sábado, 27 de febrero de 2021

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 28 de Febrero - «Se transfiguró delante de ellos; sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador»


San Ambrosio (c. 340-397) obispo de Milán y doctor de la Iglesia Comentario al evangelio de san Lucas, VII, 9s

«Se transfiguró delante de ellos; sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador»

    Tres son los escogidos para subir a la montaña, dos para aparecerse con el Señor... Pedro, que ha recibido las llaves del Reino de los cielos, sube, y Juan a quien se le confiará la Madre de Jesús, y Santiago que será el primero en llegar a la dignidad de obispo. Después aparecen Moisés y Elías, la Ley y la profecía, con el Verbo... También nosotros subimos la montaña, imploramos al Verbo de Dios para que se nos aparezca en su «resplandor y belleza», que sea «fuerte, se adelante en majestad y reine» (Sl 99,4)… Porque si tú no subes a la cumbre a través de un saber más elevado, la Sabiduría no se te revelará, no tendrás el conocimiento de los misterios, ni verás aquel resplandor, aquella belleza contenida en el Verbo de Dios, sino que el Verbo te parecerá como en un cuerpo «sin belleza ni resplandor» (Is 53,2). Te parecerá como un hombre lastimado, capaz de sufrir nuestros males (v. 5); te parecerá como una palabra nacida del hombre, cubierta del velo de la letra, sin resplandecer con la fuerza del Espíritu (cf 2C 3,6-17)… Sus vestidos son de una manera abajo de la montaña, otra allá arriba. Puede ser que los vestidos del Verbo sean las palabras de la Escritura, adornando, por decirlo de alguna manera, el pensamiento divino, y puesto que se aparece a Pedro, Santiago y Juan bajo otro aspecto, sus vestidos resplandecen de un blanco deslumbrador, de la misma manera que, a los ojos de tu espíritu, se ilumina ya el sentido de las Escrituras. Las palabras divinas, pues, se vuelven como nieve, los vestidos del Verbo «de un blanco deslumbrador como no puede dejarlos ningún batanero del mundo»... Vino una nube y los cubrió con su sombra. Esta sombra es la del Espíritu divino; no es un velo sobre el corazón de los hombres, sino que revela lo que esta escondido... Ya lo ves: no sólo para los principiantes, sino también para los perfectos y lo mismo para los que habitan en el cielo, la fe perfecta es conocer al Hijo de Dios.

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