sábado, 26 de marzo de 2016

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
TRIDUO PASCUAL - SÁBADO SANTO
26 de marzo


San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Homilía segunda para la Noche Santa; PL 2, 549-552;
 Sermón Morin guelferbytanus 5

La noche que nos libera del sueño de la muerte

    Hermanos, vigilemos porque esta noche Cristo ha permanecido en el sepulcro. En esta noche aconteció la resurrección de su carne. En la cruz fue objeto de burlas y mofas. Hoy, los cielos y la tierra la adoran.   Esta noche ya forma parte de nuestro domingo. Era necesario que Cristo resucitase durante la noche porque su resurrección ha iluminado las tinieblas...Así como nuestra fe en la resurrección de Cristo ahuyenta todo sueño, así, esta noche iluminada por nuestra vigilia se llena de luz. Nos hace estar vigilantes con la Iglesia extendida por toda la tierra, para no ser sorprendidos en la noche (cf Mc 13,33).

    En muchos pueblos reunidos en nombre de Cristo por esta fiesta tan solemne en todas partes, el sol ya se ha puesto---pero el día no declina. Las claridades del cielo han dejado lugar a las claridades de la tierra...Aquel que nos dio la gloria de su nombre (Sal 28,2) ha iluminado también esta noche. Aquel a quien decimos “tú iluminas nuestras tinieblas”(Sal 18,19) extiende su claridad en nuestra corazones. Así como nuestros ojos contemplan, deslumbrados, la luz de estas antorchas brillantes, así nuestro espíritu iluminado nos hace contemplar la luz de esta noche---- esta santa noche donde el Señor ha comenzado en su propia carne la vida que no conoce ni sueño ni muerte!


Fuente: ©Evangelizo.org







    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

    San Crisóstomo.

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