lunes, 16 de septiembre de 2024

EVANGELIO - 17 de Septiembre - San Lucas 7,11-17.


    Carta I de San Pablo a los Corintios 12,12-14.27-31a.

    Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo.
    Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
    El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos.
    Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo.
    En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas.
    ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores?¿Todos hacen milagros?
    ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?
    Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos.


Salmo 100(99),2.3.4.5.

Sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.

Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.

¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.


    Evangelio según San Lucas 7,11-17.

    Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
    Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
    Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores".
    Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate".
    El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
    Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo".
    El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

     Palabra del Señor

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