lunes, 28 de abril de 2025

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 29 de Abril - «El mundo no lo ve y no lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque permanece en vosotros»


San Pablo VI Audiencia General (17-05-1972): Hacer sitio al Espíritu Extracto traducido del original en italiano


«El mundo no lo ve y no lo conoce; pero vosotros lo conocéis, 
porque permanece en vosotros» 

    «El Espíritu sopla donde quiere», dice Jesús en su conversación con Nicodemo (Jn 3,8). No podemos trazar pues, sobre el plan doctrinal y práctico, normas que conciernen exclusivamente a las intervenciones del Espíritu Santo en la vida de los hombres. Puede manifestarse bajo las formas más libres y más imprevistas: «jugaba con la bola de la tierra» (cf. Pr 8,31); la hagiografía nos narra tantas aventuras curiosas y estupendas sobre la santidad... Pero para los que quieren captar las ondas sobrenaturales del Espíritu Santo, hay una regla, una exigencia que se impone de modo ordinario: la vida interior. Dentro del alma es donde se encuentra con este huésped indecible: «dulce huésped del alma», dice el maravilloso himno litúrgico de Pentecostés. El hombre se hace «templo del Espíritu Santo», nos repite san Pablo (1Co 3,16; 6,19).

    El hombre de hoy, y también el cristiano muy a menudo, incluso los que están consagrados a Dios, tienden a secularizarse. Pero no podrá, jamás deberá olvidar esta exigencia fundamental de la vida interior si quiere que su vida sea cristiana y esté animada por el Espíritu Santo. Pentecostés ha sido precedido por una novena de recogimiento y de oración. El silencio interior es necesario para oír la palabra de Dios, para sentir su presencia, para oír la llamada de Dios.

    Hoy, nuestro espíritu está demasiado volcado hacia el exterior; no sabemos meditar, no sabemos orar; no sabemos acallar todo el ruido que hacen en nosotros los intereses exteriores, las imágenes, los humores. No hay en el corazón el espacio tranquilo y consagrado para recibir el fuego de Pentecostés. La conclusión es clara: hay que darle a la vida interior un sitio en el programa de nuestra ajetreada vida; un sitio privilegiado, silencioso y puro; debemos encontrarnos a nosotros mismos para que pueda vivir en nosotros el Espíritu vivificante y santificante, si no, ¿cómo vamos a escuchar el testimonio que el Espíritu da a nuestro espíritu? (Cfr. Jn 15, 26; Rom 8, 7).

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