lunes, 2 de diciembre de 2019

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 02 de Diciembre - “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”


San Antonio el Grande (251-356) Padre del Monaquismo cristiano Exhortaciones 2-3, 132-133, 137, 170, Filocalia de los Padres Népticos Trad. sc@evangelizo.org (Cf. Philocalie des Pères neptiques, Paris, DDB-Lattès, 1995)

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra” 

    El hombre, dotado de razón, realmente sólo tiene un gran interés : obedecer y agradar al Dios del Universo y formar su alma con la única preocupación de serle agradable. Agradeciéndole por la realidad y la fuerza de su Providencia con la que dirige todas las cosas, no importa lo que suceda, durante la vida. Sería fuera de lugar no agradecer por la salud del cuerpo a los médicos, porque nos prescriben remedios amargos y desagradables. Pero refusaríamos a Dios la gratitud por cosas que nos parecen penosas. Como si no supiéramos que todo llega cuando debe llegar y es a nuestro beneficio, por los cuidados de la Providencia. Ya que el conocimiento de Dios y la fe en él, son la salvación y la perfección del alma. (…) Quienes no tienen la inteligencia del alma, no piensan en eso. No comprenden que todo sucede para el bien y tal como debe suceder, para nuestra ventaja, con el fin que brillen las virtudes y que seamos coronados por Dios. (…) Es sólo al hombre que Dios escucha. Es sólo al hombre que Dios se revela. Dios ama al hombre, hasta hacer de él un dios. Sólo el hombre es digno adorador de Dios. Es para el hombre que Dios se transfigura. Es para el hombre que Dios hizo el cielo embellecido con estrellas. Es para el hombre que hizo la tierra. Y es para ellos mismos que los hombres la cultivan. Quienes no sienten la gran providencia de Dios, tienen un alma vacía de inteligencia. (…) Sobre la tierra, Dios a instaurado el nacimiento y la muerte. En el cielo, ha instaurado la providencia y el destino. Ha hecho todo para el hombre y su salvación. Disponiendo de todos los bienes, para el hombre Dios ha creado el cielo, la tierra y sus elementos y le dio de disfrutar de todos ellos, (…) La acción de gracias, sólo ella, gusta más a Dios que un precioso sacrificio. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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