lunes, 18 de septiembre de 2023

SANTORAL - NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

19 de Septiembre


   Era un 19 de septiembre de 1849. En los Alpes franceses, eran tiempos difíciles, las cosechas eran malas y la mortalidad infantil muy alta. Fue allí, en el corazón de las montañas, cerca del pueblo de La Salette, donde Maximin Giraud, de 11 años y Melanie Calvat, de 14 años, que pastoreaban sus vacas, vieron repentinamente en una luz resplandeciente, a una mujer muy bella que les llamó: “Acérquense, hijos míos, no tengan temor, estoy aquí para darles una gran noticia”. Era María quien se les apareció, aún cuando los niños, pobres y sin educación no se dieron cuenta. Hablando en francés y en la lengua regional, después de haber llorado delante de los pequeños, la bella mujer dio a los niños un mensaje de amor y de esperanza. Padre Agustín Giménez: “María lloraba porque decía que ellos no se daban cuenta que todo está en las manos de Dios, y que Dios es su Padre y que basta acercarse al Padre y orar humildemente para mejorar las cosechas”.

    Para muchas personas, en estos tiempos tristes, la fe en Dios no era una prioridad, lo mismo que para estos niños. María les recuerda su importancia e insiste en la conversión. Estar con Dios se expresa sobre todo a través del respeto por los días de descanso, así como la participación en la misa. Mensaje de María: “Acérquense, hijos míos, no tengan temor, estoy aquí para darles una gran noticia. Si mi pueblo no quiere someterse, me veré forzada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más. ¡Hace tanto tiempo que sufro por ustedes!. Si deseo que mi Hijo no les abandone, estoy encargada de orar sin cesar por ustedes y ustedes no hacen caso. Por más que recen, por más que lo hagan, jamás podrán recompensar el dolor que he asumido por ustedes. Les he dado seis días para trabajar, me he reservado el séptimo, y no me lo quieren conceder. Esto es lo que hace tan pesado el brazo de mi Hijo. Y también aquellos que conducen los carros no saben jurar sin poner el nombre de mi Hijo en medio.

    Estas son las dos cosas que hacen tan pesado el brazo de mi Hijo. Si la cosecha se pierde, esto es sólo por culpa de ustedes. Les hice ver el año pasado con las patatas y ustedes no hicieron caso. Al contrario, cuando encontraban las patatas podridas, juraban poniendo el nombre de mi Hijo en medio. Éstas seguirán pudriéndose, y este año, en Navidad, no habrán más". Pero María va más allá y les invita a rezar cada mañana y cada noche, diciendo “cuando no podáis hacer más, rezad un Padre Nuestro y un Ave María". Llevando las cadenas sobre los hombros, María les mostró también el crucifijo que ella llevaba en el pecho. Jesucristo, con sus brazos clavados en la cruz, se hizo impotente en este mundo por los rechazos de Dios y por el pecado. Ella les explicó, con ejemplos de la vida cotidiana, que sólo la conversión puede dar la gracia de Dios, de la cual también ella lleva una marca con un collar de rosas.

    De regreso, Maximin y Melanie contaron su experiencia, y rápidamente, los habitantes comprendieron que era la Santa Virgen la que se les ha aparecido. Padre Agustín Giménez : “Finalmente, llenos de remordimientos, después del testimonio de María, fueron a misa y construyeron un santuario en las montañas de La Salette”.Luego de 5 años de investigación diocesana, Mons. Philibert de Bruillard, obispo de Grenoble, reconoció el relato de los niños como auténtico. En adelante, tal como dijo, Mons. Ginoulhiac, sucesor del obispo, “la misión de los pastores termina y comienza la de la Iglesia”. Oración a María: “Acuérdate, oh Virgen de La Salette, verdadera Madre de los dolores, de las lágrimas que has derramado por mí en el Calvario: Acuérdate también del cuidado que siempre tienes por mí, a fin de liberarme de la Justicia de Dios y mira si después de haber hecho tanto por tu hijo, puedes ahora abandonarlo. Reconfortado por tu consuelo, me postro a tus pies, a pesar de mis infidelidades e ingratitudes.

 Oremos

    Acuérdate, oh Virgen de la Salette, verdadera Madre de dolores, de las lágrimas que has derramado por nosotros en el calvario. Acuérdate también del cuidado que tienes siempre por tu pueblo para que, en nombre de Cristo, se deje reconciliar con Dios. Y ve, si después de haber hecho tanto por estos, tus hijos, puedes abandonarlos. Animados por tu ternura , míranos , Madre, suplicantes, a pesar de nuestras infidelidades e ingratitudes. Confiamos plenamente en ti. Oh Virgen Reconciliadora. Vuelve nuestros corazones hacia tu Hijo Jesús. Alcánzanos la gracia de amarlo sobre todas las cosas y de consolarte a ti con una vida santa, ofrecida para gloria de Dios y amor de los hermanos. No rechaces mi oración, oh Virgen Reconciliadora, sino conviérteme, dame la gracia de amar a Jesús por encima de todo y de consolarte a ti con una vida santa para que pueda verte un día en en el cielo . Así sea”. Amén

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