jueves, 21 de noviembre de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 22 de Noviembre - «Casa de oración»


San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia Homilía: Vivir la fe y transmitirla a los hijos. Homilía, 2, 5.


«Casa de oración» 

    ¡Cuida, pues, de que no se convierta el templo de Dios en cueva de ladrones, para que no vayas a oír aquella otra reprensión con que Cristo reprendió a los judíos cuando les dijo: ¡La casa de mi Padre es casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones! (Mt 21,13 y Lc 19,46.) Y ¿cómo se convierte en cueva de ladrones? Cuando permitimos entrar en él las concupiscencias bajas y serviles y la liviandad, y que se asienten en el ánimo de los jóvenes. Porque sus pensamientos de ellas son más perniciosos que los mismos ladrones, puesto que arrastran los ánimos libres de los adolescentes a la servidumbre y los hacen esclavos de las pasiones propias de los brutos y los cubren de heridas y los destrozan de todas maneras.

    Por este motivo, cada día vigilemos; y usando de la palabra como de un azote, echemos fuera de sus ánimos toda clase de inclinaciones torcidas, a fin de que los hijos puedan ser partícipes con nosotros de la ciudad celestial y puedan celebrar allá correctamente toda la liturgia que en ella se usa. ¿Acaso no habéis visto con frecuencia que los que viven en las ciudades, hacen a sus niños –apenas apartados de la lactancia– portadores de ramos en las festividades, o bien jefes de certámenes o prefectos de los juegos, o jefes de los coros? ¡Pues hagamos nosotros otro tanto! Desde los primeros años hagamos a los niños expertos en la disciplina celeste; porque esta otra terrena, por una parte ocasiona gastos, y por otra ningún fruto produce.

    …Porque esa confesión no se hace únicamente con la fe sino también con las obras; hasta el punto de que si éstas faltaren caeremos en peligro de ser castigados juntamente con los que lo negaron. Puesto que no hay un modo solo de negarlo, sino muchos; y Pablo, describiéndolos, nos dice: ¡Alardean de conocer a Dios, pero con las obras lo niegan! (Tit 1, 16) Y luego: Si alguno no mira por los suyos, sobre todo por los de su casa, ha negado la fe y es peor que un infiel. (1 Tim 5,8) Y todavía: ¡Huid de la avaricia que es una especie de idolatría! (Col 3, 5).

    En consecuencia, siendo tantos los modos que hay de negar a Cristo, manifiesto es que serán otros tantos los que hay de confesarlo, y aun muchos más. Cuidemos, pues, de confesarlo por todos estos modos, a fin de que nosotros a nuestra vez alcancemos en los cielos el honor, por gracia y bondad de nuestro Señor Jesucristo, por el cual y con el cual sea al Padre la gloria, juntamente con el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

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