sábado, 25 de febrero de 2023

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 26 de Febrero - «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»


     San Máximo de Turín Sermón: Alimentarse de la Palabra que sale de boca de Dios 


«No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» 

    El Salvador responde al diablo: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios». Lo que significa: «Él no vive del pan de este mundo, ni del alimento material del que tú te serviste para engañar a Adán, el primer hombre, sino de la Palabra de Dios, de su Verbo, que contiene el alimento de la vida celeste». Por lo tanto, el Verbo de Dios, es Cristo nuestro Señor, como dice el evangelista: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios» (Jn 1,1). Todo el que se alimenta de la palabra de Cristo ya no tiene necesidad de alimento de la tierra. Como uno que se restaura con el pan del Señor, no puede ya desear el pan de este mundo. En efecto, el Señor es su propio pan, o más bien, el Señor es el mismo pan, como Él enseña por sus palabras: « Yo soy el pan que ha bajado del cielo» (Jn 6,41). Y este pan hizo decir al Profeta: «El pan fortalece el corazón del hombre» (Sal 103,15).

    ¿Qué me importa el pan que me ofrece el diablo, si yo tengo el pan que reparte Cristo? ¿Qué me importa el alimento que ha expulsado al primer hombre del Paraíso, ha hecho perder a Esaú su derecho de primogenitura...(Gn 25,29), que ha convertido a Judas Iscariote en un traidor (Jn 13,26)? Adán perdió en efecto el Paraíso por causa del alimento, Esaú perdió su derecho de primogenitura por un plato de lentejas, y Judas renunció a su rango de apóstol por un bocado: pues en el momento que él cogió el bocado, dejó de ser un apóstol para ser un traidor... la comida que tenemos que tomar es aquella que abre el camino al Salvador, no al diablo, aquella que transforma al que la come en confesor de la fe y no en traidor.

    El Señor tiene razón al decir, en este tiempo de ayuno, que es el Verbo de Dios el que alimenta, para enseñarnos que no debemos pasar nuestros ayunos preocupándonos de este mundo sino de la lectura de los textos sagrados. En efecto, aquel que se alimenta de la Escritura se olvida del hambre del cuerpo; aquel que se alimenta del Verbo celeste olvida el hambre. Pues bien, este es el alimento que nutre el alma y calma al hambriento...: da también la vida eterna y aleja de nosotros las trampas de la tentación del diablo. Esta lectura de textos sagrados es vida como dice el Señor: « Las palabras que os he dicho son espíritu y vida» (Jn 6,63).

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