lunes, 23 de diciembre de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 24 de Diciembre - «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor»


San Bernardo (1091-1153) monje cisterciense y doctor de la Iglesia Primer Sermón para la Vigilia de Navidad


«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor»
        
    Un grito de júbilo resuena en nuestra tierra; un grito de alegría y de salvación en las riendas de los pecadores. Hemos oído una palabra buena, una palabra de consuelo, una frase rezumante de gozo, digna de todo nuestro aprecio.
    Exultad, montañas; aplaudid, árboles silvestres, delante del Señor porque llega. Oíd cielos; escucha, tierra; enmudece y alaba, coro de las criaturas; pero más que nadie, tú, hombre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¿Quién tendrá corazón tan de piedra que, al oír este grito, no se le derrita el alma? ¿Se podría anunciar mensaje más consolador? ¿Se podría confiar noticia más agradable? ¿Cuándo se ha oído algo semejante? ¿Cuándo ha sentido el mundo cosa parecida? Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá...
    ¡Oh nacimiento esclarecido en santidad, glorioso para el mundo, querido por la humanidad a causa de incomparable beneficio que le confiere, insondable incluso para los ángeles en la profundidad de su misterio sagrado! Y bajo cualquier aspecto, admirable por la grandezaexclusiva de su novedad; jamás se ha visto cosa parecida, ni antes ni después. ¡Oh alumbramiento único, sin dolor, cándido, incorruptible; que consagra el templo del seno virginal sin profanarlo! ¡Oh nacimiento que rebasa las leyes de la naturaleza, si bien la transforma; inimaginable en el ámbito de lo milagroso, pero sanador por la energía de su misterio!
     Reanimaos los que os sentís desahuciados: Jesús viene a buscar lo que estaba perdido. Reconfortaos los que os sentís enfermos: Cristo viene para sanar a los oprimidos con el ungüento de su misericordia. Alborozaos todos los que soñáis con altos ideales: el Hijo de Dios baja hasta vosotros para haceros partícipes de su reino. Por eso imploro: Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame, y quedaré a salvo; dame tu gloria, y seré glorificado. Y mi alma bendecirá al Señor, y todo mi interior a su santo nombre, cuando perdones todas mis culpas, cures todas mis enfermedades y sacies de bienes mis anhelos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario