sábado, 17 de febrero de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 de Febrero - «Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo»


San Juan Bautista de la Salle Meditaciones: Combate perpetuo Primer domingo de Cuaresma, n. 1-2


«Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo» 

    El evangelio de este día, al indicarnos que Jesucristo se retiró al desierto, no dice que fuera para huir la compañía de los hombres ni para orar; sino a fin de ser tentado. Y eso, para darnos a entender que el primer paso de quien pretende consagrarse a Dios ha de ser dejar el mundo, con el fin de disponerse a luchar contra el mundo mismo y contra los demás enemigos de nuestra salvación. En el retiro, dice san Ambrosio, es donde precisamente ha de contar uno con ser tentado y expuesto a muchas pruebas. Lo mismo os advierte el Sabio al afirmar que cuantos se alistan en el servicio de Dios deben prepararse para la tentación. Ésta les resulta, efectivamente, muy provechosa; pues se convierte en uno de los mejores medios que puedan emplear para verse enteramente libres, tanto del pecado como de la inclinación a pecar. ¿Habéis creído siempre que, para daros de todo punto a Dios, debéis disponeros a ser tentados? ¿No os causa sorpresa el que a veces os acose la tentación? En lo sucesivo, vivid siempre preparados para ella; de modo que podáis sacar todo el fruto que con la tentación intenta Dios producir en vosotros.

    Lo que debe alentar al alma puesta sinceramente en las manos de Dios, a estar siempre apercibida para las tentaciones, es que la vida del hombre, según Job, es tentación o, como dice la Vulgata, combate perpetuo. De donde puede el alma colegir que, si es voluntad de Dios que se vea tentada mientras permanece en la tierra, es porque ha de luchar de continuo contra el demonio y contra las propias pasiones e inclinaciones, los cuales no cesarán de hacerle guerra en tanto viva en el mundo. Por eso afirma san Jerónimo que le es imposible a nuestra alma dejar de ser tentada mientras viva y que, si el mismo Jesucristo nuestro Salvador fue tentado, nadie puede ilusionarse con atravesar el mar tormentoso de la vida sin verse combatido por la tentación. [...] Convenceos de que sería desgracia no pequeña carecer de tentaciones, por ser ello indicio de no vencerse en cosa alguna, y de sucumbir fácilmente en la lucha con las propias pasiones."

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