Lansperge el Cartujano Sermón: Vivió y murió para Cristo Sermón para la fiesta del martirio de S. Juan Bautista. Opera omnia II, p., 514- 515; 518-519
«Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano»
La muerte de Cristo está al origen de un multitud de creyentes. Por la fuerza del mismo Señor Jesús, y gracias a su bondad, la muerte preciosa de sus mártires y de sus santos ha hecho nacer una gran multitud de cristianos. Jamás, en efecto, la religión cristiana ha podido ser aniquilada por la persecución de los tiranos y la muerte injustificable de inocentes: ella más bien ha obtenido cada vez más un gran aumento.
Nosotros tenemos un ejemplo en San Juan, el que bautizó a Cristo y por tanto nosotros festejamos hoy el santo martirio. Herodes, ese rey infiel, quiso, por fidelidad a su juramento, borrar completamente de la memoria de los hombres el recuerdo de Juan. Pues, no solamente Juan no fue aniquilado, sino millares de hombres inflamados por su ejemplo, acogerán la muerte con alegría por la justicia y la verdad… ¿qué cristiano, digno de tal nombre, no venera hoy a Juan, el que bautizó al Señor? Por todo el mundo los cristianos celebran su memoria, todos las generaciones lo proclaman bienaventurado y sus virtudes llenan la Iglesia de su perfume. Juan no ha vencido él solo y no ha muerto él solo.
Juan Bautista, muere por Cristo Juan no vivió para él mismo ni murió para él mismo. ¡A cuántos hombres, cargados de pecados, no habrá llevado a la conversión con su vida dura y austera! ¡Cuántos se habrán visto confortados en sus penas por el ejemplo de su muerte inmerecida! Y a nosotros, ¿de dónde nos viene hoy la ocasión de poder dar gracias a Dios sino por el recuerdo de Juan, asesinado por la justicia, es decir, por Cristo?…
Sí, Juan Bautista ha ofrecido generosamente su vida terrena por amor a Cristo; ha preferido desobedecer las órdenes del tirano a desobedecer las de Dios. Este ejemplo nos tiene que mostrar que nada ha de ser más importante que la voluntad de Dios. Agradar a los hombres no sirve para mucho; incluso, a menudo perjudica en gran manera… Por tanto, con todos los amigos de Dios, muramos a nuestros pecados y a nuestras preocupaciones, aplastemos nuestro amor propio desviado y procuremos que crezca en nosotros el amor ardiente a Cristo.
Juan Bautista, muere por Cristo Juan no vivió para él mismo ni murió para él mismo. ¡A cuántos hombres, cargados de pecados, no habrá llevado a la conversión con su vida dura y austera! ¡Cuántos se habrán visto confortados en sus penas por el ejemplo de su muerte inmerecida! Y a nosotros, ¿de dónde nos viene hoy la ocasión de poder dar gracias a Dios sino por el recuerdo de Juan, asesinado por la justicia, es decir, por Cristo?…
Sí, Juan Bautista ha ofrecido generosamente su vida terrena por amor a Cristo; ha preferido desobedecer las órdenes del tirano a desobedecer las de Dios. Este ejemplo nos tiene que mostrar que nada ha de ser más importante que la voluntad de Dios. Agradar a los hombres no sirve para mucho; incluso, a menudo perjudica en gran manera… Por tanto, con todos los amigos de Dios, muramos a nuestros pecados y a nuestras preocupaciones, aplastemos nuestro amor propio desviado y procuremos que crezca en nosotros el amor ardiente a Cristo.
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