Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179) abadesa benedictina y doctora de la Iglesia Scivias, Los caminos de Dios, 4 (Le Scivias, les chemins de Dieu, chap. 4, in “Hildegarde de Bingen, Prophète et docteur pour le troisième millénaire”, Béatitudes, 2012)
"El amor del Cielo antes que toda preocupación"
El amor celeste…consiste para el hombre en conocer y reconocer a Dios, amándolo más que todo. Este amor proclama: “Amada vida y amado abrazo de la vida eterna, bienaventurada felicidad en la que residen las recompensas eternas, tú, que estás hecha de verdaderas delicias. Tantas, que no puedo ser aún completamente saciada con toda la alegría que está en el interior de mi Dios”. El amor del Cielo debe pasar antes que toda preocupación. Cada obra buena está formada de dos partes: el amor de Dios y amor del hombre.
La disciplina sigue al amor del Cielo. Es como un niño, ya que no quiere ser poderosa cumpliendo su propia voluntad. Quiere permanecer fiel en el temor, la moderación y el respeto. Con la fe en el amor, el hombre se vincula con la ley de la disciplina. (…) La virtud de misericordia se levanta para ir hacia los pobres, porque la misericordia de su gracia se encuentra en el corazón del Padre eterno. He puesto a mi Hijo en el pecho de la misericordia, cuando lo envié al seno de la Virgen María. El hombre, justificado por las virtudes, deviene capaz de mirar la miseria de su prójimo y ayudarlo como a sí mismo en las verdaderas necesidades. La misericordia murmura: “Tiendo siempre las manos hacia los extranjeros, los desdichados, los pobres, los discapacitados y los que gimen”. Después de la misericordia surge la victoria por la que el hombre es vencedor de si-mismo y de otros vicios. (…) Entonces, la paciencia y las virtudes del alma poseen una ternura que impide al hombre ser abrumado por las pruebas.
Libre de toda preocupación del siglo, se vuelve hacia lo que en la vida futura es la eternidad en Dios.
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