«La niña no está muerta, está dormida»
Prestemos atención, carísimos, a cómo el Señor no cesa de mostrarnos la resurrección futura de la que nos ha dado las primicias resucitando a Nuestro Señor Jesucristo. Consideremos, queridos hermanos, las resurrecciones que se realizan periódicamente. El día y la noche nos presentan una resurrección. La noche cae, el día se levanta. El día desaparece y llega la noche. Miremos los frutos: cómo se forman las semillas, ¿qué pasa? El que siembra sale a sembrar, echa las diferentes semillas en la tierra. Estas caen, secas y desnudas sobre la tierra y se desintegran. Luego, a partir de esta descomposición misma, la magnífica providencia del Maestro las hace resurgir y un solo grano se multiplica y da fruto… ¿Nos extrañaremos, pues, que el Creador del universo haga revivir a aquellos que le han servido fielmente y con la confianza de una fe perfecta?…
En esta esperanza, unámonos a aquel que es fiel y sus promesas son verdad y justos sus juicios. El que nos manda no mentir, no puede mentir. Para Dios nada es imposible, salvo el mentir. Reanimemos, pues, nuestra fe en él y consideremos que todo esto le es posible. De una palabra de su boca ha formado el universo y con una palabra suya lo puede aniquilar… Hace todo lo que quiere. Nada de lo que ha decidido perecerá jamás. Todo está delante de Él y nada se escapa a su providencia.
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