martes, 19 de marzo de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 20 de Marzo - «Si os mantenéis en mi palabra..., la verdad os hará libres»


      Orígenes (c. 185-253) presbítero y teólogo Homilías sobre el Éxodo, nº 12, 4

«Si os mantenéis en mi palabra..., la verdad os hará libres»

    « El Señor del que se habla es el Espíritu; y donde hay el Espíritu del Señor, hay libertad» (2C 3,17)… ¿Cómo podremos nosotros encontrar esta libertad, nosotros que somos esclavos del mundo, esclavos del dinero, esclavos de los deseos de la carne? Ciertamente que me esfuerzo por corregirme, me juzgo a mi mismo, condeno mis faltas. Que mis oyentes examinen, por su cuenta, qué es lo que piensan en su propio corazón. Pero, lo digo de pasada, mientras estoy atado por una de estas ligaduras, es que no me he convertido al Señor, no he alcanzado la verdadera libertad, puesto que tales cuestiones, tales preocupaciones me retienen todavía... Sabemos que está escrito: «Cada uno es esclavo de lo que le domina» (2P 2,19). 

    Aunque yo no esté dominado por el amor al dinero, aunque no estoy atado por la preocupación de bienes y riquezas, sí estoy, sin embargo, ávido de alabanzas y deseos de gloria humana cuando tengo en cuenta el rostro que me muestran los hombres y lo que dicen de mí, cuando me preocupa saber qué piensa de mí tal persona, cómo me aprecia la otra, cuando temo desagradar a uno y deseo dar gusto a otro. En tanto que tengo estas preocupaciones, soy su esclavo. Pero quisiera esforzarme y saber liberarme, intentar deshacerme del yugo de este vergonzoso esclavo y llegar a esta libertad de la que nos habla san Pablo: «Manteneos firmes y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud» (Ga 5,13; 1C 7,23). Pero ¿quién me hará llegar a esta liberación? ¿Quién me liberará de esta esclavitud vergonzosa, si no es el que ha dicho: «Sólo si es el Hijo quien os hace libres, seréis verdaderamente libres?»... Sirvamos pues, fielmente «amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas al Señor nuestro Dios» (Mc 12,30) para merecer recibir de nuestro Señor Jesucristo el don de la libertad.

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