San Juan Crisóstomo (c. 345-407) presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
“¿Me amas más que a éstos? – Apacienta mis corderos.”
¡Imitemos a los apóstoles en sus virtudes y no nos quedaremos atrás! En efecto, no son sus milagros que los constituyeron en apóstoles, sino la santidad de su vida. En ella se reconoce al discípulo de Cristo. El Señor mismo nos ha señalado con este signo. Cuando quiso hacer el retrato de sus discípulos y revelar el signo que los distinguiría, dijo: “En esto reconocerán que sois mis discípulos”. ¿Sería por los prodigios que obraban, por los muertos que resucitaban? De ninguna manera. Entonces ¿por qué? “Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos” (Jn 13,35).
Ahora bien, el amor no es cuestión de milagros sino simplemente de virtud: “El amor cumple todo la ley ...” (Rm 13,10).Tened amor unos a los otros y así os pareceréis a los apóstoles, estaréis en el primer puesto. “Si tú me amas, dice Jesús a Pedro, apacienta mis corderos”. Aquí, prestad atención, se valora la virtud, el celo, la compasión, el trabajo de guiar, el olvido de los propios intereses, la preocupación por cumplir con la tarea de la carga pastoral; todo esto es fruto de la virtud, del amor, no de los milagros y prodigios sino del amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario