre de 2023

EVANGELIO - 19 de Septiembre - San Lucas 7,11-17.


    Primera Carta de San Pablo a Timoteo 3,1-13.

    Es muy cierta esta afirmación: "El que aspira a presidir la comunidad, desea ejercer una noble función".
    Por eso, el que preside debe ser un hombre irreprochable, que se haya casado una sola vez, sobrio, equilibrado, ordenado, hospitalario y apto para la enseñanza.
    Que no sea afecto a la bebida ni pendenciero, sino indulgente, enemigo de las querellas y desinteresado.
    Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos en la obediencia con toda dignidad.
    Porque si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la Iglesia de Dios?
    Y no debe ser un hombre recientemente convertido, para que el orgullo no le haga perder la cabeza y no incurra en la misma condenación que el demonio.
    También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio.
    De la misma manera, los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas.
    Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura.
    Primero se los pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al diaconado.
    Que las mujeres sean igualmente dignas, discretas para hablar de los demás, sobrias y fieles en todo.
    Los diáconos deberán ser hombres casados una sola vez, que gobiernen bien a sus hijos y su propia casa.
    Los que desempeñan bien su ministerio se hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de Jesucristo.


Salmo 101(100),1-2ab.2cd-3ab.5.6.

Celebraré con un canto la bondad y la justicia:
a ti, Señor, te cantaré;
expondré con sensatez el camino perfecto:
¿cuándo vendrás en mi ayuda?

Yo procedo con rectitud de corazón
en los asuntos de mi casa;
nunca pongo mis ojos
en cosas infames.

Al que difama en secreto a su prójimo
lo hago desaparecer;
al de mirada altiva y corazón soberbio
no lo puedo soportar.

Pongo mis ojos en las personas leales
para que estén cerca de mí;
el que va por el camino perfecto
es mi servidor.


    Evangelio según San Lucas 7,11-17.

    Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
    Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
    Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores".
    Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate".
    El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
    Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo".
    El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

    Palabra del Señor

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