jueves, 19 de septiembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 20 de Septiembre - San Lucas 8,1-3


   Carta I de San Pablo a los Corintios 15,12-20.

    Hermanos: Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan?
    ¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó!
    Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes.
    Incluso, seríamos falsos testigos de Dios, porque atestiguamos que él resucitó a Jesucristo, lo que es imposible, si los muertos no resucitan.
    Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.
    Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados, en consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre.
    Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima.
    Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.


Salmo 17(16),1.6-7.8b.15.

Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad.

Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu gracia,
tú que salvas de los agresores
a los que buscan refugio a tu derecha.

Escóndeme a la sombra de tus alas.
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,
y al despertar, me saciaré de tu presencia.


    Evangelio según San Lucas 8,1-3.


    Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

    Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 20 de Septiembre - « Los doce estaban con Él, y también las mujeres »


      San Juan Pablo II (1920-2005) papa Mulieris Dignitatem, § 16


« Los doce estaban con Él, y también las mujeres »
    
    El hecho de ser hombre o mujer, no comporta ninguna restricción en lo que concierne a la misión, de la misma manera que la acción salvífica y santificante del Espíritu en el hombre no está limitada por el hecho de ser judío o griego, esclavo o libre, según nos viene expresado en las palabras bien conocidas del apóstol Pablo: « Porque todos no formáis más que uno en Cristo Jesús » (Gal 3,28).

    Esta unidad no suprime las diferencias. El Espíritu, que hace realidad esta unidad en el orden sobrenatural de la gracia santificante, contribuye, en la misma medida, al hecho de que « vuestros hijos e hijas profetizarán » (Jl 3,1). Profetizar significa expresar, a través de la palabra y la vida « las maravillas de Dios » (Hch 2,11), salvaguardando la verdad y la originalidad de cada persona, sea hombre o mujer. La igualdad evangélica, la paridad del hombre y la mujer frente a las maravillas de Dios, tal como nos ha sido manifestada con total claridad en las obras y las palabras de Jesús de Nazaret, constituye el fundamento más evidente de la dignidad y la vocación de la mujer en la Iglesia y en el mundo. Toda vocación tiene un sentido profundamente personal y profético. En la vocación así comprendida, la personalidad de la mujer encuentra una dimensión del todo nueva : es la dimensión de las « maravillas de Dios » de las cuales la mujer es sujeto viviente y testimonio irreemplazable.

SANTORAL - SANTOS ANDRÉS KIM TAEGON,PABLO CHONG HASANG Y COMPAÑEROS MÁRTIRES

20 de Septiembre


  Memoria de los santos Andrés Kim Taegon, presbítero, Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires en Corea. Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos, y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo -tres obispos, ocho presbíteros, y los restantes, laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños-, unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea.

    Corea es uno de los pocos países del mundo en donde el cristianismo fue introducido por otros medios que el de los misioneros. Durante el siglo dieciocho se difundieron por el país algunos libros cristianos escritos en chino, y uno de los hombres que los leyeron, se las arregló para ingresar al servicio diplomático del gobierno coreano ante el de Pekín, buscó en la capital de China al obispo Mons. de Gouvea y de sus manos recibió el bautismo y algunas instrucciones. Aquel hombre regresó a su tierra en 1784, y cuando un sacerdote chino llegó a Corea, diez años más tarde, se encontró con que le estaban esperando cuatro mil cristianos bien instruidos, pero sin bautizar. Aquel sacerdote fue el único pastor del rebaño durante siete años, pero en 1801 fue asesinado y, durante tres décadas, los cristianos de Corea estuvieron privados de un ministro de su religión. Existe una carta escrita por los coreanos para implorar al Papa Pío VII que enviase sacerdotes a aquella pequeña grey que, sin embargo, ya había dado mártires a la Iglesia. En 1831 se creó el vicariato apostólico de Corea, pero su primer vicario nunca llegó a ocupar su puesto. El sucesor, Mons. Lorenzo José María Imbert, obispo titular de Capsa, miembro de las Misiones Extranjeras de París y residente en China desde hacía doce años, entró a Corea, disfrazado, a fines de 1837. Le habían precedido por poco tiempo, san Pedro Filiberto Maubant y san Jacobo Honorato Chastan, sacerdotes de la misma sociedad misionera.

    El cristianismo no había sido definitivamente proscrito en Corea y, durante el transcurso de dos años, los misioneros realizaron su trabajo ocultamente, pero sin ser molestados. Sobre las circunstancias y dificultades que debieron afrontar, escribió Mons. Imbert: «Estoy abrumado de fatiga y en grave peligro. Es necesario dejar el lecho a las dos y media de la madrugada, todos los días, puesto que a las tres hay que congregar al pueblo en la casa para las oraciones. A las tres y media, comienzo a desempeñar los deberes de mi ministerio y debo bautizar si hay nuevos convertidos y también confirmar. Después viene la misa, la comunión y la acción de gracias. De esta manera, las quince o veinte personas que recibieron los sacramentos, pueden dispersarse al amparo de las sombras, antes del alba. Pero durante las horas del día llegan otros tantos, uno por uno, en procura de confesión y ya no pueden irse hasta la madrugada siguiente, después de la comunión. Yo me quedo dos días en cada una de nuestras casas donde reúno a los cristianos y, antes del alba del tercer día, me voy con ellos, en la oscuridad, a otra casa. Muchas veces he sufrido el aguijonazo del hambre, porque no es cualquier cosa, en este clima frío y húmedo, levantarse a las dos y media de la madrugada y permanecer en ayunas hasta el medio día, cuando puedo comer algunos alimentos pobres e insuficientes. Después de la comida, descanso un poco hasta que se presentan mis alumnos de catecismo y, por fin, vuelvo al confesionario hasta que cae la noche. A las nueve voy a dormir, sobre una estera, en el suelo y cubierto con una manta de lana de los tártaros; no hay camas ni colchones en Corea. A pesar de la debilidad de mi cuerpo y mi quebrantada salud, siempre he llevado una vida dura y muy ocupada, pero me parece que aquí ya alcancé el último límite del esfuerzo. Se puede comprender fácilmente que, en una existencia como la que llevamos, apenas si tememos el golpe de espada que, en cualquier momento, puede acabar con ella».

    Por aquellos medios heroicos aumentó el número de los cristianos en Corea de 6000 a 9000, en menos de dos años. Fue entonces cuando se descubrieron sus actividades y se emitió un decreto para el exterminio de los fieles. Como un ejemplo de los horrores que tuvieron lugar entonces, basta citar lo que le sucedió a santa Agata Kim, una de la mártires. Se le preguntó a la infortunada mujer si era cierto que practicaba la religión cristiana «Conozco a Jesús y a María», respondió con absoluta sencillez; «pero no conozco nada más». «Si te torturamos, te olvidarás de tu Jesús y tu María», le dijeron. «¡Aunque tenga que morir, no los olvidaré!» Fue cruelmente atormentada y, por fin, se la condenó a morir. En el travesaño de una alta cruz sujeta a una carreta fue colgada Agata por sus muñecas y por su cabellera. La carreta fue conducida hasta la cumbre de una cuesta pedregosa y, desde ahí se azuzó a los bueyes para que arrastrasen a la carreta cuesta abajo, entre brincos y zarandeos y, a cada movimiento, la infeliz mujer, sujeta por los cabellos y los puños, se sacudía violentamente. Al término de aquella carrera, fue descolgada, se le arrancaron las vestiduras hasta dejarla desnuda; uno de los verdugos le sujetó la cabeza contra una piedra y otro se la cortó con un golpe de espada. San Juan Ri escribía desde la prisión: «Transcurrieron dos o tres meses antes de que el juez mandara por mí y, en ese tiempo, estuve triste e inquieto. Los pecados de mi vida entera, en la que tantas veces ofendí a Dios por pura maldad, parecían pesar sobre mí como una montaña; de continuo me preguntaba: ¿Cuál será el fin de todo esto? Sin embargo, nunca perdía la esperanza. Al décimo día de la décima segunda luna, fui llevado ante el juez, quien ordenó que fuera apaleado. ¿Cómo hubiera podido resistirlo tan sólo con mis propias fuerzas? Pero la fuerza del Señor, las plegarias de María y de los santos y de nuestros mártires, me sostuvieron tan bien, que ahora me parece que apenas si sufrí. Yo no puedo pagar tan grande misericordia y ofrecer mi vida es justo».

    A fin de evitar una matanza general y el posible peligro de la apostasía, Mons. Imbert se entregó, después de recomendar a los padres Maubant y Chastan, que hicieran lo mismo. Estos se pusieron a escribir una carta a Roma para dar cuenta de su actitud y del estado en que dejaban la misión y se entregaron. Los tres recibieron su ración de bastonazos. Atados a unos bancos con respaldo, fueron conducidos a las orillas del río que corre cerca de Seul, donde los tres, siempre sobre los bancos, fueron atados juntos a un grueso poste, contra el cual el verdugo les cortó la cabeza. El triple martirio ocurrió el 21 de septiembre de 1839. En el año de 1904, las reliquias de ochenta y un mártires de Corea fueron trasladadas a la iglesia episcopal del vicario apostólico en Seul y, en 1925, fueron beatificados Mons. Lorenzo Imbert y sus compañeros. El primer sacerdote coreano martirizado, fue san Andrés Kim, en 1846. El 6 de mayo de 1984, el papa Juan Pablo II celebró la canonización de 103 beatos mártires de Corea, en la propia Seúl, primera vez que, en los últimos siglos, se realizaba una canonización fuera de Roma. La semblanza de cada uno de los mártires, en la medida en que hemos podido conseguirla, se puede leer en el día respectivo de cada martirio.

Oremos

    Oh Dios, creador y salvador de todos los hombres, que en Corea, de modo admirable, llamaste a la fe católica a un pueblo de adopción y lo acrecentaste por la gloriosa profesión de fe de los santos mártires Andrés, Pablo y sus compañeros, concédenos, por su ejemplo e intercesión, perseverar también nosotros hasta la muerte en el cumplimiento de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

miércoles, 18 de septiembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 19 de Septiembre - San Lucas 7,36-50


   Carta I de San Pablo a los Corintios 15,1-11.

    Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles.
    Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.
    Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura.
    Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura.
    Se apareció a Pedro y después a los Doce.
    Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto.
    Además, se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles.
    Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto.
    Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios.
    Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
    En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.


Salmo 118(117),1-2.16ab-17.28.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!

La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.

Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias;
Dios mío, yo te glorifico.


    Evangelio según San Lucas 7,36-50.

    Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa.
    Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.
    Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
    Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!".
    Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él.
    "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta.
    Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?".
    Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien".
    Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer?      Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
    Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies.
    Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
    Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor".
    Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados".
    Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?".
    Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 19 de Septiembre - "¡Quiero responder eternamente a tu amor!"


Santa Faustina Kowalska (1905-1938) religiosa Pequeño diario (Petit journal, la Miséricorde divine dans mon âme, Parole et Dialogue, 2002)


"¡Quiero responder eternamente a tu amor!"
            
    Mi Jesús, afirma las fuerzas de mi alma para que el enemigo nada gane. Sin Ti soy sólo debilidad, sin Tu gracia soy un abismo de miseria. La miseria es mi propiedad.

    Oh herida de la Misericordia, Corazón de Jesús, escóndeme en Tu profundidad como una gota de Tu propia sangre y no me dejes salir por la eternidad. Enciérrame en Tus profundidades y enséñame tú mismo como amarte. Amor eterno, modela Tú mismo mi alma para que sea capaz d un amor recíproco por Ti. Oh amor vivo, hazme capaz de amarte siempre. Quiero responder eternamente a Tu amor con la reciprocidad. Oh Cristo, una sola de tus miradas me es más querida que millones de mundos, que el cielo entero.

    Tu puedes, Señor, hacer que mi alma te comprenda en toda tu plenitud, tal como eres. Se y creo que puedes todo. Ya que has dignado darte a mí tan generosamente, se que puedes ser más generoso todavía. Hazme entrar en Tu intimidad tan lejos como pueda la naturaleza humana…  

SANTORAL - NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

19 de Septiembre


    Era un 19 de septiembre de 1849. En los Alpes franceses, eran tiempos difíciles, las cosechas eran malas y la mortalidad infantil muy alta. Fue allí, en el corazón de las montañas, cerca del pueblo de La Salette, donde Maximin Giraud, de 11 años y Melanie Calvat, de 14 años, que pastoreaban sus vacas, vieron repentinamente en una luz resplandeciente, a una mujer muy bella que les llamó: “Acérquense, hijos míos, no tengan temor, estoy aquí para darles una gran noticia”. Era María quien se les apareció, aún cuando los niños, pobres y sin educación no se dieron cuenta. Hablando en francés y en la lengua regional, después de haber llorado delante de los pequeños, la bella mujer dio a los niños un mensaje de amor y de esperanza. Padre Agustín Giménez: “María lloraba porque decía que ellos no se daban cuenta que todo está en las manos de Dios, y que Dios es su Padre y que basta acercarse al Padre y orar humildemente para mejorar las cosechas”.

    Para muchas personas, en estos tiempos tristes, la fe en Dios no era una prioridad, lo mismo que para estos niños. María les recuerda su importancia e insiste en la conversión. Estar con Dios se expresa sobre todo a través del respeto por los días de descanso, así como la participación en la misa. Mensaje de María: “Acérquense, hijos míos, no tengan temor, estoy aquí para darles una gran noticia. Si mi pueblo no quiere someterse, me veré forzada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más. ¡Hace tanto tiempo que sufro por ustedes!. Si deseo que mi Hijo no les abandone, estoy encargada de orar sin cesar por ustedes y ustedes no hacen caso. Por más que recen, por más que lo hagan, jamás podrán recompensar el dolor que he asumido por ustedes. Les he dado seis días para trabajar, me he reservado el séptimo, y no me lo quieren conceder. Esto es lo que hace tan pesado el brazo de mi Hijo. Y también aquellos que conducen los carros no saben jurar sin poner el nombre de mi Hijo en medio.

    Estas son las dos cosas que hacen tan pesado el brazo de mi Hijo. Si la cosecha se pierde, esto es sólo por culpa de ustedes. Les hice ver el año pasado con las patatas y ustedes no hicieron caso. Al contrario, cuando encontraban las patatas podridas, juraban poniendo el nombre de mi Hijo en medio. Éstas seguirán pudriéndose, y este año, en Navidad, no habrán más". Pero María va más allá y les invita a rezar cada mañana y cada noche, diciendo “cuando no podáis hacer más, rezad un Padre Nuestro y un Ave María". Llevando las cadenas sobre los hombros, María les mostró también el crucifijo que ella llevaba en el pecho. Jesucristo, con sus brazos clavados en la cruz, se hizo impotente en este mundo por los rechazos de Dios y por el pecado. Ella les explicó, con ejemplos de la vida cotidiana, que sólo la conversión puede dar la gracia de Dios, de la cual también ella lleva una marca con un collar de rosas.

    De regreso, Maximin y Melanie contaron su experiencia, y rápidamente, los habitantes comprendieron que era la Santa Virgen la que se les ha aparecido. Padre Agustín Giménez : “Finalmente, llenos de remordimientos, después del testimonio de María, fueron a misa y construyeron un santuario en las montañas de La Salette”.Luego de 5 años de investigación diocesana, Mons. Philibert de Bruillard, obispo de Grenoble, reconoció el relato de los niños como auténtico. En adelante, tal como dijo, Mons. Ginoulhiac, sucesor del obispo, “la misión de los pastores termina y comienza la de la Iglesia”. Oración a María: “Acuérdate, oh Virgen de La Salette, verdadera Madre de los dolores, de las lágrimas que has derramado por mí en el Calvario: Acuérdate también del cuidado que siempre tienes por mí, a fin de liberarme de la Justicia de Dios y mira si después de haber hecho tanto por tu hijo, puedes ahora abandonarlo. Reconfortado por tu consuelo, me postro a tus pies, a pesar de mis infidelidades e ingratitudes.

 Oremos

    Acuérdate, oh Virgen de la Salette, verdadera Madre de dolores, de las lágrimas que has derramado por nosotros en el calvario. Acuérdate también del cuidado que tienes siempre por tu pueblo para que, en nombre de Cristo, se deje reconciliar con Dios. Y ve, si después de haber hecho tanto por estos, tus hijos, puedes abandonarlos. Animados por tu ternura , míranos , Madre, suplicantes, a pesar de nuestras infidelidades e ingratitudes. Confiamos plenamente en ti. Oh Virgen Reconciliadora. Vuelve nuestros corazones hacia tu Hijo Jesús. Alcánzanos la gracia de amarlo sobre todas las cosas y de consolarte a ti con una vida santa, ofrecida para gloria de Dios y amor de los hermanos. No rechaces mi oración, oh Virgen Reconciliadora, sino conviérteme, dame la gracia de amar a Jesús por encima de todo y de consolarte a ti con una vida santa para que pueda verte un día en en el cielo . Así sea”. Amén

SANTORAL - SAN JENARO DE BENEVENTO

19 de Septiembre


   Obispo y mártir(+ 305) Los Santos Jenaro, Festo, Desiderio, Sosso, Eutiques y Acucio, de los que tenemos Pasiones muy posteriores, parece que derramaron su sangre por Cristo al comienzo del siglo IV. En una breve nota hagiográfica de la Liturgia de las Horas se lee, efectivamente, que Jenaro "fue obispo de Benevento; durante la persecución de Diocleciano sufrió el martirio, juntamente con otros cristianos, en la ciudad de Nápoles, en donde se le tiene una especial veneración". Los obispos de Benevento con este nombre son por lo menos dos: San Jenaro, mártir en el 305, y San Jenaro 11, que en el 342 participó en el concilio de Sardes.

    Este último, perseguido ,por los arrianos por su adhesión a la fe de Nicea, se lo habría venerado como mártir. Pero la mayoría de los historiadores se inclinan a identificar al patrono de Nápoles con el primero, o mejor con un mártir napolitano de Pozzuoli. Condenado "ad bestias" en el anfiteatro de Pozzuoli, junto con los compañeros de fe, a causa del atraso de un juez, fue decapitado en vez de ser echado en pasto a las fieras para la gratuita y macabra diversión de los paganos. Más de un siglo después, en el 432, con ocasión del traslado de las reliquias de Pozzuoli a Nápoles, una mujer le habría entregado al obispo Juan dos ampollas pequeñas con la sangre coagulada de San Jenaro.

    Casi como garantía de la afirmación de la mujer la sangre se volvió líquida ante los ojos del obispo y de una gran muchedumbre de fieles. Ese acontecimiento extraordinario se repite constantemente todos los años en determinados días, es decir, el sábado anterior al primer domingo de mayo y en los ocho días siguientes; el 16 de diciembre y el 19 de septiembre y durante toda la octava de las celebraciones en su honor. El fenómeno se realiza también en fechas variables, y de ahí deducen los devotos del santo acontecimientos faustos o infaustos.

    Los testimonios de este fenómeno comienzan desde 1329 y son tan numerosos y concordantes que no se pueden tener dudas. El prodigio, porque así lo considera hasta la ciencia, merece la afectuosa admiración con que lo sigue el pueblo. La sincera devoción de los napolitanos por este mártir, históricamente poco identificable, ha hecho que la memoria de San Jenaro, celebrada litúrgicamente desde 1586, se haya conservado en el nuevo calendario.

    Puesto que el fenómeno no tiene ninguna explicación natural, pues no depende ni de la temperatura ni del ambiente, podemos atribuirle el significado simbólico de vivo testimonio de la sangre de todos los mártires en la vida de la Iglesia, que nació de la sangre de la primera víctima, Cristo crucificado.

    Entre los elementos positivamente ciertos en relación con esta reliquia, 
figuran los siguientes:

1 -La substancia oscura que se dice ser la sangre de San Genaro (la que, desde hace más de 300 años permanece herméticamente encerrada dentro del recipiente de cristal que está sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no ocupa siempre el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas veces, la masa dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en otras ocasiones, ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una tercera parte de su tamaño.

2 -Al mismo tiempo que se produce esta variación en el volumen, se registra una variante en el peso que, en los últimos años, ha sido verificada en una balanza rigurosamente precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a registrar una diferencia de hasta 27 gramos.

3 -El tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción, no parece estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera tenía una temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos horas antes de que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en temperaturas de 5º a 8º centígrados más bajas, la completa licuefacción se produjo en un lapso de 10 a 15 minutos.

4 -No siempre tiene lugar la licuefacción de la misma manera. Se han registrado casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un color carmesí muy vivo, en otras oportunidades, su color es opaco y su consistencia pastosa. Aunque no se ha podido descubrir razón natural para el fenómeno, la Iglesia no descarta que pueda haberlo. La Iglesia no se opone a la investigación porque ella busca la verdad. La fe católica enseña que Dios es todopoderoso y que todo cuanto existe es fruto de su creación. Pero la Iglesia es cuidadosa en determinar si un particular fenómeno es, en efecto, de origen sobrenatural .

    La Iglesia pide prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente los fenómenos. Reconoce la competencia de la ciencia para hacer investigación en la búsqueda de la verdad, cuenta con el conocimiento de los expertos. Una vez que la investigación establece la certeza de un milagro fuera de toda duda posible, da motivo para animar nuestra fe e invitarnos a la alabanza. En el caso de los santos, el milagro también tienen por fin exaltar la gloria de Dios que nos da pruebas de su elección y las maravillas que El hace en los humildes.


Oremos

    Tú que nos concedes, Señor, venerar la memoria de tu mártir san Jenaro, otórganos también la gracia de gozar de su compañía en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-