domingo, 17 de septiembre de 2023

EVANGELIO DEL DÍA - 18 de Septiembre - San Lucas 7,1-10.


    Primera Carta de San Pablo a Timoteo 2,1-8.

    Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna.
    Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
    Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Este es el testimonio que él dio a su debido tiempo, y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento.
    Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones.

    Palabra de Dios


Salmo 28(27),2.7.8-9.

Oye la voz de mi plegaria,
cuando clamo hacia ti,
cuando elevo mis manos hacia tu Santuario.
el Señor es mi fuerza y mi escudo,

mi corazón confía en él.
Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda:
por eso le daré gracias con mi canto.
El Señor es la fuerza de su pueblo,

el baluarte de salvación para su Ungido.
Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia;
apaciéntalos y sé su guía para siempre.


    Evangelio según San Lucas 7,1-10.

    Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún.
    Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho.
    Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.
    Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: "El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga".
    Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
    Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: 'Ve', él va; y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: '¡Tienes que hacer esto!', él lo hace".
    Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe".
    Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.

    Palabra del Señor

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