“Estad a punto”
A lo largo del sueño hay que estar a punto para desvelarse fácilmente. En efecto, la Escritura dice: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame” (Lc 12,35-36). Porque un hombre dormido no sirve para más que uno que está muerto. Por eso hay que levantarse frecuentemente por la noche para bendecir a Dios.
Dichoso el que está velando por él; se parece a los ángeles que llamamos “veladores”. Un hombre dormido no vale nada, no vale más que uno sin vida. Pero el que tiene la luz está despierto y las tinieblas no pueden nada sobre él, ni tampoco el sueño, de la misma manera que las tinieblas. Está, pues, despierto para Dios el que ha sido iluminado, y éste vive, porque “en él había la vida” (Jn 1,4). “Dichoso el hombre, dice la Sabiduría, que me escuchará, y será fiel a mis caminos, velando a mi puerta día tras día y guardando el umbral de mi casa” (Pr 8,34).
Así, pues, “no nos durmamos como hacen el resto de los hombres, sino permanezcamos vigilantes y sobrios” tal como lo dice la Escritura. “Porque los que duermen, duermen de noche, y los que se embriagan lo hacen de noche”, es decir, en la oscuridad de la ignorancia. “Pero nosotros, que somos de día, seamos sobrios” (1 Tes 5,6-8). “Porque todos vosotros sois hijos de la luz y del día; no somos ni de la noche ni de las tinieblas” (1 Tes 5,5).
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