25 de Agosto
San Luis IX, rey de Francia, que, tanto en tiempo de paz como durante las guerras interpuestas en defensa del cristianismo, se distinguió excepcionalmente por su activa fe y por la justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la constancia en las adversidades. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes y fuerzas, y su vida misma, en la adoración de la cruz, la corona de espinas y el sepulcro del Señor, hasta que, mientras estaba acampado cerca de Túnez, en la costa de África del Norte, murió contagiado de peste. San Luis IX poseía las cualidades de un gran monarca, de un héroe de epopeya y de un santo. A la sabiduría en el gobierno unía el arte de la paz y de la guerra; al valor y amplitud de miras, una gran virtud. En sus empresas la ambición no tenía lugar alguno; lo único que buscaba el santo rey era la gloria de Dios y el bien de sus súbditos. Aunque las dos cruzadas en que participó resultaron un fracaso, es un hecho que san Luis fue uno de los caballeros más valientes de todas las épocas, un ejemplo perfecto del caballero medieval, sin miedo y sin tacha.
San Luis nace en Poissy el 25 de abril de 1214. A los doce años, tras la muerte de su padre -Luis VIII-, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, Doña Blanca de Castilla, que lo educó cristianamente. En 1234 asume el gobierno, esforzándose sobre todo por establecer la justicia y la paz en su reino. En su vida personal se dedica a la oración, la penitencia y la caridad para con los pobres y desamparados, a quienes frecuentemente sienta a su mesa, lavándoles los pies y sirviéndoles él mismo, a imitación de Cristo.
En 1248, Luis IX parte hacia Tierra Santa para liberarla; pero es hecho prisionero. Tras el pago de un rescate, regresa a su reino e inicia grandes reformas, entre ellas la prohibición del duelo judiciario (o “duelo de Dios”). Funda hospitales y monasterios, y realiza su gran proyecto: la construcción de la “Sainte-Chapelle” como un santuario de luz y vidrio colorado destinado a acoger las reliquias, sobre todo la corona de espinas de Cristo, que adquirió del emperador de Constantinopla. Dona a su hermana, la beata Isabel, las tierras de Longchamp para construir una abadía para las monjas de Santa Clara.
El prestigio de París
Durante su reinado se vive un periodo de gran evolución cultural, intelectual y teológica. Luis dialoga con san Buenaventura y san Tomás de Aquino; y junto a su capellán, Robert de Sorbon, funda la Sorbona en 1257. Sigue con gran atención los trabajos finales de la catedral de Notre dame, en particular los rosetones y los pórticos. Así, París se convierte en la ciudad más prestigiosa de la cristiandad de Occidente gracias a su universidad, la Sainte-Chapelle y Notre-Dame.
La mayor preocupación política de Luis IX es pacificar y reconciliar a los enemigos y terminar con los conflictos, especialmente aquéllos entre Francia e Inglaterra. Desea también regresar a Tierra Santa y convertir al sultán de Egipto. Con este intento llegará hasta Cartago, actual Túnez; pero allí, soldados y nobles comienzan a caer víctimas de la peste. El propio rey Luis, que ayudaba a cuidar a los enfermos y los moribundos, fallece a causa de esta enfermedad el 25 de agosto del 1270.
No sorprende que su proceso de canonización inicie dos años después de su muerte, considerando los milagros y curaciones que se verifican ante su tumba. En 1297, tras una larga investigación, el Papa Bonifacio VIII eleva a los altares a Luis IX. El rey de Francia es uno de los primeros laicos en ser canonizado.
Justicia y paz
Luis IX se esforzó toda su vida para que reinasen la justicia y la paz, conjugando su vocación de cristiano y de hombre de Estado. Los soberanos de Europa lo buscaron por su sabiduría. Su sentido de la justicia y su amor a Dios y a los pobres han llegado hasta nosotros también mediante los símbolos con los cuales es representado: la cruz, la mano de la justicia y el cíngulo de los Terciarios franciscanos, de los cuales es el Santo Patrono.
Oremos
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