«Alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición»
«Jesús, tomó los cinco panes y los dos peces y, alzando los ojos al cielo, los bendijo y partió y se los dio a los discípulos» (Lc 9,16; Mt 14,19)
Las pobres gentes que ese día seguían a Jesús, no fueron socorridas por El sino cuando ya languidecían de hambre. Y tuvo gran compasión pues, por su amor, ellas se habían olvidado de sí mismas y no habían llevado consigo provisión alguna; sólo el pequeño Marcial llevaba los cinco panes de cebada y los dos peces.
Parece que el Señor, prendado de los corazones de esas buenas gentes, que eran unos cinco mil, se decía: No habéis cuidado de vosotros, pero Yo os cuidaré.
Y aunque Felipe y Andrés afirmasen que cinco panes y dos peces no eran nada para aquella multitud, les mandó que se los trajesen y pidió a los Apóstoles que mandasen sentar a la gente.
Ellos obedecieron con sencillez y en eso fueron admirables pues dispusieron a todos a comer sin ver ni entender qué les podían dar.
Jesús tomó los panes, los bendijo y ordenó a sus Apóstoles que los distribuyesen. Lo hicieron e incluso sobró después de haber comido todos hasta saciarse.
Esto, para enseñarnos, mis queridas Hijas, que debemos caminar apoyados más en la Bondad divina y en su Providencia que en nosotros mismos y en nuestras obras.
Porque Dios, bajo cuya dirección y mando nos hemos embarcado, estará siempre atento a proveernos de todo lo necesario.
Y, cuando todo nos falte, El tomará a su cargo el cuidarnos y nada nos faltará, ya que tendremos a Dios, que debe ser nuestro todo.
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