lunes, 2 de diciembre de 2019

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO DE ADVIENTO
MARTES DE LA SEMANA I
Del común de los pastores, para un santo presbítero - Salterio I

3 de diciembre

SAN FRANCISCO JAVIER, presbítero. (MEMORIA)
Nació en España, el año 1506; mientras estudiaba en París, se unió a san Ignacio. Fue ordenado sacerdote en Venecia, el año 1537, y se dedicó a obras de caridad. El año 1541 marchó hacia Oriente y durante diez años evangelizó incansablemente la India y el Japón, convirtiendo a muchos. Murió el año 1552, en la isla de Shangchuan, en China.

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Himno: PUERTA DE DIOS EN EL REDIL HUMANO

Puerta de Dios en el redil humano
fue Cristo, el buen Pastor que al mundo vino,
glorioso va delante del rebaño,
guiando su marchar por buen camino.

Madero de la cruz es su cayado,
su voz es la verdad que a todos llama,
su amor es el del Padre, que le ha dado
Espíritu de Dios, que a todos ama.

Pastores del Señor son sus ungidos,
nuevos cristos de Dios, son enviados
a los pueblos del mundo redimidos;
del único Pastor siervos amados.

La cruz de su Señor es su cayado,
la voz de la verdad es su llamada,
los pastos de su amor, fecundo prado,
son vida del Señor que nos es dada. Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor hará justicia a los pobres.

SALMO 9B I - CANTO DE ACCIÓN DE GRACIAS

¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.

El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas.»

La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios y desafía a sus rivales.
Piensa: «No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado.»

Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente.

Sus ojos espían al pobre;
acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrándolo a sus redes;

se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: «Dios lo olvida,
se tapa la cara para no enterarse.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor hará justicia a los pobres.

Ant 2. Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Salmo 9B - II

Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes;
¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?

Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.

Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente
y los gentiles desaparecerán de su tierra.

Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra
no vuelva a sembrar su terror.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Ant 3. Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.

Salmo 11 - INVOCACIÓN A LA FIDELIDAD DE DIOS CONTRA LOS ENEMIGOS MENTIROSOS.

Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.

Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua orgullosa
de los que dicen: «la lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?»

El Señor responde: «por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía».

Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata limpia de escoria,
refinada siete veces.

Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.

V. Una voz clama en el desierto: Preparad el camino del Señor.
R. Enderezad las sendas para nuestro Dios.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 2, 6-22; 4, 2-6

JUICIO DE DIOS

Has desechado, Señor, a tu pueblo, a la casa de Jacob; porque está llena de adivinos de oriente, de agoreros filisteos, y han pactado con extraños. Su país está lleno de plata y oro, y sus tesoros no tienen número; su país está lleno de caballos, y sus carros son innumerables. Su país está lleno de ídolos, y se postran ante las obras de sus manos, que fabricaron sus dedos.

Pero será doblegado el mortal, será humillado el hombre, y no podrá levantarse. Métete en las peñas, escóndete en el polvo, ante el Señor terrible, ante su majestad sublime.

Los ojos orgullosos serán humillados, será doblegada la arrogancia humana; sólo el Señor será ensalzado aquel día, que es el día del Señor de los ejércitos: contra todo lo orgulloso y arrogante, contra todo lo altivo y engreído, contra todos los cedros del Líbano, contra todas las encinas de Basán, contra todos los montes elevados, contra todas las colinas encumbradas, contra todas las torres prominentes, contra todas las murallas inexpugnables, contra todas las naves de Tarsis, contra todos los navíos opulentos.

Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del hombre; sólo el Señor será ensalzado aquel día, y los ídolos pasarán sin remedio. Se meterán en las cuevas de las rocas, en las grietas de la tierra, ante el Señor terrible, ante su majestad sublime, cuando se levante aterrando la tierra.

Aquel día, arrojará el hombre sus ídolos de plata, sus ídolos de oro -que se hizo para postrarse ante ellos- a los topos y a los murciélagos; y se meterán en las grutas de las rocas y en las hendiduras de las peñas.

Dejad de confiar en el hombre, pues sólo un soplo hay en su nariz, ¿qué vale?

Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país, honor y ornamento para los supervivientes de Israel. A los que queden en Sión, a los restantes en Jerusalén, los llamarán santos: serán inscritos para vivir en Jerusalén.

Cuando lave el Señor la inmundicia de la hija de Sión y limpie la sangre de en medio de Jerusalén, con el soplo del juicio, con el soplo ardiente, creará el Señor el templo del monte Sión, y en su asamblea una nube de humo durante el día y un fuego llameante durante la noche. Por encima, la gloria del Señor será toldo y cabaña, para dar sombra en el día contra el calor y abrigo y amparo contra la tempestad y la lluvia.

RESPONSORIO    Is 2, 11; Mt 24, 30

R. Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del hombre; * sólo el Señor será ensalzado aquel día.
V. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad.
R. Sólo el Señor será ensalzado aquel día.

SEGUNDA LECTURA

De las cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san Ignacio.
(De la Vida de Francisco Javier, escrita por H. Tursellini, Roma 1956, libro 4, cartas 4 [1542] y 5 [1544])

¡AY DE MÍ SI NO ANUNCIARA LA BUENA NUEVA!

Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra no es habitada por los portugueses, ya que es sumamente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaría o los mandamientos de la ley de Dios.

Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos.

Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaria. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.

Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»

¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India.»

RESPONSORIO    Lc 10, 2; Hch 1, 8

R. La mies es mucha, pero los operarios son pocos; * rogad al Señor que envíe trabajadores a su mies.
V. Recibiréis la fortaleza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros; y seréis mis testigos hasta los últimos confines de la tierra.
R. Rogad al Señor que envíe trabajadores a su mies.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, Dios nuestro, que quisiste que numerosos pueblos llegaran a conocerte por medio de la predicación de san Francisco Javier, concede a todos los bautizados un gran celo por la propagación de la fe, para que así tu Iglesia pueda alegrarse de ver aumentados sus hijos en todo el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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